LUNES, VI SEMANA
San Bernardo Sermón 15 sobre diversas materias
Trabajemos para tener el manjar que no se consume: trabajemos en la obra de nuestra salvación. Trabajemos en la viña del Señor, para hacernos merecedores del denario cotidiano. Trabajemos para obtener la sabiduría, ya que ella afirma: Los que trabajan para alcanzarme no pecarán. El campo es el mundo –nos dice aquel que es la Verdad–; cavemos en este campo; en él se halla escondido un tesoro que debemos desenterrar. Tal es la sabiduría, que ha de ser extraída de lo oculto. Todos la buscamos, todos la deseamos. Si queréis preguntar –dice la Escritura–, preguntad, convertíos, venid. ¿Te preguntas de dónde te has de convertir? Refrena tus deseos, hallamos también escrito. Pero, si en mis deseos no encuentro la sabiduría –dices–, ¿dónde la hallaré? Pues mi alma la desea con vehemencia, y no me contento con hallarla, si es que llego a hallarla, sino que echo en mi regazo una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. Y esto con razón. Porque, dichoso el que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Búscala, pues, mientras puede ser encontrada; invócala, mientras está cerca. ¿Quieres saber cuán cerca está?
REFLEXIÓN
Indicios de sabiduría, la que siempre quiere más y queda con hambre. No la que harta y se vomita. Confesar la propia iniquidad es mantenerse en un sano realismo de su verdadero protagonismo y relieve, con la conciencia de que estamos inclinados al daño de otros. Confesar la acción de gracias, es compañera inseparable de la anterior, ya que por conocer nuestra tendencia al perjuicio ajeno, no cesamos de agradecer que busquemos hacer bien. Además la boca que edifica con una narrativa positiva que aporta esperanza, repara el daño causado o por causar, y muestra que su acción de gracias es honesto.
En efecto, por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Y además, lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a si mismo: y así, lo que debe hacer en segundo lugar es ensalzar a Dios, y en tercer lugar (si a tanto llega la abundancia de su sabiduría) edificar al prójimo.
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