Viernes, XVIII semana
San Juan de la Cruz Cántico espiritual 39,4-7
En la transformación que el alma tiene
en esta vida, pasa esta misma aspiración de Dios al alma y del alma a Dios con
mucha frecuencia, con subidísimo deleite de amor en el alma, aunque no en
revelado y manifiesto grado, como en la otra vida. Porque esto es lo que
entiendo quiso decir san Pablo cuando dijo: Por cuanto sois hijos de Dios,
envió Dios en vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, clamando al Padre. Y
no hay que tener por imposible que el alma pueda una cosa tan alta, que el alma
aspire en Dios como Dios aspira en ella por modo participado, porque, dado que
Dios le haga merced de unirla en la Santísima Trinidad, en que el alma se hace
deiforme y Dios por participación, ¿qué increíble cosa es que obre ella también
su obra de entendimiento, noticia y amor, o, por mejor decir, la tenga obrada
en la Trinidad juntamente con ella como la misma Trinidad, pero por modo
comunicado y participado, obrándolo Dios en la misma alma? Porque esto es estar
transformada en las tres Personas en potencia y sabiduría y amor, y en esto es
semejante el alma a Dios, y para que pudiese venir a esto la crió a su imagen y
semejanza. Y como esto sea, no hay más saber ni poder para decirlo, sino dar a
entender cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este alto estado y nos mereció este
subido puesto de poder ser hijos de Dios, como dice san Juan; y así lo pidió al
Padre por el mismo san Juan, diciendo: Padre, quiero que los que me has dado,
que, donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean la claridad que
me diste; es a saber, que hagan por participación en nosotros, la misma obra
que yo por naturaleza, que es aspirar el Espíritu Santo.
REFLEXIÓN
Por participación de amor nos transformamos en divinidad, aquella que comparten las personas de la trinidad. Esta participación se va realizando en vida histórica, sin saberse cuánto pero con cierto entendimiento de que se va dando, porque el Espíritu que mueve la aspíración a Dios, como quien respira, nos comparte la misma gratuitamente. Se produce entonces ahora el gozo que nos va liberando de la preocupación presente por el no-reino.