San Cirilo de Alejandría Comentario a la
carta a los Romanos 15,7
Nosotros, siendo muchos, formamos un
solo cuerpo y somos miembros los unos de los otros, y es Cristo quien nos une
mediante los vínculos de la caridad, tal como está escrito: Él ha hecho de los
dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el
odio. Él ha abolido la ley con sus mandamientos y reglas. Conviene, pues, que
tengamos un mismo sentir: que, si un miembro sufre, los demás miembros sufran
con él y que, si un miembro es honrado, se alegren todos los miembros. Acogeos
mutuamente –dice el Apóstol–, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Nos
acogeremos unos a otros si nos esforzamos en tener un mismo sentir; llevando
los unos las cargas de los otros, conservando la unidad del Espíritu, con el
vínculo de la paz. Así es como nos acogió Dios a nosotros en Cristo. Pues no
engaña el que dice: Tanto amó Dios al mundo, que le entregó su Hijo por
nosotros. Fue entregado, en efecto, como rescate para la vida de todos
nosotros, y así fuimos arrancados de la muerte, redimidos de la muerte y del
pecado.
REFLEXIÓN
Cuando revisamos los
diversos periodos de la historia y las culturas de los pueblos conocidos nos
abruma la suma de conflictos, discordias y guerras. De tal modo que en tantos
milenios de historia civilizada no pareciera haberse logrado la meta de un solo
sentir, como un solo cuerpo. Y quizás esto más que otra cosa nos descorazona
como parte que somos de los pueblos y de unos en otros. Por eso, para levantar
los corazones y aumentar el anhelo y la esperanza, conviene conocer también de
los casos logrados de pacificación, de solidaridad y del mutuo amor que nos vuelve pontífices es
decir: puentes.
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