martes, 2 de agosto de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Martes 18 de tiempo ordinario

Jeremías 30, 1-2. 12-15. 18-22



REFLEXIÓN

Escribe en un libro todas las palabras que he dicho

La importancia de la palabra viva, guardada en la escritura de un libro

Tus amigos te olvidaron, ya no te buscan

Esta afirmación atañe en primer término a Jerusalén, a punto de sucumbir totalmente y con los estragos de la primera invasión neobabilonia.

Pero la sabiduría que se origina de aquí y florece en el período siguiente de la vida de Israel, cuando retorne a Jerusalén para reconstruirla, se apropia de la lección, que fue amarga y ayuda a mantenerse bajo la Palabra del Señor.

Esta lección es la que hará suya también Jesús de Nazaret, cuando experimente que todos le abandonan en su pasión.

Se trata de la soledad del caído, del olvidado de los amigos en la hora aciaga.

¿Por qué gritas por tu herida? Tu llaga es incurable; por el número de tus crímenes, por la muchedumbre de tus pecados, te he tratado así."

Parece que nada más se puede hacer y todo está dicho para mal.

sobre sus ruinas será reconstruida la ciudad

Pero junto al ultimatum del juicio que profiere la Palabra, en ella misma se ofrece la esperanza de redención y misericordia.

Parecen dos palabras, dos dioses, uno bueno y otro malo. La palabra humana que es mensajera hace un limitado favor a la Palabra de Dios, porque desdobla y hace parecer una equizofrenia por los dos mensajes: destrucción y redención.

Pero en Jesús se arrojará más luz, si se puede, sobre este misterio de muerte y resurrección.

Frente a la suerte terminal, personal o colectiva, se alza una voz de esperanza para la misericordia, la reconstrucción, la resurrección.

No todo está dicho, no se ha dicho la última palabra, por lo menos de quien la puede decir.

La alternancia de desolación y consolación puede enseñar y dar oportunidad a un aprendizaje sin fin, sobre esta espiral de la vida en el Señor.

Alternancia de desolación cuando se quiere salir del pecado, y cuando se quiere proyectar en una misión.

Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.

Entre nosotros, cuando optamos por aceptar en la fe el misterio de la Palabra, logramos atribuir la parafernalia de autodestrucción humana a nuestra propia culpa.

De ahí la sanidad que proviene de la autocrítica, porque nos preserva de la equizofrenia espiritual, que divide al Señor en bueno y malo.

Siempre será posible que vuelva a aparecer el Cristo, no en vez de, sino como una reinstalación del Jesús Cristo.

Al modo de él, que es un paradigma.

Salmo responsorial: 101



REFLEXIÓN

Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, / desde el cielo se ha fijado en la tierra, / para escuchar los gemidos de los cautivos / y librar a los condenados a muerte.

Porque la Palabra quiere dar testimonio de su designio, que es de salvación, ya sea porque creemos un mundo bueno, ya sea porque se mantiene salvándonos de la iniquidad que producimos.

Él es el reciclaje perpetuo que purifica nuestra incontenible polución.

Mateo 14, 22-36



REFLEXIÓN

Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaron a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo

Jesús protege a su discípulos y se purifica por la oración de la ambición de poder que puede contaminarlos, después de haber servido el hambre de la gente, con la multiplicación de los panes.

Da gracias porque el Padre ha estado con él en esa multiplicación. Se ubica en la correcta correlación de cooperación con el Señor.

Sabe estar solo en compañía del Padre. Le es suficiente su presencia.

viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma

Una aparición fantasmagórica, alguien que camina en la oscuridad sobre las aguas. Mueve a miedo a hombres pescadores curtidos.

Son realidades que, para algunos son temerosas como mensajeros de dimensiones desconocidas, frente a las cuales se siente gran inseguridad.

Jesús les dijo enseguida: "¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!

Sin embargo Jesús no se presenta como una realidad procedente de una dimensión misteriosa que mete miedo, sino que se manifiesta siempre como alguien que anima, pacifica, quita los miedos.

