martes, 17 de agosto de 2021

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

Martes, XX semana
San Bernardo Homilías sobre las excelencias de la Virgen Madre 2,1-2.4



El único nacimiento digno de Dios era el procedente de la Virgen; asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciere de ella no fuere otro que el mismo Dios. Por esto, el Hacedor del hombre, al hacerse hombre, naciendo de la raza humana, tuvo que elegir, mejor dicho, que formar para sí, entre todas, una madre tal cual él sabía que había de serle conveniente y agradable. Quiso, pues, nacer de una virgen inmaculada, él, el inmaculado, que venía a limpiar las máculas de todos. Quiso que su madre fuese humilde, ya que él, manso y humilde de corazón, había de dar a todos el ejemplo necesario y saludable de estas virtudes. Y el mismo que ya antes había inspirado a la Virgen el propósito de la virginidad y la había enriquecido con el don de la humildad le otorgó también el don de la maternidad divina. De otro modo, ¿cómo el ángel hubiese podido saludarla después como llena de gracia, si hubiera habido en ella algo, por poco que fuese, que no poseyera por gracia? Así, pues, la que había de concebir y dar a luz al Santo de los santos recibió el don de la virginidad para que fuese santa en el cuerpo, el don de la humildad para que fuese santa en el espíritu. Así, engalanada con las joyas de estas virtudes, resplandeciente con la doble hermosura de su alma y de su cuerpo, conocida en los cielos por su belleza y atractivo, la Virgen regia atrajo sobre sí las miradas de los que allí habitan, hasta el punto de enamorar al mismo Rey y de hacer venir al mensajero celestial. Fue enviado el ángel, dice el Evangelio, a la Virgen. Virgen en su cuerpo, virgen en su alma, virgen por su decisión, virgen, finalmente, tal cual la describe el Apóstol, santa en el cuerpo y en el alma; no hallada recientemente y por casualidad, sino elegida desde la eternidad, predestinada y preparada por el Altísimo para él mismo, guardada por los ángeles, designada anticipadamente por los padres antiguos, prometida por los profetas.

REFLEXIÓN

La devoción Mariana es pieza insustituíble de la espiritualidad bíblica por el sentido de emparejamiento que subsana la primera pareja del mundo. El adorno de esta figura fundamental por una acumulación de adjetivos y conveniencias, es un ejercicio de amor que construye un perfil adecuado y proporcionado, para que la mujer se ubique en un rol protagónico de la empresa de salvación. Este ejercicio arraiga en el afecto de multitudes en todas las latitudes, especialmente hoy , que el rescate de la importancia de la participación de la mujer en las responsabilidades del mundo, es tenazmente propuesto y defendido.

No hay comentarios: