martes, 16 de agosto de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Martes 20 de tiempo ordinario

Año Par

Ezequiel 28, 1-10



REFLEXIÓN

Se hinchó tu corazón, y dijiste: 'Soy Dios

tú que eres hombre y no dios; te creías listo como los dioses.

Aunque sea en una forma menos glamorosa, nuestro corazón ha sido seducido muchas veces, y lo sigue siendo, por una sutil vocecilla que le susurra cuán grande e inteligente somos!

La presunción está agazapada a cada paso y esquina de nuestro caminar.

Ocupar nuestro sitio todo el tiempo, guardar las debidas perspectivas siempre, es una hazaña, casi imposible de llevar a cabo.

Porque entre otras cosas se da la mentalidad engañosa de que ocupar nuestro sitio y puesto es ir contra nuestro ser de hombre, con potencialidad para cambiar muchas cosas.

tu fortuna te llenó de presunción.

Nos preguntamos gimiendo y llorando por qué pasamos por las pruebas, cuando las calamidades, tragedias y tropiezos se dan en los linderos de nuestra existencia.

Son un don del Señor. Paradójicamente son las pruebas de su amor para que nos salgamos del proceso de auto-endiosamiento y presunción.

Los eventos que nos hacen morder el polvo, pequeños y grandes, descubren nuestro verdadero tamaño y la idiotez de haber presumido de nuestra grandeza.

Se abre pues la oportunidad de volver al Señor y confesar de nuevo que Él es el único, que es nuestro absoluto, y nuestra felicidad es depender de su gloria.

Interleccional: Deuteronomio 32



REFLEXIÓN

No es porque su Roca los ha vendido, / porque el Señor los ha entregado?

Eres el único que puede tocar el corazón para mudarlo.

el Señor defenderá a su pueblo / y tendrá compasión de sus siervos

Son pueblo y siervos, que en Jesús serán amigos, quienes hacen conciencia y viven de la fe que los hace depender del Señor.

Nuestro proceso humanizador y civilizador en su rumbo adecuado pasa por la apropiación viviente de la realidad de la dependencia del Señor, y en ella nuestra plenificación y potenciación.

Mateo 19,23-30



REFLEXIÓN

difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos

Por su apego a las riquezas.

Se observa que individualmente o como sistema, la acumulación es signo de codicia, aun cuando haya muestras de solidaridad poco comprometida.

Porque aun en la buena obra se pueden colar el cálculo y el interés de acumular riquezas.

"Entonces, ¿quién puede salvarse?"

En alguna forma todos somos ricos, y estamos apegados a alguna forma de riqueza

Este espanto no tiene sentido si los discípulos no tuvieran idea de las riquezas, al menos como proyecto de vida. Quién no quiere riquezas?

Se muestran como el brillo que alumbra la oscuridad de las existencias y resuelve la infelicidad.

Entonces el espanto tiene que ser por el sentido de ricos que es el ideal de la mayoría de las personas que no tiene el tesoro en el reino.

El reino no tiene que ver con acumulación como programa de vida, sino con lo contrario.

La riqueza divide, la solidaridad fraterniza y une.

Si el reino es fraternidad y comunión, la codicia se constituye en un obstáculo insalvable e irredimible.

Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo."

Porque si dependiera de nosotros nos quedaríamos ricos, pero sin Dios.

Con esta fuerza queremos itinerar, con la convicción de que en el camino vamos con la suma de las posibilidades, si le creemos más que a nosotros mismos y nuestros apegos.

Es su don mover el corazón del apego a la acumulación de bienes, a la riqueza.

De ahí que aun en el pobre y mísero, a quien nos debe preocupar ayudar a salir de su pobreza, se puede dar la codicia.

Y por descuidar ese enfoque sobre el apego a la riqueza ciertos proyectos de desarrollo y crecimiento material que acompañan la evangelización terminan en fracaso, desunión, y mayor apego a lo material.

dijo Pedro: "Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?"

