miércoles, 29 de mayo de 2024

Miércoles 8 de tiempo ordinario

el Santo Padre afirmó que ni siquiera en medio del enorme disgusto «he perdido la firme certeza de que a pesar de la debilidad humana, las dificultades y las pruebasla Iglesia es guiada por el Espíritu Santo y nunca le faltará la ayuda del Señor».

subrayando que «las tribulaciones nada pueden contra quien es sostenido por la gracia divina».

Confiar, confiar, confiar es la consigna. Como parte de la Iglesia, confío en la conducción del Espíritu Santo para el bien integral de mi familia y de los asignados a servir en el ministerio de la Palabra y la caridad.

1Pedro 1,18-25

REFLEXIÓN

os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres

precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha

La genética y la cultura ayudan como dones gratuitos a la persona para construir algo mejor. Pero no son infalibles, ni perfectos.

Arrastran y conllevan fallas, defectos, desviaciones del bien que nos preceden y sitúan en nuestro accionar.

La sangre que es vida, en Jesús de Nazaret ofrecida y derramada hasta la extenuación, también nos precede como nueva genética y cultura antídoto de las otras contaminadas para ayudarnos en nuestra construcción dotándonos de perfetibilidad y potencialidad en el Espíritu.

Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente

Porque en el amor, aún en el erótico, el desafío es penetrar hasta su estadio perfecto, que avanza más allá de las cenizas de la pasión, hasta el abrazo y compartir fraterno.

habéis vuelto a nacer, y no de una semilla mortal, sino de una inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y duradera,

en cada recodo de la historia personal y cultural podemos decir que un nuevo nacimiento se va dejando traslucir como efecto de la Palabra que constantemente nos convoca al parto.

Salmo responsorial: 147


REFLEXIÓN 

ha reforzado los cerrojos de tus puertas, / y ha bendecido a tus hijos dentro de ti

El Señor se nos ofrece como protector, como muralla, como plaza fuerte para que amparados confíemos y alabemos su protección.

Marcos 10,32-45

REFLEXIÓN

los discípulos iban subiendo camino de Jerusalén, y Jesús se les adelantaba;

En la segunda semana de los ejercicios ignacianos se nos ofrece un Rey, un líder que llama a seguirlo. Pero no a superarlo. No exigirá nada que no haga él primero. Su conducción es ejemplar, porque inspira hacer como él.

los que seguían iban asustados

el Hijo del hombre va a ser entregado

Porque la carne presiente la crucifixión y teme el dolor y la ignominia. El carisma ignaciano es para ubicar al creyente ejercitante en tal disposición de fe confiada que acepta y se abre a la perspectiva de la crucifixión, alentado por el caminar siempre por delante de Jesús, Rey eternal.

De nuestra parte se nos pide confiar en medio del temor, como los jóvenes en medio de las llamas, que alababan al Señor.

a los tres días resucitará.

Pero se necesita esa luz de la Resurrección para soportar la oscuridad desde la luz.

No es lo mismo adentrarse en las tinieblas del mundo a ciegas, que con la luz que nos ha concedido el Señor Jesús.

¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?

dar la vida en rescate por todos

Frente a todo ímpetu de ambición de poder, por mezquino que parezca nos confronta Jesús con su propia ambición: entregarse al designio del Padre.

motivaciondehoy


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Miércoles 8 de tiempo ordinario

1Pedro 1,18-25

Salmo responsorial: 147

Marcos 10,32-45



San Agustín Confesiones 10,26,37—29,40 
Señor, ¿dónde te hallé para conocerte –porque ciertamente no estabas en mi memoria antes que te conociese–, dónde te hallé, pues, para conocerte, sino en ti mismo, lo cual estaba muy por encima de mis fuerzas? Pero esto fue independientemente de todo lugar, pues nos apartamos y nos acercamos, y, no obstante, esto se lleva a cabo sin importar el lugar. ¡Oh Verdad!, tú presides en todas partes a todos los que te consultan y, a un mismo tiempo, respondes a todos los que te interrogan sobre las cosas más diversas. Tú respondes claramente, pero no todos te escuchan con claridad. Todos te consultan sobre lo que quieren, mas no todos oyen siempre lo que quieren. Optimo servidor tuyo es el que no atiende tanto a oír de ti lo que él quisiera, cuanto a querer aquello que de ti escuchare.

REFLEXIÓN
La Verdad de Dios es un Tú, que buscamos y cuestionamos más que lo que escuchamos. Aplicamos nuestro uso común ordinario, que es decir, opinar, hablar sin casi descanso. Pero menos el escuchar y asimilar lo que se nos pueda decir. Dios ama el silencio y es silencio, en el cual se nos comunica, si estamos abiertos a escuchar.


¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.

REFLEXIÓN
El Señor pasa de incógnito, pero no se queda anónimo, porque quien lo experimenta, sabe que es Él y que Él es. Es un Amor primero, posicionado en nuestro centro, quizá olvidado pero disponible.


 Cuando yo me adhiera a ti con todo mi ser, ya no habrá más dolor ni trabajo para mí, y mi vida será realmente viva, llena toda de ti. Tú, al que llenas de ti, lo elevas, mas, como yo aún no me he llenado de ti, soy todavía para mí mismo una carga. Contienden mis alegrías, dignas de ser lloradas, con mis tristezas, dignas de ser aplaudidas, y no sé de qué parte está la victoria. ¡Ay de mí, Señor! ¡Ten misericordia de mí! Contienden también mis tristezas malas con mis gozos buenos, y no sé a quién se ha de inclinar el triunfo. ¡Ay de mí, Señor! ¡Ten misericordia de mí! Yo no te oculto mis llagas. Tú eres médico, y yo estoy enfermo; tú eres misericordioso, y yo soy miserable. ¿Acaso no está el hombre en la tierra cumpliendo un servicio? ¿Quién hay que guste de las molestias y trabajos? Tú mandas tolerarlos, no amarlos. Nadie ama lo que tolera, aunque ame el tolerarlo. Porque, aunque goce en tolerarlo, más quisiera, sin embargo, que no hubiese qué tolerar. En las cosas adversas deseo las prósperas, en las cosas prósperas temo las adversas. ¿Qué lugar intermedio hay entre estas cosas, en el que la vida humana no sea una lucha? ¡Ay de las prosperidades del mundo, pues están continuamente amenazadas por el temor de que sobrevenga la adversidad y se esfume la alegría! ¡Ay de las adversidades del mundo, una, dos y tres veces, pues están continuamente aguijoneadas por el deseo de la prosperidad, siendo dura la misma adversidad y poniendo en peligro la paciencia! ¿Acaso no está el hombre en la tierra cumpliendo sin interrupción un servicio? Pero toda mi esperanza estriba sólo en tu muy grande misericordia.

REFLEXIÒN
Más que el espacio, la temporalidad se hace sentir en la existencia humana. Y así se va construyendo nuestra inestabilidad, aunque disfrutemos largamente de las bondades de la vida. Y por eso la misericordia del Señor, que es su comprensión y compensación a nuestra inestabilidad, nos comparte su permanente solidez.