lunes, 12 de febrero de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA 

Lunes 6 de tiempo ordinario

Santiago 1,1-11



REFLEXIÓN

teneos por muy dichosos cuando os veáis asediados por toda clase de pruebas

Se recuerda una bienaventuranza o makarismo evangélico que hay que cultivar desde la fe.

al ponerse a prueba vuestra fe, os dará constancia. Y si la constancia llega hasta el final, seréis perfectos e íntegros

este es el asunto: fe, pruebas, dicha, constancia, integridad o perfección al final de un proceso.

Es como decir: hay que ganar batallas, pero más que nada la guerra. Si alguna batalla se pierde, lo importante es ganar la guerra.

tiene que pedir con fe, sin titubear lo más mínimo

Creer como si de ello dependiera la existencia, con un profundo sentido y orientación, no como un ejercicio de terquedad. Convicción no es lo mismo que terquedad.

Salmo responsorial: 118



REFLEXIÓN

Me estuvo bien el sufrir, / así aprendí tus mandamientos

En el sufrir hay una lección, un aprendizaje, por lo cual todos somos aprendices siempre.

Reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos, / que con razón me hiciste sufrir

Hasta que no lleguemos a entender el mandato como alianza el sufrimiento no ha logrado su cometido.

Marcos 8,11-13



REFLEXIÓN

¿Por qué esta generación reclama un signo?

No hay peor ciego que el que no quiere ver. Y la fe es un género de visión que resulta ceguera para los de fuera.

Jesús de Nazaret da mucha importancia a la fe de las personas que solicitan y reciben su intervención sanadora. 

Porque la fe es el antídoto de la magia y la superstición y la milagrería. De la religión como evasión del propio compromiso.

Detesta que se le pidan signos portento y no más bien signos de fe.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1493185634684579842?s=20&t=P--jC9Xqh0u0HYmi1-J5Yw

https://x.com/motivaciondehoy/status/1756996838773678207?s=20

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Santiago 1,1-11

Salmo responsorial: 118

Marcos 8,11-13

DOCTORES DE LA IGLESIA


 

LA SABIDURÍA COMO LA MADRE DEL CIELO SE OBTIENE EN LA ESCUCHA DE jESÚS

LUNES, VI SEMANA

San Bernardo Sermón 15 sobre diversas materias 

Trabajemos para tener el manjar que no se consume: trabajemos en la obra de nuestra salvación. Trabajemos en la viña del Señor, para hacernos merecedores del denario cotidiano. Trabajemos para obtener la sabiduría, ya que ella afirma: Los que trabajan para alcanzarme no pecarán. El campo es el mundo –nos dice aquel que es la Verdad–; cavemos en este campo; en él se halla escondido un tesoro que debemos desenterrar. Tal es la sabiduría, que ha de ser extraída de lo oculto. Todos la buscamos, todos la deseamos. Si queréis preguntar –dice la Escritura–, preguntad, convertíos, venid. ¿Te preguntas de dónde te has de convertir? Refrena tus deseos, hallamos también escrito. Pero, si en mis deseos no encuentro la sabiduría –dices–, ¿dónde la hallaré? Pues mi alma la desea con vehemencia, y no me contento con hallarla, si es que llego a hallarla, sino que echo en mi regazo una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. Y esto con razón. Porque, dichoso el que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Búscala, pues, mientras puede ser encontrada; invócala, mientras está cerca. ¿Quieres saber cuán cerca está? 

REFLEXIÓN

Indicios de sabiduría, la que siempre quiere más y queda con hambre. No la que harta y se vomita. Confesar la propia iniquidad es mantenerse en un sano realismo de su verdadero protagonismo y relieve, con la conciencia de que estamos inclinados al daño de otros. Confesar la acción de gracias, es compañera inseparable de la anterior, ya que por conocer nuestra tendencia al perjuicio ajeno, no cesamos de agradecer que busquemos hacer bien. Además la boca que edifica con una narrativa positiva que aporta esperanza, repara el daño causado o por causar, y muestra que su acción de gracias es honesto.

En efecto, por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Y además, lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a si mismo: y así, lo que debe hacer en segundo lugar es ensalzar a Dios, y en tercer lugar (si a tanto llega la abundancia de su sabiduría) edificar al prójimo.