Isaías 49, 1-6
REFLEXIÓN
Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó
en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre
Un atractivo de nuestra fe que recibe y reflexiona la Palabra
es su llamada personal, que nosotros entendemos y aplicamos personalizada.
Se sugiere a los educadores conocer y llamar por el nombre a
sus discípulos, para salir de la invisibilidad y anonimato de la masa, y
adquirir la conciencia de ser alguien.
El Señor con su Palabra nos muestra en la historia de
salvación varios alguien, que va levantando y enviando, por lo cual nosotros
guardamos el gozo de que también somos nombrados y enviados, para ser alguien
en su presencia.
Hoy en día en el lenguaje de la solidaridad social y
sociológica es común el pregón sobre la lucha por hacer visibles a los
invisibles, aquellos a quienes algunas sociedades desatienden, descuidan y
hasta marginan.
Frente a ello nuestra inspiración de fraternidad solidaria
tiene un fundamento en el paradigma de nuestro Señor que nos llama y envía, a
seguir llamando y haciendo personas.
Es quizá el fondo de la misión evangelizadora y ética de los
cristianos: lograr personas, personificar y con ello dignificar.
Cuando un padre y madre contempla a sus hijos crecidos y
autónomos, su satisfacción y gozo es concluir que han llegado a ser personas
dignas.
Desde el vientre se es persona,
con vocación individual desde el Señor, con misión propia, no un número más,
una cosa más, que se pueda desechar.
"Tu eres mi
esclavo (Israel), de quien estoy orgulloso".
Se cuenta que S. Francisco de Borja, tercer Superior General
de la Compañía de Jesús, tenía acceso a la corte del emperador español Carlos
V, antes de entregarse a su vocación religiosa.
Y su admiración era la emperatriz Isabel de Portugal, por su
belleza. Cuando ella falleció, al contemplarla en su féretro, tuvo la
revelación de su vida, que él llamó su conversión, y exclamó: juro también no más servir a señor que se me pueda morir(La vida de santa Teresa de Jesús (14ª edición). Madrid: Ediciones Palabra. pp. 97–98. ISBN 84-7118-298-X.)
Quizá debiéramos tomar pie de esa experiencia y hacer nuestra
propia deducción, porque hemos de servir a alguien o algo en la vida. Qué tal
que lo hagamos con el señor o señora equivocados?
Hizo de mi boca una
espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me
guardó en su aljaba y me dijo: "Tu eres mi esclavo (Israel), de quien
estoy orgulloso".
La misión única y propia viene inspirada por el Señor y a Él
hay que rendir cuentas de ella. Es una misión para hacerse realidad, se quiera
o no. Por eso la docilidad ayuda, pero aun en rebeldía, el objetivo se logra,
porque en su misterio el Señor respeta la libertad donada, pero lleva a término
su proyecto.
Mientras yo pensaba: "En vano me he
cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas", en realidad mi derecho
lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios
Podríamos considerar que el siervo por excelencia, Jesús de
Nazareth, al final de su vida, como en esta semana que celebramos, tendría
también los pensamientos que salen de la depresión por la cercanía del fin. Y
sentiría que quizá su misión no había sido tan exitosa porque terminaba mal.
El Espíritu en cambio lo ascendía a consideraciones más
positivas y llamaban a su esperanza, poniendo su éxito en manos de su Padre.
Nuestra autopercepción puede engañarnos de más o de menos
sobre el éxito o sentido de nuestra existencia individual.
Muchos afanes de cualquier tipo son como ansiosos alegatos a
favor de la valía de nuestra existencia, para conjurar el miedo que surge de la
posibilidad de nuestro fracaso vital.
Pero es bueno considerar que somos como un tejido que se
confecciona a lo largo de la existencia con hilos de diversos tonos, colores y
calidad. De manera que todavía no sabemos nuestro aspecto final y de conjunto,
y lo más positivo es dejar bajo la mirada amorosa del Padre la auténtica
percepción del resultado final.
Muchas vocaciones de servicio, en el cambio cultural que
experimentamos en el siglo 21, nos cuestionamos y deprimimos ante la poca
estima, y la dudosa eficacia de nuestros esfuerzos. Porque el reconocimiento es
magro, la crítica que nos rodea es mucha, la indiferencia es evidente, y los
resultados son aparentemente nulos o ambiguos.
Ante el Señor nosotros mismos nos vemos en la situación del
siervo inútil, que si hace lo que tiene que hacer, no merece mayor
gratificación.
Y así hay que vivir en la oscuridad de la fe y con la
esperanza que da el texto: que en lo profundo del designio Él lleve mi derecho,
y tenga mi salario.
Los resultados parecen escasos y
cunde el desaliento. Es un gozo saber que, quien pondera nuestros resultados es
el Señor, y no el éxito necesariamente.
te hago luz de las naciones, para que mi
salvación alcance hasta el confín de la tierra
Quizá esto escuchó Jesús de Nazareth al ser levantado de
entre los muertos, como aquella revelación que el Padre reserva al final para
el tejido de nuestra vida.
En la identificación de la
comunidad de Jesús sobre su maestro y las Escrituras, late una convicción de su
validez universal, no obstante que ahora se le relativice, sobretodo entre los
mismos cristianos.
El afán de fraternidad con otros pueblos y culturas no nos
debe conducir al menosprecio y desprestigio de la misión universal de Jesús de
Nazareth.
