martes, 9 de noviembre de 2021

PALABRA COMENTADA

 

MARTES 32 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

Sabiduría 2,23-3,9



REFLEXIÓN

Dios creó al hombre para la inmortalidad

Vale la pena detenerse en la ponderación de esta afirmación.

Tiene la debilidad en estos tiempos más inclinados al canon hebreo como único exclusivamente inspirado, de ubicarse entre los textos que provienen de la relación de judíos de la diáspora con el helenismo de Alejandría.

Tiene la sombra de ser más una reflexión filosófica que revelada por la palabra. Y así entre Primer y Nuevo Testamento se abre una brecha entre minimalistas hebreos y maximalistas griegos.

En todo caso no se puede desarraigar el tema y preocupación por la inmortalidad del alma,  de la vida eterna, y el don de la vida por parte del Dios vivo y por supuesto el testimonio sobre la resurrección de Jesús.

lo hizo a imagen de su propio ser

la vida de los justos está en manos de Dios

La gente insensata pensaba que morían, consideraba su tránsito como una desgracia, y su partida de entre nosotros como una destrucción; pero ellos están en paz.

Se trata de una certeza de fe, no de ciencia

Es más, la ciencia no puede ni debe decir algo sobre lo que no tiene cómo evidenciar.

La gente pensaba que cumplían una pena, pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad; sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores, porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí; los probó como oro en crisol, los recibió como sacrificio de holocausto

Esta sabiduría se asemeja mucho a la tontería de la cruz de Pablo.

Efectivamente, nuestra sabiduría que espera vida, y por eso se conduce con rectitud ahora no obstante las penas, es una tontería para el mundo. Es una tontería que evita la viveza de la injusticia.

Pero la viveza que lleva a la injusticia en quien apenas sobrevive, se puede decir que es un acto primitivo de fe en la vida, que se quiere conservar, aunque debe dar el paso a una vida con los demás, a quienes no se debe dañar.

Salmo responsorial: 33



REFLEXIÓN

su alabanza está siempre en mi boca

De gratis, sin estar seguros de nada, tontamente fiados del Señor, a los ojos no creyentes.

Los creyentes alabando sin parar son para el mundo una invitación y un ánimo para mirar y buscar un sentido ulterior.

El reto consiste en contrastar la alabanza de la boca con las obras en los creyentes. Porque las malas obras dañan y echan al traste tal invitación.

Lucas 17,7-10



REFLEXIÓN

¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa"?

Toda una revolución, que el dueño le sirva al empleado, por amor.

¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?

"Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.""

Lo diría Jesús en sí mismo cuando hacía la misión de su Padre: soy un pobre siervo, he hecho lo que tenía que hacer?

Algo puede colegirse de lo que responde al Bautista cuando lo bautiza. Que hay que hacerlo para cumplir con toda justicia.

Y lo que responde a Pedro cuando lava sus pies. Lo que hago ahora no lo entiendes pero lo entenderás después.

El “tengo que” en muchos momentos más que un destino inexorable, implica una dinámica amorosa que deconstruye valores tenidos por únicos y que establecen divisiones, jerarquías, castas, sometimientos, discriminaciones, rechazos y demás, para construir un orden nuevo, una comunidad nueva, un ágape donde unos a otros nos sirvamos, y gocemos con la condescendencia.

Se le puede sugerir a una madre abnegada o un padre providente, que sienta haber hecho lo suficiente y que ya no debe hacer más, o más bien los padres amorosos dejarán de sentir la carga a pesar de los trabajos emprendidos por el bien de los hijos? Lo cual puede prestarse a abuso de ellos. Pero ni eso sienten.

Hay algo en la paternidad y maternidad que implica la siembra de una fraternidad en la dedicación al servicio mutuo.

Con estas palabras Jesús nos echa abajo toda especulación y expectativa sobre un reconocimiento jerárquico o ministerial por lo que hacemos.

Ni padres, ni madres, ni educadores, ni gobernantes, ni eclesiásticos desde el punto de vista del reino de la salvación, tienen fundamento para ninguna exigencia de reconocimiento de gloria.

Porque en esta dimensión todo es servicio y acción de gracias.

Lo interesante es que Jesús lava los pies de los criados y revela a un Padre que recibe jubiloso a los siervos convertidos en amigos de su hijo.

Otra lógica que rompe con la nuestra basada en jerarquías.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1458030444058923015?s=20

BEATO CARLO

 
De la homilía de un autor del siglo segundo
(Caps. 8,1=9,11: Funk 1,152-156)

EL ARREPENTIMIENTO DE UN CORAZÓN SINCERO

Hagamos penitencia mientras vivimos en este mundo. Somos, en efecto, como el barro
en manos del artífice. De la misma manera que el alfarero puede componer de nuevo la
vasija que está modelando, si le queda deforme o se le rompe, cuando todavía está en sus
manos, pero, en cambio, le resulta imposible modificar su forma cuando la ha puesto ya
en el horno, así también nosotros, mientras estamos en este mundo, tenemos tiempo de

hacer penitencia y debemos arrepentirnos con todo nuestro corazón de los pecados que
hemos cometido mientras vivimos en nuestra carne mortal, a fin de ser salvados por el
Señor. Una vez que hayamos salido de este mundo, en la eternidad, ya no podremos
confesar nuestras faltas ni hacer penitencia.
Por ello, hermanos, cumplamos la voluntad del Padre guardemos casto nuestro cuerpo,
observemos los mandamientos de Dios, y así alcanzaremos la vida eterna. Dice, en efecto,
el Señor en el Evangelio: Si no fuisteis de fiar en lo menudo, ¿quién os confiará lo que vale
de veras? Porque os aseguro que el que es de fiar en lo menudo también en lo importante
es de fiar. Esto es lo mismo que decir: "Guardad puro vuestro cuerpo e incontaminado el
sello de vuestro bautismo, para que seáis dignos de la vida eterna".
Que ninguno de vosotros diga que nuestra carne no será juzgada ni resucitará;
reconoced, por el contrario, que ha sido por medio de esta carne en la que vivís que
habéis sido salvados y habéis recibido la visión. Por ello, debemos mirar nuestro cuerpo
como si se tratara de un templo de Dios. Pues, de la misma manera que habéis sido
llamados en esta carne, también en esta carne saldréis al encuentro del que os llamó. Si
Cristo, el Señor, el que nos ha salvado, siendo como era espíritu, quiso hacerse carne para
podernos llamar, también nosotros, por medio de nuestra carne, recibiremos la
recompensa.
Amémonos, pues, mutuamente, a fin de que podamos llegar todos al reino de Dios.
Mientras tenemos tiempo de recobrar la salud, pongámonos en manos de Dios, para que
él, como nuestro médico, nos sane; y demos los honorarios debidos a este nuestro
médico. ¿Qué honorarios? El arrepentimiento de un corazón sincero. Porque él conoce de
antemano todas las cosas y penetra en el secreto de nuestro corazón. Tributémosle, pues,
nuestras alabanzas no solamente con nuestros labios, sino también con todo nuestro
corazón, a fin de que nos acoja como hijos. Pues el Señor dijo: Mis hermanos son los que
cumplen la voluntad de mi Padre.