lunes, 2 de enero de 2023

PALABRA COMENTADA

 

EPIFANIA

dia 2 Antes de Epifanía

1Juan 2,22-28



REFLEXIÓN

Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna.

Permanecer μένω  lo escuchado, permanecer en la comunión de Hijo y Padre. Un asunto de adhesión, pertenencia, fidelidad, y referencia que dura.

Todas las relaciones humanas que se forman y establecen, tienen la intención de permanecer, durar: parejas, hijos, familia, amistad, alianzas políticas.

Y con mucha frecuencia son ayes de dolor y amargura los que se escuchan porque la relación entra en crisis, o se distancia, o se rompe y el saldo es la infelicidad.

Lo que abunda es el discurso que promete la duración de la relación. Una promesa que se rompe con mucha facilidad.

Un remedio a esta naturaleza deleznable se pretende con la obligación de la ley, la fuerza que lo legal debe hacer cumplir.

Y el saldo es que además de infieles se multiplican los delitos, los delincuente, los ilegales, los proscritos.

Por eso miramos esta Palabra que ofrece duración con esperanza. Una esperanza que no se confunde con ilusión. Una cosa es ser esperanzado y otra iluso. La esperanza de la permanencia en la comunión se construye en colaboración con el Señor, porque Él tampoco quiere poder mucho sin nosotros.

Salmo responsorial: 97



REFLEXIÓN

se acordó de su misericordia y su fidelidad

La misericordia del Señor activa su fidelidad. Lo que ha prometido permanece, pero nosotros no. De nuestra parte lo común es la infidelidad. Por su perdón regenerador la misericordia que nos tiene, vuelve a mantener su promesa.

El Señor es un codependiente de nuestra fragilidad. No quiere desvincularse de nuestra suerte, aunque lo dejemos mal. Torna a insistir por misericordia en su fidelidad.

No teme como nosotros, que tanto perdón lo haga parecer poco apreciado en su ofrecimiento. Su poderío consiste en mantenerse a la espera de nuestra vuelta, de nuestra maduración, cuando nos demos cuenta de su amor y lo tomemos en serio.

Juan 1,19-28



REFLEXIÓN

Yo soy la voz que grita en el desierto:

Como el profeta seguidor de Isaías, que lo revivía en el destierro, para consolación del pedazo de pueblo.

Una voz anónima que se deja escuchar como un espontáneo, sin ninguna identificación o certificación de alguna autoridad, como muestra de la soberanía y libertad del Espíritu, para producir la comunicación salvífica de parte del Señor.

Ninguna de las etiquetas: Elías, el Profeta, el Mesías, logra ubicar a Juan el Bautista. Él lo hace con una voz que surge por impulso que viene del Señor. Su misión se desmarca de las autoridades. Éstas son ilegítimas para el evangelista.

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DOCTORES DE LA IGLESIA


 

San Basilio Magno Sobre el Espíritu Santo 26, 61.64

De quien ya no vive de acuerdo con la carne, sino que actúa en virtud del Espíritu de Dios, se llama hijo de Dios y se ha vuelto conforme a la imagen del Hijo de Dios, se dice que es hombre espiritual. Y así como la capacidad de ver es propia de un ojo sano, así también la actuación del Espíritu es propia del alma purificada. Así mismo, como reside la palabra en el alma, unas veces como algo pensado en el corazón, otras veces con algo que se profiere con la lengua, así también acontece con el Espíritu Santo, cuando atestigua a nuestro espíritu y exclama en nuestros corazones: Abba (Padre), o habla en nuestro lugar, según lo que se dijo: No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Ahora bien, así como entendemos el todo distribuido en sus partes, así también comprendemos el Espíritu según la distribución de sus dones. Ya que todos somos efectivamente miembros unos de otros, pero con dones que son diversos, de acuerdo con la gracia de Dios que nos sido concedida. Por ello precisamente, el ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito.» Sino que todos los miembros completan a la vez el cuerpo de Cristo, en la unidad del Espíritu; y de acuerdo con las capacidades recibidas se distribuyen unos a otros los servicios que necesitan.

REFLEXIÓN

No hay vida verdadera, espiritual sin Espíritu de Dios, Espíritu Santo. Podemos creerlo imperceptible, pero sus efectos nos traen a la conciencia la presencia activa de su influjo: sentirnos uno, sentirnos unos en relación con otros, sentirnos unos en gozo o sufrimiento de otros y por otros, sentirnos gozosos de otros y otras. Sentir la simbiosis entre espíritu y carne que no permite nuestro envilecimientos absoluto, sino que empuja a la regeneración. Sentirnos vibrantes con su Palabra y mensaje en nuestros pechos, que no podemos contener ante el Pueblo.