Jueves 13 de tiempo ordinario
Amós 7, 10-17
REFLEXIÓN
En aquellos días, Amasías, sacerdote de Casa-de-Dios, envió
un mensaje a Jeroboam, rey de Israel: "Amós conjura contra ti en medio de Israel; la tierra ya no puede
soportar sus palabras. Porque así predica Amós: "Morirá a espada Jeroboam.
Israel saldrá de su país al destierro.""
El
profeta como voz de la Palabra afecta y estremece la vida pública y privada de
una población. Así no puede negar su vocación política por el bien común, que
entra en competencia y desafía la política del poder para bien propio.
Para ser
voz de la Palabra solo se necesita que se deje llevar por el impulso del
Espíritu, pero para ser escuchada se necesita docilidad en la conciencia.
Pero la
voz de la Palabra de un profeta parece acreditarse por el monto de persecución
y sufrimiento que acumula, más que por la aclamación que se le preste. Incluso
el aplauso puede ser engañoso en cuanto a la efectividad de los resultados.
Como voz
para el bien común: decimos la Palabra, para complacer o para concienciar?
"No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y
cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: "Ve y
profetiza a mi pueblo de Israel."
La voz
de la Palabra es solitaria y no establece alianzas con el poder para bien
propio. Huye las etiquetas que le puedan aportar reconocimiento según la época.
Porque siente que su fuerza viene de una llamado del Señor y huye toda gloria
que no sea la del Señor.
Pues bien, así dice el Señor: "Tu mujer será deshonrada
en la ciudad, tus hijos e hijas caerán a espada; tu tierra será repartida a
cordel, tú morirás en tierra pagana, Israel saldrá de su país al
destierro.""
Pareciera
que al final el profeta con su voz de la Palabra sale ganando para el Señor,
porque por la historia sabemos que el reino de Israel sucumbió ante el Imperio
Asirio.
Pero
sería una interpretación indigna de la Palabra que busca la conversión, la
reconciliación y la salvación. La satisfacción de la Palabra a través de su voz
profética no es la destrucción, ni la revancha, ni salirse con la suya. Sino
ser dócil al designio de salvación.
Salmo responsorial: 18
REFLEXIÓN
La voluntad del Señor es pura / y eternamente estable; / los
mandamientos del Señor son verdaderos / y enteramente justos
Si algo
ofrece la Palabra en su designio es pureza y estabilidad. Estabilidad en la
pureza y pureza en la estabilidad. Quien dice pureza dice transparencia. Quien
dice estabilidad dice firmeza, solidez.
Un mundo
como el nuestro que se glorifica con el cambio concebido a imagen y semejanza
de la tecnología, sabe de confusión y opacidad, pero no de pureza y
estabilidad. Incluso las menosprecia como sospechosas de ocultar malas
intenciones. Hemos llegado al extremo de no saber distinguir el bien del mal.
Mateo 9, 1-8
REFLEXIÓN
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: "¡Animo,
hijo!, tus pecados están perdonados".
En este momento se
satisfaría el paralítico con este dicho de Jesús? El pecado es entonces la
fuente de las enfermedades y éstas son síntomas de pecado. Hay una íntima
relación en esa cultura entre ambas. Pero también esperaría su curación física.
Para
haberle llevado al enfermo los acudientes daban muestra de alguna fe, aunque
fuera por intentar cualquier alternativa, como era la de acudir a un afamado
taumaturgo.
Porque
no solo la fe del enfermo es importante sino también la de sus acompañantes que
sienten como propia su enfermedad. Ese gesto de solidaridad es ya una
proclamación de fe.
Pero
Jesús no sana por fuera sino de raíz y acorde a la sabiduría de su tiempo se
enfoca en el pecado como causa de todo lo malo.
Será
solo una sabiduría trasnochada porque hoy existen ámbitos en los que el pecado
como causa de males y enfermedades es invisible.
¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados están
perdonados", o decir: "Levántate y anda"?
En esta
cultura una palabra que dice y hace es lo cabal, lo normal, lo esperado. El
hiato y equizofrenia entre decir y hacer pertenece a otra mentalidad más
interesada en el concepto como método de análisis, no como estilo de vida.
Pero
esta teocultura mira al Señor como Paradigma del decir y hacer, como en la
creación del Génesis. Y Jesús lo trae a cuento porque su decir y hacer son los
del Padre. Si dicen que perdonan los pecados hacen que brote la salud para una
mayor calidad de vida.
para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para
perdonar pecados -dijo dirigiéndose al paralítico-: "Ponte en pie, coge tu
camilla y vete a tu casa.""
Jesús
sabía de ese anhelo y procedió en conformidad, estableciendo en ese contexto de
pecado-enfermedad, causa-consecuencia, un poder curativo, regenerador,
liberador.
El
evangelista utiliza un título que según muchos estudiosos representa el único
aceptado y usado por el mismo Jesús.
En
este nivel redaccional parece referirse a una potestad terrenal delegada porque
en el credo israelita sólo Dios perdonaba pecados.
Tal
delegación hace de Jesús de Nazareth alguien muy especial en conexión con el
Padre Dios.
La
naturaleza de ese vínculo especial será tema de estudio y reflexión en la
historia de la comunidad de seguidores de Jesús hasta alcanzar el estatus de
dogma cristológico.
En
nuestro tiempo los dogmas, incluso los más antiguos están en revisión porque su
expresión lingüística y la mentalidad que los concibió no son las mismas que
las actuales.
Frente
a esa revisión caben básicamente dos posturas: una que mantiene el dogma
mientras lo actualiza, y otra que lo suspende.
Pero tal
discrepancia no nos exime de asumir cada uno una definición frente a Jesús de
Nazareth según la fe que profesemos.
Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios,
que da a los hombres tal potestad.
Este
comentario al final del relato recoge el fondo de la catequesis: Jesús de
Nazareth es un hombre que representa el inicio de una humanidad con el poder de
perdonar, de modo que el atributo propio de Dios, parte de su misterio y
trascendencia, ahora es nuestro.
Nosotros
podemos, si queremos, hacerle frente al misterio de iniquidad en el mundo y restaurar
el designio original como reino de los cielos.
Es
nuestro legado de fe en Jesús de Nazareth.
Con
su decir y hacer, Jesús daba testimonio de tomar al Señor en serio al hacerlo
presente en la vida corriente. Por eso se sobrecogían.
Algunos encuentros
con Dios son como un fogonazo en la conciencia que nos hace exclamar
sobrecogidos: ”no pensábamos que el Señor estuviera aquí!”
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