Así es en las apariciones de Resucitado. Viene para dar confianza y paz.

al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse

En qué momento nuestra fe es lo suficientemente fuerte para enfrentar los miedos? Si nos fijamos, Jesús lo sabe y lo muestra en su constante orar al Padre.

Siempre dudamos Señor. Nuestra fe es deleznable. Se agrieta con las dificultades que nos meten miedo.

El miedo es el enemigo de la confianza, pero alerta contra la temeridad.

"¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?"

La duda es para la fe una señal de su inmadurez y la necesidad de perfeccionarse.

Una oportunidad para crecer en ella.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1554433376035241987?s=20&t=F0E8FlGnvuRqnRFIpWTxDQ

BEATO CARLO



 De la carta llamada de Bernabé
(Cap. 5, 1-8; 6, 11-16: Funk 1, 13-15.19-21)

 

LA NUEVA CREACIÓN

 

El Señor soportó que su cuerpo fuera entregado a la destrucción para que nosotros fuéramos santificados mediante el perdón de nuestros pecados, por la aspersión de su sangre. En efecto, hallamos en la Escritura estas palabras acerca de él, referidas ya a Israel, ya a nosotros: Fue herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestros crímenes; por sus llagas hemos sido curados. Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Por esto debemos estar sumamente agradecidos al Señor, ya que nos ha mostrado las cosas pasadas, nos ha instruido acerca de las presentes y no nos ha dejado en la ignorancia respecto a las futuras.

 

Dice la Escritura: No se tiende injustamente la red a lo que tiene alas. Con estas palabras quiere significar que con justicia se condena el hombre que, habiendo conocido el camino de la justicia, escoge el camino de las tinieblas. Hay más, hermanos míos: si el Señor soportó el sufrir por nuestras almas, con todo y ser el alma del universo, a quien dijo Dios en la creación del mundo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, ¿cómo es que soportó el sufrir por mano de hombres? Voy a explicároslo. Los profetas, con la gracia que de él habían recibido, profetizaron acerca de él; y él, porque tenía que mostrarse en nuestra condición humana, para destruir la muerte y manifestar la resurrección de entre los muertos, sufrió para cumplir las promesas hechas a los padres y para demostrar, formándose un nuevo pueblo, mientras estaba en la tierra, su futura condición de juez. Finalmente, él predicó y enseñó al pueblo de Israel e hizo tan grandes prodigios y señales para demostrarle su gran amor.

 

Y al renovarnos por el perdón de nuestros pecados, nos dio un nuevo ser, un alma como de niños, ya que nos creó de nuevo. Dice, en efecto, la Escritura, citando las palabras con que el Padre habla al Hijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, y que domine a las bestias de la tierra, a las aves del cielo y a los peces del mar. Y dijo el Señor, al contemplar la hermosura de nuestra naturaleza: Creced y multiplicaos y llenad la tierra.

 

Todo esto lo decía el Padre a su Hijo. Pero voy a mostrarte también lo que nos dice a nosotros. Al llegar la plenitud de los tiempos realizó la segunda creación. Dice, en efecto, el Señor: Mirad que hago lo último igual que lo primero. El profeta tenía estas palabras ante sus ojos cuando decía: Entrad en la tierra que mana leche y miel y enseñoreaos de ella. Por tanto nosotros hemos sido creados de nuevo, tal como dice otro de los profetas: He aquí, dice el Señor, que quitaré de ellos, es decir, de aquellos que veía por adelantado el Espíritu del Señor, el corazón de piedra, y pondré en su interior un corazón de carne. Por esto él quiso manifestarse en carne y habitar entre nosotros. La morada de nuestro corazón, hermanos míos, es, en efecto, un templo santo para el Señor.

 

Por esto el Señor dice también: Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea de los santos te alabaré. Por consiguiente, somos nosotros los que el Señor ha introducido en la tierra buena.