San Hilario Tratado sobre la Trinidad
8,13-16
Si es verdad que la Palabra se hizo
carne y que nosotros, en la cena del Señor, comemos esta Palabra hecha carne,
¿cómo no será verdad que habita en nosotros con su naturaleza aquel que, por
una parte, al nacer como hombre, asumió la naturaleza humana como inseparable
de la suya y, por otra, unió esta misma naturaleza a su naturaleza eterna en el
sacramento en que nos dio su carne? Por eso todos nosotros llegamos a ser uno,
porque el Padre está en Cristo y Cristo está en nosotros; por ello, si Cristo
está en nosotros y nosotros estamos en él, todo lo nuestro está, con Cristo, en
Dios. Hasta qué punto estamos nosotros en él por el sacramento de la comunión
de su carne y de su sangre, nos lo atestigua él mismo al decir: El mundo no me
verá, pero vosotros me veréis; y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces
sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo, y yo con vosotros.
REFLEXIÓN
Hay muchas formas de dar a
entender la unión, pero caigamos en cuenta que ninguna hace justicia a la
realidad de un misterio absoluto unido a la temporalidad humana, a menos que se
haya previsto el cómo de esa unión disímil. Vale ante todo la voluntad del
Señor: Padre, Hijo y Espíritu de llevarla a cabo, y que nosotros como humanidad
entremos en ella, más allá de nuestra ideación e imaginería.
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