San Cirilo de Jerusalén Catequesis de
Jerusalén 20, Mystagogica 2,4-6
Fuisteis conducidos a la santa piscina
del divino bautismo, como Cristo desde la cruz fue llevado al sepulcro. Y se os
preguntó a cada uno si creíais en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Después de haber confesado esta fe salvadora, se os sumergió por tres
veces en el agua y otras tantas fuisteis sacados de la misma: con ello
significasteis, en imagen y símbolo, los tres días de la sepultura de Cristo.
Pues así como nuestro Salvador pasó en el seno de la tierra tres días y tres noches,
de la misma manera vosotros habéis imitado con vuestra primera emersión el
primer día que Cristo estuvo en la tierra, y, con vuestra inmersión, la primera
noche. Porque como el que anda durante el día lo percibe todo, del mismo modo
en vuestra inmersión, como si fuera de noche, no pudisteis ver nada; en cambio
al emerger os pareció encontraros en pleno día; y en un mismo momento os
encontrasteis muertos y nacidos, y aquella agua salvadora os sirvió a la vez de
sepulcro y de madre.
REFLEXIÓN
La catequesis mistagógica,
pedagogía del misterio, nos da pistas mediante alusiones a imágenes y símbolos,
de realidades ocultas a la evidencia de nexos causales positivos, históricos,
legales, lógicos.
Más se acerca la poesía,
como dicho que invoca realidades y las presenta por gratificaciones estéticas,
que se nos hacen presentes y amadas.
Incluso el rito bautismal
occidental para infantes, muestra tres chorros de agua sobre su cabecita,
invitándonos a traer a la memoria la inmersión y emersión, entrada de muerte en
el agua y salida de vida por el Espíritu, todo bajo el conjuro de la Palabra,
que no pasa, como la humana.
Por eso os cuadra admirablemente lo que dijo
Salomón, a propósito de otras cosas: Tiempo de nacer, tiempo de morir; pero a
vosotros os pasó esto en orden inverso: tuvisteis un tiempo de morir y un
tiempo de nacer, aunque en realidad un mismo instante os dio ambas cosas, y
vuestro nacimiento se realizó junto con vuestra muerte. ¡Oh maravilla nueva e
inaudita! No hemos muerto ni hemos sido sepultados, ni hemos resucitado después
de crucificados, en el sentido material de estas expresiones, pero, al imitar estas
realidades en imagen hemos obtenido así la salvación verdadera.
REFLEXIÓN
Se trata de la Imitatio:
copia o aproximación a un original, en
este caso Jesús de Nazareth. La copia en una etapa de la antigua retórica, que
debe producir un discurso no plagiado sino propio, pero que arranca con la
copia.
Cristo sí que fue realmente crucificado
y su cuerpo fue realmente sepultado y realmente resucitó; a nosotros, en
cambio, nos ha sido dado, por gracia, que, imitando lo que él padeció con la
realidad de estas acciones, alcancemos de verdad la salvación. ¡Oh exuberante
amor para con los hombres! Cristo fue el que recibió los clavos en sus
inmaculadas manos y pies, sufriendo grandes dolores, y a mí, sin experimentar
ningún dolor ni ninguna angustia, se me dio la salvación por la comunión de sus
dolores. No piense nadie, pues, que el Bautismo fue dado sólamente por el
perdón de los pecados y para alcanzar la gracia de la adopción, como en el caso
del bautismo de Juan, que confería sólo el perdón de los pecados; nuestro bautismo,
como bien sabemos, además de limpiarnos del pecado y darnos el don del Espíritu
es también tipo y expresión de la Pasión de Cristo. Por eso Pablo decía: ¿Es
que no sabéis que los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo Jesús
fuimos incorporados a su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la
muerte.
REFLEXIÓN
Tipo o figura, que representa misteriosamente, como en anticipo, de forma incompleta.
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