Domingo, XXVII semana
San Gregorio Magno Regla Pastoral 2,4
El pastor debe saber guardar silencio
con discreción y hablar cuando es útil, de tal modo que nunca diga lo que se
debe callar ni deje de decir aquello que hay que manifestar. Porque, así como
el hablar indiscreto lleva al error, así el silencio imprudente deja en su
error a quienes pudieran haber sido adoctrinados. Porque, con frecuencia,
acontece que hay algunos prelados poco prudentes, que no se atreven a hablar
con libertad por miedo de perder la estima de sus súbditos; con ello, como lo
dice la Verdad, no cuidan a su grey con el interés de un verdadero pastor, sino
a la manera de un mercenario, pues callar y disimular los defectos es lo mismo
que huir cuando se acerca el lobo. Por eso, el Señor reprende a estos prelados,
llamándoles, por boca del profeta: Perros mudos, incapaces de ladrar. Y también
dice de ellos en otro lugar: No acudieron a la brecha ni levantaron cerco en
torno a la casa de Israel, para que resistiera en la batalla, el día del Señor.
REFLEXIÓN
Una nota o característica
sobresale en la Iglesia que se acomoda al século: bienquistarse con la protesta
y la rebeldía, para defender en ellas la voz de Dios. La voz de Dios por tanto
ya está canonizada en todo lo que vaya en contra la autoridad, que ha
conspirado contra la libertad de información del pueblo, y se ha encubierto con
el manto del secreto y se ha hecho
cómplice de los violadores, pedófilos y traficantes de seres humanos y de
riquezas. Pero se corrompe como mercenaria esa misma Iglesia, cuando deja de lado
la denuncia en esa canonizada voz de
Dios, sus mentiras o verdades a medias, sus protestas aupadas por intereses
ocultos a su vez, por otro tipo de secretismo, como es el anonimato de las
redes sociales, y enmudece cuando deja
de señalar otros crímenes que pasa por alto, como el aborto, la infidelidad, la
violencia intrafamiliar. Nadie ni nada goza de inmunidad para la impunidad, es
más bien el mensaje de la verdad evangélica en la predicación de los ministros
íntegros. Todos somos pecadores y es preciso convertirnos constantemente, hacer
penitencia y reparar los daños.
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