Así Jesús cuyo éxito era evidente por la respuesta de la
gente, también experimentó la merma de la aceptación y entró en la duda de su
misión, porque debió aprender que el criterio de la fama no es absoluto, ni
permanente, y la significatividad del carisma se acrisola de varias formas.
Todo esto aprendido con lágrimas y sangre.
Salmo responsorial 70
REFLEXIÓN
no quede yo
derrotado para siempre
Nos preocupamos por no fallar definitivamente en la misión.
Confesemos que eres el único absoluto que nos puede sostener
en medio del descrédito y el abandono.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza /Y mi
confianza, Señor, desde mi juventud. / En el vientre materno ya me apoyaba en
ti, / en el seno, tú me sostenías
Los minutos aciagos de amenaza y peligro para Jesús eran el
Kayros, el tiempo oportuno, para la presencia del Padre, a quien le oraba con esperanza,
llamando a la confianza que apaciguaba su temor.
Mi boca contará tu auxilio
Porque me llamaste a participar debo confiar en tu apoyo.
Juan
13, 21-33. 36-38
REFLEXIÓN
Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os
aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Quizá Jesús sintió que no era buen indicio del éxito de su
misión esta traición de Judas. Los fracasos de los seguidores de un carisma, de
una autoridad, de un educador, se erigen como juicios de nuestra propia
capacidad, pero en el fondo se trata del misterio de la libertad humana y la
iniciativa gratuita del Señor.
Señor: ¿quién es?
Quien esté detrás de este evangelio debe estar muy cerca de
esa fuente tan íntima de Jesús, que en un momento como este revela la identidad
del traidor. Este mismo evangelio trata a Judas con los términos más duros de
todos los evangelios. Incluso parece un sentimiento personal.
Este íntimo de
Jesús debió sentir lo que significaba para su maestro esa deserción, el
sufrimiento que le acarreaba. Y el íntimo sufrió con él, como es propio de los
amigos.
La confianza de la intimidad, de la aceptación, de ser
contado entre los depositarios de secretos.
Detrás del pan, entró en él Satanás.
Quien tienta a Judas para hacer algo asumido como bien.
Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios
es glorificado en él (Si Dios es glorificado en el, también Dios lo glorificará
en sí mismo: pronto lo glorificará).
El tono solemne de este comentario nos alerta sobre una
realidad de fe compleja a desentrañar: la gloria, la glorificación del enviado
y del Padre que envía, que se dan en una realidad trágica como es la muerte de
Jesús y su posterior resurrección.
Puede ser que el relato está llegando al punto máximo en el
que se da testimonio de una intención salvífica. Se acerca un gesto extremo y
radical que sirva como un lenguaje creíble de entrega, amor, perdón y
salvación.
Quizá porque en este momento el resto que permaneció con
Jesús, en su proceso de aciertos y desaciertos, mantendría el rumbo de la
misión a la que fueron llamados.
Los evangelios gnósticos asignan a Judas la misión de la
traición, quizá en un intento de salvarlo y redimirlo. Quizá tienen razón desde
el punto de vista del designio de Dios, que todos acabaremos cumpliendo,
dóciles y rebeldes.
El doble lenguaje o el doble registro: el hombre Jesús que
camina hacia su glorificación, que es la de Dios, porque entre ellos hay una
comunicación excepcional.
me acompañarás más tarde
Jesús goza de una glorificación también colectiva, como
servidor de una colectividad, y Pedro es el símbolo de ésta.
Daré mi vida por ti. Jesús le contesto: ¿Con
que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas
negado tres veces.
Pedro se pudo haber motivado para este ofrecimiento, viendo
la traición de Judas, pero no midió sus fuerzas. Nuevamente Jesús lo puso en su
sitio. Cuando las circunstancias nos ponen en nuestro sitio y volvemos a
nuestro verdadero tamaño histórico, es posible despreciarnos y desesperarnos.
Es una gracia que la mirada de Jesús nos sostenga, perdonándonos. Porque es el
único que conoce como se ve nuestro tejido finalmente.
La sabiduría de Pedro estuvo en mantenerse en el proceso no
obstante sus errores.
La
Iglesia es una colectividad que debe aprender en cabeza de su paradigma Pedro,
quien porta el carisma de la confirmación en la fe, a convertirse, a pesar de
la traición que comete, de la debilidad de la que hace gala, hasta encontrar la
fortaleza que viene del Padre.
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Isaías 49, 1-6
El argumento de la poquedad del Siervo
es desechado por el Señor que llama, quien hace digno al que atrae para una
misión. El Israel que se llama para convertir a Isrel no es el mismo sentido.
Dentro de Israel hay un Siervo o un servicio para el todo. Del mismo cuero
salen las correas.Así han sido los dirigentes hasta llegar a Jesús.
Salmo responsorial 70
La edad trae la capacidad de recordar,
que hace presente lo vivido y prepara lo que está por vivir. Una sabiduría que
viene de Dios.
Juan 13, 21-33. 36-38
Un
discípulo amado, como quien es amado por guardar los mandamientos,
perteneciente a la comunidad eclesial de Juan y en cierta comparación superior
a Pedro, recibe la identidad de un traidor entre ellos mismos: Judas Iscariote.
El confidente discípulo se ubicaba en un lugar de honor durante la cena,
recostado cerca de Jesús. Con el gesto del pan mojado y entregado en Judas
ingresa el demonio, el momento en el que la tentación que ronda penetra por fin
en la persona y la transforma. Por eso es de noche, la noche que empiezca a
desatarse la fuerza anti-reino contra Jesús, y no se detendrá hasta crucificarlo.