Miércoles V semana de Cuaresma
San Agustín Comentario a los salmos 85,1
No pudo
Dios hacer a los hombres un don mayor que el de darles por cabeza al que es su
Palabra, por quien ha fundado todas las cosas, uniéndolos a él como miembros
suyos, de forma que él es Hijo de Dios e Hijo del hombre al mismo tiempo, Dios
uno con el Padre y hombre con el hombre, y así, cuando nos dirigimos a Dios con
súplicas, no establecemos separación con el Hijo, y cuando es el cuerpo del
Hijo quien ora, no se separa de su cabeza, y el mismo salvador del cuerpo,
nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es el que ora por nosotros, ora en
nosotros y es invocado por nosotros. Ora por nosotros como sacerdote nuestro,
ora en nosotros por ser nuestra cabeza, es invocado por nosotros como Dios
nuestro. Reconozcamos, pues, en él nuestras propias voces y reconozcamos
también su voz en nosotros.
REFLEXIÓN
Galimatías acomodaticio? Predicar de Jesús lo sublime y lo abyecto: será posible una yuxtaposición de identidades, como un actor de teatro que velozmente cambia su vestuario para asumir sendos personajes: el divino y el humano? Hemos de reconocer que atolladeros como éstos nos han alejado en el presente de la persona de Jesús de Nazaret, y preferimos quedarnos con el hombre, porque el divino no sentimos que encaja. Pero a pesar de eso, quienes lo conocieron, sus apóstoles, mujeres discípulas y favorecidos no pudieron sustraerse al misterio que emanaba con su decir y hacer. Y no pudieron explicar ese magnetismo más que divinizándolo rabiosamente, aunque los otros no lo entendieran y aun lo persiguieran. Sin conocerlo y tratarlo no daremos con ese misterio y magnetismo, y así experimentar si se da o no esa divinización. Más allá de lo que afirma un dogma.
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