San Agustín Sobre la I Juan, trat. 4
¿Qué es lo que se nos ha prometido?
Seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. La lengua ha expresado
lo que ha podido; lo restante ha de ser meditado en el corazón. En comparación
de aquel que es, ¿qué pudo decir el mismo Juan? ¿Y qué podremos decir nosotros,
que tan lejos estamos de igualar sus méritos? Volvamos, pues, a aquella unción
de Cristo, a aquella unción que nos enseña desde dentro lo que nosotros no
podemos expresar, y, ya que por ahora os es imposible la visión, sea vuestra
tarea el deseo.
REFLEXIÓN
No solemos detenernos en
el Misterio Absoluto de Dios y en la inspiración de su Espíritu para avizorar
ese Misterio Insondable. La semejanza nos ha hecho insensibles a la
desemejanza, la imagen nos ha hecho opacos al brillo de la misma, la luz
también enceguece.
Toda la vida del buen cristiano es un
santo deseo. Lo que deseas no lo ves todavía, mas por tu deseo te haces capaz
de ser saciado cuando llegue el momento de la visión. Supón que quieres llenar
una bolsa, y que conoces la abundancia de lo que van a darte; entonces tenderás
la bolsa, el saco, el odre o lo que sea; sabes cuán grande es lo que has de
meter dentro y ves que la bolsa es estrecha, y por esto ensanchas la boca de la
bolsa para aumentar su capacidad. Así Dios, difiriendo su promesa, ensancha el
deseo; con el deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz de sus
dones.
REFLEXIÓN
Una motivación a la
confianza en el deseo inextinguible, siempre a la inconformidad, más allá de
las recompensas inmediatas y cercanas, pero volátiles. Verificado está en la
crianza de los párvulos, que si se enseña a esperar, y madurar el deseo, lo que
llegue a concretarse será mejor administrado, sin ansias. La frustración por su
llamado a la paciencia, es una entrada a un nivel de posesión que otorga cierto
señorío.
Deseemos, pues, hermanos, ya que hemos de ser
colmados. Ved de qué manera Pablo ensancha su deseo, para hacerse capaz de
recibir lo que ha de venir. Dice, en efecto: No es que ya haya conseguido el
premio, o que ya esté en la meta; hermanos, yo no pienso haber conseguido el
premio. ¿Qué haces, pues, en esta vida, si aún no has conseguido el premio?
Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo
que está por delante, corro hacia la meta para ganar el premio, al que Dios
desde arriba me llama. Afirma de sí mismo que está lanzado hacia lo que está
por delante y que va corriendo hacia la meta final. Es porque se sentía
demasiado pequeño para captar aquello que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el
hombre puede pensar. Tal es nuestra vida: ejercitarnos en el deseo.
REFLEXIÓN
Los que han vivido, lo que
se llama vivir bien, esforzándose y pacientemente logrando, reconocen que hubo
que dejar atrás, incluso cruelmente, recuerdos, memorias, afectos, apegos, para
desembarazados avanzar con mayor premura hacia el objetivo a lograr. No se
pararon a llorar, sino que lloraron en el caminar.
Ahora bien, este santo deseo está en
proporción directa de nuestro desasimiento de los deseos que suscita el amor
del mundo. Ya hemos dicho, en otra parte, que un recipiente, para ser llenado,
tiene que estar vacío. Derrama, pues, de ti el mal, ya que has de ser llenado
del bien. Imagínate que Dios quiere llenarte de miel; si estás lleno de
vinagre, ¿dónde pondrás la miel? Hay que vaciar primero el recipiente, hay que
limpiarlo y lavarlo, aunque cueste fatiga, aunque haya que frotarlo, para que
sea capaz de recibir algo. Y, así como decimos miel, podríamos decir oro o
vino; lo que pretendemos es significar algo inefable: Dios. Y, cuando decimos
«Dios», ¿qué es lo que decimos? Esta sola sílaba es todo lo que esperamos. Todo
lo que podamos decir está, por tanto, muy por debajo de esa realidad;
ensanchemos, pues, nuestro corazón, para que, cuando venga, nos llene, ya que
seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
REFLEXIÓN
Debemos reconocer aunque
cueste la popularidad que deseamos y la aceptación social que buscamos, que hay
un programa de vaciamiento de prejuicios, moldes, esquemas, ideas, gustos de
moda, de aparente sentido común previo o
concomitante al ir abriendo el deseo del Misterio.