Entre los seguidores hay quienes se han despojado de lo material y ya no tienen la acumulación y la codicia como meta existencial, como logro de la vida.

Son espontáneos y honestos los discípulos de Jesús en ese momento porque no esconden su ambición de ser ricos en bienes materiales junto a Jesús.

cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel

Como toda realidad evangélica implica una transformación de lo corruptible.

El poder de los que lo han abandonado todo por el Señor se verá al final.

El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna

La dependencia del Señor, como la de Jesús de Nazareth, se manifiesta aquí y ahora y al final también.

La fraternidad de la comunidad, en vez de la división y egocentrismo de la sociedad sin Dios, es un bien que podemos disfrutar ya como realización anticipada del reino.

Es la prenda, el botón de muestra de lo que será en la plenitud.

No sólo dejar posesiones sino también personas. Dejar relaciones. Dejar apegos pecaminosos y desordenados.

Un despojo voluntario en el compartir engendra una fraternidad que multiplica con creces lo que se ha dejado.

El Señor no se deja vencer en generosidad.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1559513469883400196?s=20&t=eumFXS7TBOKIoMECN3ABlA

 

DOCTORES DE LA IGLESIA


 

Martes, XX semana

San Bernardo Homilías sobre las excelencias de la Virgen Madre 2,1-2.4

El único nacimiento digno de Dios era el procedente de la Virgen; asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciere de ella no fuere otro que el mismo Dios. Por esto, el Hacedor del hombre, al hacerse hombre, naciendo de la raza humana, tuvo que elegir, mejor dicho, que formar para sí, entre todas, una madre tal cual él sabía que había de serle conveniente y agradable. Quiso, pues, nacer de una virgen inmaculada, él, el inmaculado, que venía a limpiar las máculas de todos. Quiso que su madre fuese humilde, ya que él, manso y humilde de corazón, había de dar a todos el ejemplo necesario y saludable de estas virtudes. Y el mismo que ya antes había inspirado a la Virgen el propósito de la virginidad y la había enriquecido con el don de la humildad le otorgó también el don de la maternidad divina. De otro modo, ¿cómo el ángel hubiese podido saludarla después como llena de gracia, si hubiera habido en ella algo, por poco que fuese, que no poseyera por gracia? Así, pues, la que había de concebir y dar a luz al Santo de los santos recibió el don de la virginidad para que fuese santa en el cuerpo, el don de la humildad para que fuese santa en el espíritu. Así, engalanada con las joyas de estas virtudes, resplandeciente con la doble hermosura de su alma y de su cuerpo, conocida en los cielos por su belleza y atractivo, la Virgen regia atrajo sobre sí las miradas de los que allí habitan, hasta el punto de enamorar al mismo Rey y de hacer venir al mensajero celestial. Fue enviado el ángel, dice el Evangelio, a la Virgen. Virgen en su cuerpo, virgen en su alma, virgen por su decisión, virgen, finalmente, tal cual la describe el Apóstol, santa en el cuerpo y en el alma; no hallada recientemente y por casualidad, sino elegida desde la eternidad, predestinada y preparada por el Altísimo para él mismo, guardada por los ángeles, designada anticipadamente por los padres antiguos, prometida por los profetas.

REFLEXIÓN

La devoción Mariana es pieza insustituíble de la espiritualidad bíblica por el sentido de emparejamiento que subsana la primera pareja del mundo. El adorno de esta figura fundamental por una acumulación de adjetivos y conveniencias, es un ejercicio de amor que construye un perfil adecuado y proporcionado, para que la mujer se ubique en un rol protagónico de la empresa de salvación. Este ejercicio arraiga en el afecto de multitudes en todas las latitudes, especialmente hoy , que el rescate de la importancia de la participación de la mujer en las responsabilidades del mundo, es tenazmente propuesto y defendido.