jueves, 4 de agosto de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Jueves 18 de tiempo ordinario

Jeremías 31, 31-34



REFLEXIÓN

haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva

La re-ingienería de Jesús cinco siglos después.

Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones

no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: "Reconoce al Señor."

todos me conocerán, desde el pequeño al grande

Se trata del don del Espíritu desde Cristo Jesús.

La docencia, la pedagogía del Espíritu para conocer al Señor se dirige a la formación de la autonomía del corazón que encarna la alianza con el Señor.

Todo magisterio, todo liderazgo, toda tutela, tutoría o jerarquía, con pretensión de perpetuarse en su ascendencia, está destinada al fracaso, en este asunto del conocimiento del Señor, y probablemente en otros, como la maduración de la persona humana, por ejemplo.

Todo poder que sueñe con perpetuarse en su dominación de otros y otras, con la patraña de enseñar y conducir, se chocará con la autonomía del corazón, cuando adquiere la estatura de conocimiento del Señor y su designio.

Por lo que todos los que tienen carisma de formadores, padres y educadores, deben hacer conciencia de servidores temporales, que están dispuestos y disponibles al gozo de reconocer la autonomía de la persona, llegado el momento.

Es el frontispicio de toda acción educativa, sobretodo la que brota de lo profundo de la persona.

Salmo responsorial: 50



REFLEXIÓN

crea en mí un corazón puro

Es decir: házme de nuevo.

afiánzame con espíritu generoso

Para soportar la purificación del corazón, que dura toda la vida.

Mi sacrificio es un espíritu quebrantado

Incansable en sacrificar el propio interés para servir el del prójimo: el necesitado que se aproxima, al necesitado que me aproximo .

Mateo 16, 13-23



REFLEXIÓN

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Una pregunta que nos examina para graduarnos de cristianos.

Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo

Una respuesta que da Pedro en nuestro nombre, hasta que aprendamos bien a contestar por nosotros mismos.

eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo

El liderazgo que Jesús enseña es el del Padre, abierto a su revelación, no a la murmuración.

Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".

Se da inicio a un servicio que se comporte diferente al abrir y cerrar de los maestros de la ley en ese momento y en sintonía con la nueva alianza en el corazón.

La señal que el liderazgo es según el Padre es la fortaleza en persistir en su voluntad y defenderla, aun con la resistencia y presión de la gente.

Desde entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: "¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte". Jesús se volvió y dijo a Pedro: "Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.”

Porque Pedro en ese momento no entendió que se daba una cosa con la otra: nueva alianza con cruz.

El antiguo régimen nunca se dejará quitar el poder fácilmente y opondrá siempre resistencia.

Dos señalamientos contradictorios respecto de la misma persona, que no está asegurada en gracia.

Una cosa es la Iglesia, resistente al maligno, y otra la persona que ata y desata, que puede ser inspirada por Dios o no.No siempre ni necesariamente.

Esto parece ser una enseñanza de nuestro tiempo cuando el papado, baluarte moral, es desacreditado, desoído.

Para nosotros, desde la perspectiva del discernimiento, significa que no todo lo que se nos ocurre es de Dios, y que desde un corazón quebrantado debemos escuchar al Señor para actuar la alianza nueva.

Se requiere de este carisma y asistencia para pensar y decidir según el liderazgo del Señor

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1555156236609282048?s=20&t=aCIo8CcEdq7KwHNtPBBqwQ

BEATO CARLO



 De la catequesis de san Juan María Vianney, presbítero
(«Catéchisme sur la priére»: A. Monnin, «Esprit du Curé d'Ars», París 1899, pp. 87-89)

 

HERMOSA OBLIGACIÓN DEL HOMBRE: ORAR Y AMAR

 Consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.

 El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.

 La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable. En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre creatura; es una felicidad que supera nuestra comprensión.

 Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada.

 Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo. En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol.

 Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración. Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi todos mis colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas, durante las cuales oraba al buen Dios, y, creedme, que el tiempo se me hacía corto.

 Hay personas que se sumergen totalmente en la oración, como los peces en el agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas! San Francisco de Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban con él, del mismo modo que hablamos entre nosotros.

 Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: «Sólo dos palabras, para deshacerme de ti ... » Muchas veces pienso que, cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.