miércoles, 21 de agosto de 2024

PALABRA COMENTADA

Miércoles 20 de tiempo ordinario

Año Par

Ezequiel 34, 1-11



REFLEXIÓN

¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores?

Quién pensó que la jerarquía debía obedecer? No es el sentido usual. Sin embargo entre las revoluciones de cierto tiempo para acá que vivimos en el mundo, es frecuente que se deponga –y violentamente- a la autoridad que no obedece a los súbditos cuando reclaman.

Y no importa el signo ideológico de las jerarquías, porque en algún momento se da la coyuntura para desembarazarse de la autoridad para poner otra. 

Incluso en la democracia más perfeccionada toda autoridad elegida sabe que sus días están contados hasta la próxima elección.

Os coméis su enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas, y las ovejas no las apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes. 

Es una parábola de la autoridad cuyo poder se sirve de los súbditos para sus intereses personales y egoístas. 

Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas se dispersaron por toda la tierra, sin que nadie las buscase, siguiendo su rastro.

Sin embargo el Señor cuya autoridad y poder es indiscutible ofrece en su intervención ante la creación y la historia una lección de servicio. Trabaja hasta por el último y más olvidado de sus súbditos. 

Por eso cuidar de los pequeños y excluídos e invisibles de la sociedad es una semejanza con el modo propio de obrar del servicio del Señor. En eso somos sus colaboradores.

"Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro.""

Creemos que Jesús de Nazareth encarna el nuevo modelo de pastor, autoridad de cuidado, según nos relata el evangelio.

Salmo responsorial: 22



REFLEXIÓN

Me guía por el sendero justo, / por el honor de su nombre

La disposición que nace de dentro de nuestro ser en seguir las mociones y el rumbo de la Palabra en la conciencia es el seguimiento del Señor como Pastor, que nos conduce por la vida verdadera.

Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos; / me unges la cabeza con perfume, / y mi copa rebosa

En boca y corazón de Jesús este salmo implica su acción de gracias por la suerte que le está afectando con su pasión y muerte en cruz.

Porque él comió con sus adversarios y con el que lo entregó. Y en una comida fue ungido como anticipo de su sepultura. 

Todo esto lo vivía como una conducción de su Padre, Pastor supremo y así nos enseñaba.

Mateo 20,1-16



REFLEXIÓN

Nadie nos ha contratado

La ocupación plena es un objetivo deseado de las sociedades, pues asegura un nivel de bienestar económico generalizado, y previene el malestar socioeconómico, lo cual es una amenaza para su estabilidad.

En la parábola sobre el reino se muestra este ideal de ocupación plena, que también era un problema en la Jerusalén de tiempos de Jesús.

Tal ideal y la paga se muestran como dones gratuitos del Señor, dueño de todo. 

Pero no es mirado por todos de la misma forma. Para unos lo que es una paga correcta, proporcionada y justa, para otros es una injusticia. mirado en relación a la proporción del trabajo realizado. Conclusión que alimenta la comparación envidiosa.

El reino se muestra como un dominio donde trabajo y paga pueden ser vistos con agradecimiento, como bendición del dueño de todo.

Un agradecimiento que brota de tener ocupación y sustento, sin envidias ni divisiones.

Un enfoque que desafía los proyectos de sociedad que elaboramos, en los que la envidia no se cuenta como mal común.

Y la envidia no se cura con campañas publicitarias engañosas.

pensaban que recibirían más

Las expectativas que nacen de las suposiciones que dicta nuestro auto merecimiento y auto apreciación muchas veces nos enajenan de nuestro real valor, y en base a a este auto engaño exigimos y protestamos por no ser tratados de acuerdo al auto perfil.

Falla nuestra auto crítica para establecer un balance honesto de nuestras fortalezas y debilidades por un lado, y para aceptar de buen grado la valoración que se hace de mí.

En el terreno de la fe implica enfocarme más en lo que yo debo obtener y lo que se me debe, que en la gratuidad y amor del Señor.

Cuando nos abrimos a esa libertad del Señor y a la valoración que nos comunica a través de los acontecimientos, nos liberamos de nosotros mismos y las exigencias de nuestro ego. 

¿Es que no tengo libertad para hacer lo quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos".

Descubrimos entonces que en el reino el servicio es la gloria que más nos plenifica y mejor nos realiza en presencia del Señor.

De esa convicción nace la paz del corazón y del Espíritu.

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Miércoles 20 de tiempo ordinario

Año Par

Ezequiel 34, 1-11

Salmo responsorial: 22

Mateo 20,1-16

SAN CARLO ACUTIS DE ASIS

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


MIÉRCOLES, XX

De la constitución apostólica Divino afflatu, del papa san Pío décimo

(AAS 3 [1911), 633-635)

La voz de la Iglesia que resuena dulcemente

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Es un hecho demostrado que los salmos, compuestos por inspiración divina, cuya colección forma parte de las sagradas Escrituras, ya desde los orígenes de la Iglesia sirvieron admirablemente para fomentar la piedad de los fieles, que ofrecían continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre, y que además, por una costumbre heredada del antiguo Testamento, alcanzaron un lugar importante en la sagrada liturgia y en el Oficio divino. De ahí nació lo que san Basilio llama «la voz de la Iglesia», y la salmodia, calificada por nuestro antecesor Urbano octavo como «hija de la himnodia que se canta asiduamente ante el trono de Dios y del Cordero», y que, según el dicho de san Atanasio, enseña, sobre todo a las personas dedicadas al culto divino, «cómo hay que alabar a Dios y cuáles son las palabras más adecuadas» para ensalzarlo. Con relación a este tema dice bellamente san Agustín: «Para que el hombre alabara dignamente a Dios, Dios se alabó a sí mismo; y, porque se dignó alabarse, por esto el hombre halló el modo de alabarlo.»

Los salmos tienen, además, una eficacia especial para suscitar en las almas el deseo de todas las virtudes. En efecto «si bien es verdad que toda Escritura, tanto del antiguo como del nuevo Testamento, inspirada por Dios es útil para enseñar, según está escrito, sin embargo, el libro de los salmos, como el paraíso en el que se hallan (los frutos) de todos los demás (libros sagrados), prorrumpe en cánticos y, al salmodiar pone de manifiesto sus propios frutos junto con aquellos otros.» Estas palabras son también de san Atanasio, quien añade asimismo: «A mi modo de ver, los salmos vienen a ser como un espejo, en el que quienes salmodian se contemplan a sí mismos y sus diversos sentimientos, y con esta sensación los recitan.» San Agustín dice en el libro de sus Confesiones: «¡Cuánto lloré con tus himnos y cánticos, conmovido intensamente por las voces de tu Iglesia que resonaba dulcemente! A medida que aquellas voces se infiltraban en mis oídos, la verdad se iba haciendo más clara en mi interior y me sentía inflamado en sentimientos de piedad, y corrían las lágrimas, que me hacían mucho bien.»

En efecto, ¿quién dejará de conmoverse ante aquellas frecuentes expresiones de los salmos en las que se ensalza de un modo tan elevado la inmensa majestad de Dios, su omnipotencia, su inefable justicia, su bondad o clemencia y todos sus demás infinitos atributos, dignos de alabanza? ¿En quién no encontrarán eco aquellos sentimientos de acción de gracias por los beneficios recibidos de Dios, o aquellas humildes y confiadas súplicas por los que se espera recibir, o aquellos lamentos del alma que llora sus pecados? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor al descubrir la imagen esbozada de Cristo redentor, de quien san Agustín «oía la voz en todos los salmos, ora salmodiando, ora gimiendo, ora alegre por la esperanza, ora suspirando por la realidad»?