viernes, 5 de agosto de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Viernes 18 de tiempo ordinario

Nahún 2, 1. 3; 3, 1-3. 6-7



REFLEXIÓN

En la escena internacional un profeta casi desconocido desde el reino de Juda, el que queda de Israel, canta el señorío del Señor sobre la historia.

Según la historia el imperio Asirio fue entonces el más cruel y el profeta canta su caída, leyendo una acción favorable de la Palabra.

Es lo que sucede en nuestros días a nivel geopolítico, también dentro de nuestras fronteras, de nuestras sociedades, de nuestras redes de relación, de familia, de trabajo, de amistad.

Porque en todos estos niveles sucede y se da el dominio efectivo y el afán de dominio de unos sobre otros.

Unas veces adquieren tal fuerza que gemimos por la aflicción que nos causan.

Entonces al liberarnos por lo que llamamos azar, circunstancias favorables y demás, podemos reconocer una intervención del Señor de la historia y dar gracias, porque hay Alguien más allá de todo, que protege y ayuda.

Una convicción de esta clase aporta al creyente un descanso básico, una esperanza sólida, una paciencia aquilatada, porque saborea que el Señor anda cerca.

Interleccional: Deuteronomio 32



REFLEXIÓN

el Señor defenderá a su pueblo / y tendrá compasión de sus siervos

Es posible que nuestra responsabilidad engendre malos días cuyos efectos caigan sobre nosotros, pero la esperanza del creyente consiste en esperar misericordia más allá de la propia culpa, y según esto, esperar confiado mientras se da y se padece la criba.

Mateo 16, 24-28



REFLEXIÓN

El que quiera venirse conmigo, que se niegue s sí mismo, que cargue con su cruz y me siga

Porque cruz siempre hay, se quiera o no. Es mejor cargarla voluntariamente que ser oprimido y arrastrado por su peso a pesar de nuestra rebeldía y protesta.

Es mejor que ella se cargue, inspirados por un amor de seguimiento, que honra la entrega de Jesús.

Y en esas condiciones me siga: en una negación que es consecuencia de la entrega al reino de Dios en toda su riqueza, diversidad y amplitud. Haciendo el bien con discernimiento.

Ello generará la cruz particular que hemos de cargar. Porque el hacer el bien con discernimiento implica un tanto cuanto que inhibe el afectarse a nada que no sea partícipe del designio del Padre.

el que la pierda por mí la encontrará

El desgaste cotidiano por el Señor también cuenta para ir encontrando la vida.

Perder por el reino es una contravía a la receta del éxito mundano: el esforzarse por ser un ganador, no importa sobre cuántas cabezas.

¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?

Estamos troquelados por el sistema capitalista de mercado. Somos por tanto sensibles a ser considerados perdedores. Y nos esforzamos para ser siempre ganadores.

Un sistema diferente, evangélico, nos plantea el reverso del anverso: ser perdedores de la vida-concupiscencia y asumir la cruz produce ganancia. Es una ganancia que se deja sentir desde ya.

De qué me sirve recibir todo el reconocimiento y los recursos que anhelo si voy a perder la vida? Es preferible no recibirlos.

pagará a cada uno según su conducta

Los sicólogos y filósofos extreman su purismo cuando concluyen que lo perfecto consiste en no esperar premio ni recompensa, porque eso es de niños, impuro e imperfecto.

Pero el Señor gusta que seamos como niños con Él. Incluso lo alaba Jesús cuando acoge los niños. Porque a ellos no les da pena reconocer que le gustan los premios y las recompensas.

Y el Padre de Jesús lo ha enviado para que nos seduzca con la promesa de una vida junto a él. No es posible no esperar por ello.

Es preferible recibir su paga. La cual se barrunta, desde la sede de la verdad y convicción, que vive dentro de nosotros y nos mantiene orientados.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1555515669483069440?s=20&t=3cndncUeKqtAXY3AkO6BGw

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


Viernes, XVIII semana

San Juan de la Cruz Cántico espiritual 39,4-7

En la transformación que el alma tiene en esta vida, pasa esta misma aspiración de Dios al alma y del alma a Dios con mucha frecuencia, con subidísimo deleite de amor en el alma, aunque no en revelado y manifiesto grado, como en la otra vida. Porque esto es lo que entiendo quiso decir san Pablo cuando dijo: Por cuanto sois hijos de Dios, envió Dios en vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, clamando al Padre. Y no hay que tener por imposible que el alma pueda una cosa tan alta, que el alma aspire en Dios como Dios aspira en ella por modo participado, porque, dado que Dios le haga merced de unirla en la Santísima Trinidad, en que el alma se hace deiforme y Dios por participación, ¿qué increíble cosa es que obre ella también su obra de entendimiento, noticia y amor, o, por mejor decir, la tenga obrada en la Trinidad juntamente con ella como la misma Trinidad, pero por modo comunicado y participado, obrándolo Dios en la misma alma? Porque esto es estar transformada en las tres Personas en potencia y sabiduría y amor, y en esto es semejante el alma a Dios, y para que pudiese venir a esto la crió a su imagen y semejanza. Y como esto sea, no hay más saber ni poder para decirlo, sino dar a entender cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este alto estado y nos mereció este subido puesto de poder ser hijos de Dios, como dice san Juan; y así lo pidió al Padre por el mismo san Juan, diciendo: Padre, quiero que los que me has dado, que, donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean la claridad que me diste; es a saber, que hagan por participación en nosotros, la misma obra que yo por naturaleza, que es aspirar el Espíritu Santo.

REFLEXIÓN

Por participación de amor nos transformamos en divinidad, aquella que comparten las personas de la trinidad. Esta participación se va realizando en vida histórica, sin saberse cuánto pero con cierto entendimiento de que se va dando, porque el Espíritu que mueve la aspíración a Dios, como quien respira, nos comparte la misma gratuitamente. Se produce entonces ahora el gozo que nos va liberando de la preocupación presente por el no-reino.