martes, 10 de octubre de 2023

PALABRA COMENTADA

 

MARTES 27 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

Jonás 3,1-10



REFLEXIÓN

predícale el mensaje que te digo

Proclama la proclamación(qara ha queriah).

Se trata de llamar, proclamar o leer. Dar a conocer públicamente.

Requiere exponerse, y descubrirse como leal al mensaje.

Mensaje y mensajero se unen.

proclamando: "¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!"

Se avisa de un peligro inminente.

Mensaje de cambio porque la situación es insostenible.

Apela a la sabiduría de los escuchas para sacar conclusiones y tomar decisiones.

Se trata de cambiar de rumbo para evitar una catástrofe.

Los temores pueden ofrecer un mensaje semejante: avisar de posible catástrofes personales, familiares, organizacionales, colectivas, si no hay un cambio de rumbo.

que se convierta cada cual de su mala vida y de la violencia de sus manos; quizá se arrepienta, se compadezca Dios

Una experiencia de Dios que no sucumbe a un destino trágico, como otros pensamientos, ni a un determinismo absoluto como algunas ideologías.

Más bien se vive como una relación de confianza por la cual, ante ciertos eventos, se adquiere una reserva de esperanza, que genera expectativa de cambio favorable ante circunstancias amenazantes.

La palabra nos brinda en quintaesencia, vivir al Señor como amigable y de nuestro lado, si le correspondemos.

Salmo responsorial: 129



REFLEXIÓN

Desde lo hondo a ti grito, Señor; / Señor, escucha mi voz; / estén tus oídos atentos / a la voz de mi súplica.

Desde el temor sobre una posible catástrofe adveniente grito atemorizado, aunque sea en el silencio del lecho.

Si llevas cuentas de los delitos, Señor, / ¿quién podrá resisitir? / Pero de ti procede el perdón, / y así infundes respeto.

Los muchos delitos son nuestra cosecha, y desde ellos se hinca el temor en nuestra carne.

El perdón pedido y asumido es como el aceite balsámico en la herida, porque alivia y cicatriza.

Lucas 10,38-42



REFLEXIÓN

"Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán."

Si hay algo estable y que produce firmeza es la asidua escucha de la palabra.

Ella genera un cambio de vida en la que el servicio no es disperso ni desenfocado o distractivo.

Genera una misión que concentra la energía en vivir el designio que es el Reino, el dominio del Señor en todo tiempo y lugar.

Escoger lo único necesario y dedicarse a ello no importa el costo para el mundo.

El servicio es importante, pero cuando fluye de la escucha de la Palabra. María es mejor paradigma de servicio al reino que Marta, porque el servicio que fluya de su iniciativa habrá sido incubado a los pies de Jesús de Nazareth.

Somos muchos los que pensamos que debemos gastarnos por el servicio al reino, y que las obras son muestra de la fe. Que no es suficiente decir: Señor, Señor.

Pero somos muchos los que nos ahogamos en el afán del mundo y confundimos el servicio a nuestros intereses con el servicio al Reino, que nace de la escucha y obediencia de fe a la Palabra.

Se supone que Marta encarna el servicio, pero en esta ocasión hay prioridades: Jesús. Escucharlo es la prioridad.

https://x.com/motivaciondehoy/status/1711703493130477624?s=20

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Jonás 3,1-10

Escuchar la Palabra que nos convierte es un don y sin ella no daremos con la conversión relevante y pertinente. Escuchar esa palabra sin prejuicio es un don

Salmo responsorial: 129

Sólo así podemos conectar con nuestra hondura y hacer una sola voz con el Espíritu Santo que gime en mí

Lucas 10,38-42

Servir como Marta es un ideal de servicio, pero es mejor hacer tiempo para la escucha de Jesús, aquí y ahora.

BEATO CARLO


 
San Ignacio de Antioquía
Carta a los Tralianos
1,1-3,2; 4,1-2; 6,1; 7,1-8,1

Ignacio, por sobrenombre Teóforo, es decir, Portador de Dios, a la amada de Dios, Padre de Jesucristo, la Iglesia santa que habita en Trales del Asia, digna de Dios y escogida, que goza de paz, tanto en el cuerpo como en el espíritu, a causa de la pasión de Jesucristo, el que nos da una esperanza de resucitar como él; mi mejor saludo apostólico y mis mejores deseos de que viváis en la alegría.

 Sé que tenéis sentimientos irreprochables e inconmovibles, a pesar de vuestros sufrimientos, y ello no sólo por vuestro esfuerzo, sino también por vuestro buen natural: así me lo ha manifestado vuestro obispo Polibio, quien, por voluntad de Dios y de Jesucristo, ha venido a Esmirna y se ha congratulado conmigo, que estoy encadenado por Cristo Jesús; en él me ha sido dado contemplar a toda vuestra comunidad y por él he recibido una prueba de cómo vuestro amor para conmigo es según Dios, y he dado gracias al Señor, pues de verdad he conocido que, como ya me habían contado, sois auténticos imitadores de Dios.

 En efecto, al vivir sometidos a vuestro obispo como si se tratara del mismo Jesucristo, sois, a mis ojos, como quien anda no según la carne, sino según Cristo Jesús, que por nosotros murió a fin de que, creyendo en su muerte, escapéis de la muerte. Es necesario, por tanto, que, como ya lo vienes practicando, no hagáis nada sin el obispo; someteos también a los presbíteros como a los apóstoles de Jesucristo, nuestra esperanza, para que de esta forma nuestra vida esté unida a la de él.

 También es preciso que los diáconos, como ministros que son de los misterios de Jesucristo, procuren, con todo interés, hacerse gratos a todos, pues no son ministros de los manjares y de las bebidas, sino de la Iglesia de Dios. Es, por tanto, necesario que eviten, como si se tratara de fuego, toda falta que pudiera echárseles en cara.

 De manera semejante, que todos reverencien a los diáconos como a Jesucristo, al obispo como si fuera la imagen del Padre, y a los presbíteros como si fueran el senado de Dios y el colegio apostólico. Sin ellos no existe la Iglesia. Creo que estáis bien persuadidos de todo esto.

En vuestro obispo, a quien recibí y a quien tengo aún a mi lado, contemplo como una imagen de vuestra caridad; su misma manera devivir es una magnífica lección, y su mansedumbre una fuerza.

 Mis pensamientos en Dios son muy elevados, pero me pongo a raya a mí mismo, no sea que perezca por mi vanagloria. Pues ahora sobre todo tengo motivos para temer me es necesario no prestar oído a quienes podrían tentarme de orgullo. Porque cuantos me alaban, en realidad, me dañan. Es cierto que deseo sufrir el martirio, pero ignoro si soy digno de él. Mi impaciencia, en efecto, quizá pasa desapercibida a muchos, pero en cambio a mí me da gran guerra. Por ello, necesito adquirir una gran mansedumbre, pues ella desbaratará al príncipe de este mundo. Os exhorto, no yo, sino la caridad de Jesucristo, a que uséis solamente el alimento cristiano y a que os abstengáis de toda hierba extraña avosotros, es decir, de toda herejía.

Esto lo realizaréis si os alejáis del orgullo y permanecéis íntimamente unidos a nuestro Dios, Jesucristo, y a vuestro obispo, sin apartaros de las enseñanzas de los apóstoles. El que está en el interior del santuario es puro, pero el que está fuera no es puro: quiero decir con ello que el que actúa a espaldas del obispo y de los presbíteros y diáconos no es puro ni tiene limpia su conciencia.

 No os escribo esto porque me haya enterado que tales cosas se den entre vosotros, sino porque os quiero prevenir como a hijos míos amadísimos.