Sábado, XXIX semana
San Pedro Crisólogo Sermón 117
El apóstol san Pablo nos dice que dos
hombres dieron origen al género humano, a saber, Adán y Cristo. Dos hombres
semejantes en su cuerpo, pero muy diversos en su obrar; totalmente iguales por
el número y orden de sus miembros, pero totalmente distintos por su respectivo
origen. Dice, en efecto, la Escritura: El primer hombre, Adán, fue un ser
animado; el último Adán, un espíritu que da vida. Aquel primer Adán fue creado
por el segundo, de quien recibió el alma con la cual empezó a vivir; el último
Adán, en cambio, se configuró a sí mismo y fue su propio autor, pues no recibió
la vida de nadie, sino que fue el único de quien procede la vida de todos.
Aquel primer Adán fue plasmado del barro deleznable; el último Adán se formó en
las entrañas preciosas de la Virgen. En aquél, la tierra se convierte en carne;
en éste, la carne llega a ser Dios. Y ¿qué más podemos añadir? Este es aquel
Adán que, cuando creó al primer Adán, colocó en él su divina imagen.
REFLEXIÓN
La mirada histórica sobre
la humanidad concluiría con una enorme decepción. Pocos muestran una humanidad dignificada,
muchos envilecida. Aunque en muchedumbre silenciosa muchos también se van
dignificando cotidianamente en la misión de vivir sobreviviendo penurias y dar
vida mejor que la recibida. Este caudal innumerable, y no cuantificable,
hablaría de un proceso tenaz de transformación de la nueva humanidad, para lo
cual hay que revestirse de fe y esperanza, y así prevalecer por amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario