De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, delConcilio Vaticano segundo(Núms. 40. 45)
YO SOY EL ALFA Y LA OMEGA, EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO
La compenetración de la ciudad terrestre con la ciudad celeste sólo es perceptible por la
fe: más aún, es el misterio permanente de la historia humana, que, hasta el día de la
plena revelación de la gloria de los hijos de Dios, seguirá perturbada por el pecado.
La Iglesia, persiguiendo la finalidad salvífica que es propia de ella, no sólo comunica al
hombre la participación en la vida divina, sino que también difunde, de alguna manera,
sobre el mundo entero la luz que irradia esta vida divina, principalmente sanando y
elevando la dignidad de la persona humana, afianzando la cohesión de la sociedad y
procurando a la actividad cotidiana del hombre un sentido más profundo, al impregnarla
de una significación más elevada. Así la Iglesia, por cada uno de sus miembros y por toda
su comunidad, cree poder contribuir ampliamente a humanizar cada vez más la familia
humana y toda su historia.
Tanto si ayuda al mundo como si recibe ayuda de él, la Iglesia no tiene más que una
sola finalidad: que venga el reino de Dios y que se establezca la salvación de todo el
género humano. Por otra parte, todo el bien que el pueblo de Dios, durante su
peregrinación terrena, puede procurar a la familia humana procede del hecho de que la
Iglesia es el sacramento universal de la salvación, manifestando y actualizando, al mismo
tiempo, el misterio del amor de Dios hacia el hombre.
Pues el Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se encarnó, a fin de salvar, siendo él
mismo hombre perfecto, a todos los hombres y para hacer que todas las cosas tuviesen a
él por cabeza. El Señor es el término de la historia humana, el punto hacia el cual
convergen los deseos de la historia y de la civilización, el centro del género humano, elgozo de todos los corazones y la plena satisfacción de todos sus deseos. Él es aquel a
quien el Padre resucitó de entre los muertos, ensalzó e hizo sentar a su derecha,
constituyéndolo juez de los vivos y de los muertos. Vivificados y congregados en su
Espíritu, peregrinamos hacia la consumación de la historia humana, que corresponde
plenamente a su designio de amor: Recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la
tierra.
El mismo Señor ha dicho: Mira, llego en seguida y traigo conmigo mi salario, para pagar
a cada uno su propio trabajo. Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio
y el fin.