Miércoles, XVSan
Ambrosio Tratado sobre los misterios 19-21.24.26-38
Antes se te ha advertido que no te limites a creer lo que para que no seas tú también de éstos que dicen: «¿Éste es aquel gran misterio que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar? Veo la misma agua de siempre, ¿ésta es la que me ha de purificar, si es la misma en la que tantas veces me he sumergido sin haber quedado puro?». De ahí has de deducir que el agua no purifica sin la acción del Espíritu. Por esto, has leído que en el bautismo los tres testigos reducen a uno solo: el agua, la sangre y el Espíritu, porque, si prescindes de uno de ellos, ya no hay sacramento del bautismo. ¿Qué es, en efecto, el agua sin la cruz de Cristo, sino un elemento común, sin ninguna eficacia sacramental? Pero tampoco hay misterio de regeneración sin el agua, porque el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. También el catecúmeno cree en la cruz del Señor Jesús, con la que ha sido marcado, pero si no fuere bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, no puede recibir el perdón de los pecados ni el don de la gracia espiritual.
REFLEXIÓN
Esta catequesis es una convergencia de diferentes testimonios de la Sagrada Escritura, Primer y Nuevo Testamento, apoyada en la tradición permanente de la Iglesia, que se va renovando generacionalmente desde la edad Apostólica. Sin embargo en gran parte de la Iglesia Latina Occidental creer este abultado testimonio no es fácil el día de hoy, estando como estamos inmersos en el secularismo, laicismo y ateísmo, de grandes sectores de la población. Aquí donde muchos se educan en hogares y con educadores no creyentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario