domingo, 11 de agosto de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 19 de tiempo ordinario

1Reyes 19,4-8



REFLEXIÓN

se deseó la muerte: "¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!"

Captarse en misión más allá de las circunstancias que indican que todo ha terminado, es un don de lo alto, que supera nuestras fuerzas en extinción.

Aun allí el enviado muestra en su existencia que es un mensaje del Señor, aportando salvación y redención. Porque no es sólo lo que intencional y conscientemente decimos y expresamos, lo que sirve al designio, sino la existencia toda con su brillantez y su opacidad, la que ofrece su martirio.

Por eso se nos revelará en un momento final todo lo que hemos construído, lo cual con mucho ignoramos.

"¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas."

De nuestra parte, según nuestra fe, el compromiso es seguir comiendo para tener fuerzas, cuando llegue la próxima entrega.

Salmo responsorial: 33



REFLEXIÓN

Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha / y lo salva de sus angustias

Gustad y ved qué bueno es el Señor

El señor como buen terapeuta nos libra si cooperamos, de nuestras angustias, que aceleran nuestro deseo de muerte. 

Gustar de Él es parte de la conversión de nuestra totalidad: cuerpo,mente y espíritu. Así como la ciencia encuentra plausible la interconexión e intercomunicación cuerpo y mente, se da la de cuerpo y espíritu pasando por la mente.

Ignacio de Loyola lo intuía cuando en sus meditanciones incluye la aplicación de sentidos, que a primera vista parece una ingenuidad, pero examinada con más detenimiento nos interna en la perspectiva de la unidad que somos: cuerpo, mente y espírtu.

Efesios 4,30-5,2



REFLEXIÓN

Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo

Cuando el Espíritu es nuestro dominio, nuestro estilo de vida lo muestra, procediendo en forma constructiva y fraternal.

Juan 6,41-51



REFLEXIÓN

"No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?"

Abrirse a la transformación de la materia por el Espíritu implica aceptar la posibilidad de que la carne sea glorificada en Dios. Por eso la teología oriental insiste más en la divinización como nuestra vocación primordial.

La aceptación de Jesús, un ciudadano campesino cualquiera en las coordenas palestinas de hace dos mil años, es un llamado a la aceptación de su glorificación por el Padre, como destino y designio de todos nosotros.

Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida.

Un alimento que transforma tiene que venir del cielo, aunque ya se dé entre nosotros su materia prima. Para que sea efectivo debe ser procesado con fe.

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motivaciondehoy


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Domingo 19 de tiempo ordinario

1Reyes 19,4-8

Salmo responsorial: 33

Efesios 4,30-5,2

Juan 6,41-51

SAN CARLO ACUTIS DE ASIS

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


De la carta de santa Clara, virgen, a la beata Inés de Praga

(Escritos de santa Clara, edición Ignacio Omaechevarría, Madrid 1970, pp. 339-341)
Atiende a la pobreza, la humildad y la caridad de Cristo

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Dichoso, en verdad, aquel a quien le es dado alimentarse en el sagrado banquete y unirse en lo íntimo de su corazón a aquel cuya belleza admiran sin cesar las multitudes celestiales, cuyo afecto produce afecto, cuya contemplación da nueva fuerza, cuya benignidad sacia cuya suavidad llena el alma, cuyo recuerdo ilumina suavemente, cuya fragancia retornará los muertos a la vida y cuya visión gloriosa hará felices a los ciudadanos de la Jerusalén celestial: él es el brillo de la gloria eterna un reflejo de la luz eterna, un espejo nítido, el espejo que debes mirar cada día, oh reina, esposa de Jesucristo, y observar en él reflejada tu faz, para que así te vistas y adornes por dentro y por fuera con toda la variedad de flores de las diversas virtudes, que son las que han de constituir tu vestido y tu adorno, como conviene a una hija y esposa castísima del Rey supremo. En este espejo brilla la dichosa pobreza, la santa humildad y la inefable caridad, como puedes observar si, con la gracia de Dios vas recorriendo sus diversas partes.

Atiende al principio de este espejo, quiero decir a la pobreza de aquel que fue puesto en un pesebre y envuelto en pañales. ¡Oh admirable humildad, oh pasmosa pobreza! El Rey de los ángeles, el Señor del cielo y de la tierra es reclinado en un pesebre. En el medio del espejo, considera la humildad, al menos la dichosa pobreza, los innumerables trabajos y penalidades que sufrió por la redención del género humano. Al final de este mismo espejo, contempla la inefable caridad por la que quiso sufrir en la cruz y morir en ella con la clase de muerte más infamante.

Este mismo espejo, clavado en la cruz, invitaba a los que pasaban a estas consideraciones, diciendo: Vosotros, los que pasáis por el camino, mirad, fijaos: ¿Hay dolor como mi dolor? Respondamos nosotros, a sus clamores y gemidos, con una sola voz y un solo espíritu: No hago más que pensar en ello, y estoy abatido. De este modo, tu caridad arderá con una fuerza siempre renovada, oh reina del Rey celestial.

Contemplando, además, sus inefables delicias, sus riquezas y honores perpetuos, y suspirando por el intenso deseo de tu corazón, proclamarás: "Arrástrame tras de ti, y correremos atraídos por el aroma de tus perfumes, esposo celestial. Correré sin desfallecer, hasta que me introduzcas en la sala del festín, hasta que tu mano izquierda esté bajo mi cabeza y tu diestra me abrace felizmente y me beses con los besos deliciosos de tu boca." Contemplando estas cosas, dígnate acordarte de esta tu insignificante madre, y sabe que yo tengo tu agradable recuerdo grabado de modo imborrable en mi corazón, ya que te amo más que nadie.