jueves, 22 de febrero de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

La Catedra del apóstol San Pedro

1Pedro 5,1-4



REFLEXIÓN

testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse

Volver a lo fundamental: el kerygma: muerte y resurrección de Cristo, como esquema, matriz, arquetipo, impronta del designio del Padre. 

Sufrimientos y gloria, fe y esperanza. Esta actitud que nos dona el Padre es la vivencia fundamental para amar, como estilo de existencia. Este es el llamado desde los acontecimientos. 

Pero una caridad discreta para no hacerle juego al mal.

gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño.

La Palabra nos ofrece un perfil del Pastor o dirigente en nuestra Iglesia. 

No se trata del dirigente máximo solamente, sino de todo aquel que haya sido agraciado con el don de autoridad para bien de la comunidad.

Desde el más encumbrado hasta el más humilde líder, desde las comunidades más relevantes hasta las más humildes y sencillas, se tiene por parte de la Palabra un modelo a seguir.

Nuestro tiempo le presta menos atención al ministerio del dogma que al de la conducta y estilo de vida en los dirigentes.

Pero se piensa erróneamente que es solo responsabilidad de los más altos niveles, sin caer en cuenta que toda autoridad se debe a sus dirigidos.

La verdad profesada no es menos verdad por la mala conducta de los líderes, ya lo dijo Jesús, pero los débiles ven erosionar su fe y credibilidad en una verdad que se desmerece por una conducta indigna.

Somos para dar un servicio y ser servidores con generosidad. Pero el servicio es a los pobres y pecadores para implantar el Reino. No es un servicio al egoísmo ni al pecado.

Salmo responsorial: 22



REFLEXIÓN

nada me falta

Es la experiencia que vivenciamos cuando nos acompaña Dios en contraste de los mediocres guías que nos gobiernan.

Nuestra responsabilidad es ser obdientes en la fe a la verdad manifestada, no imitar las malas costumbres.

El guía por el verdadero camino. Nos asiste para no desviarnos.

Mateo 16,13-19



REFLEXIÓN

"¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?"

Jesús pregunta sobre lo que se dice de él. Los discípulos en sus respuestas manifiestan lo que han recogido de la gente. 

En esas diferentes identidades se comprime el anhelo de cambio de la situación de pobreza, marginación, ignorancia, infelicidad.

Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?"

Parece un examen para revelar la adhesión que los vincula a Jesús. 

No sabemos lo de cada uno, y sólo sabemos la confesión de Pedro alentada por el Espìritu del Padre. 

Es decir la respuesta no es del pueblo ni de sus expectativas sobre identidades pero sí sobre su anhelo profundo.

"Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo."

Y por ser una respuesta don del Padre, Pedro es superado en su propia confesión. 

No es un mesías según la expectativa. Este pre-saber ayuda pero no es peciso. 

Se requiere la perfecciòn que Jesús va a desarrollar. 

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará

Quien lo quiera lo puede verificar. Vivimos tiempos de un poder que atiza y acosa la Iglesia, en sus pastores y fieles.

Aunque no ha existido otro tiempo diferente en la historia de la comunidad de fe, puesto que hay un león rugiente en derredor que busca a quien devorar.

Podemos preocuparnos, afligirnos, temer por la suerte de esta comunidad universal, pero la promesa de Jesús debe anclarnos en la buena nueva del Reino, que no perecerá y se mantendrá, sea con esta específica organización eclesiástica o con otra que pueda venir.

Las instituciones pueden cambiar, y tal parece ser un signo de los tiempos actuales, pero el carisma que las inspiró seguirá inspirando por el Espíritu nuevas formas.

Es nuestra esperanza de creyentes.

Mientras la comunidad se asiente sobre una confesión así, sobre Jesús, en su vivencia y existencia, el mal no podrá con ella.

Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo

Es difícil no ver aquí un don y una misión en relación al Reino. 

Un don a la comunidad? Y también a Pedro? O sólo a Pedro y no a la comunidad? 

Llevamos dos mil años los católicos creyendo que se trata de la persona de Pedro y sus sucesores. 

Pero se dan crisis cada cierto tiempo, con el reclamo que la comunidad también participa de ese don y misión.

Ambos tendrán que recurrir siempre a la confesión que en boca de Pedro, es don del Padre. Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo. 

Y habremos de discernir a la luz de los acontecimientos si comunidad y Pedro hacemos su correcta lectura.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1496097266045759492?s=20&t=DixValykJ2ZwA6QGafMfDg

https://x.com/motivaciondehoy/status/1760634375966703634?s=20

COMPARTIR LA PALABRA

1Pedro 5,1-4

Salmo responsorial: 22

Mateo 16,13-19

DOCTORES DE LA IGLESIA


MARTES, VII SEMANA

San Gregorio de Nisa De las homilías sobre el libro del Eclesiastés 6 

Tiene su tiempo –leemos– el nacer y su tiempo el morir. Bellamente comienza yuxtaponiendo estos dos hechos inseparables, el nacimiento y la muerte. Después del nacimiento, en efecto, viene inevitablemente la muerte, ya que toda nueva vida tiene por fin necesario la disolución de la muerte. Tiene su tiempo –dice– el nacer y su tiempo el morir. ¡Ojalá se me conceda también a mí el nacer a su tiempo y el morir oportunamente! Pues nadie debe pensar que el Eclesiastés habla aquí del nacimiento involuntario y de la muerte natural, como si en ello pudiera haber algún mérito. Porque el nacimiento no depende de la voluntad de la mujer, ni la muerte del libre albedrío del que muere. Y lo que no depende de nuestra voluntad no puede ser llamado virtud ni vicio. Hay que entender esta afirmación, pues, del nacimiento y muerte oportunos. 

REFLEXIÓN

No obstante los cálculos aproximados hay que admitir que nadie, ni los médicos dominan el día, hora, minuto y segundo de un nacimiento común, no por cesárea. Y lo mismo con la muerte. Se puede decir que , por ahora, sigue escapándose de la omnisciencia ese cálculo. Y es posible hablar de una entrega donada, no arrancada por fuerza. Ni se puede hablar de un pecado forzado.

Según mi entender, el nacimiento es a tiempo y no abortivo cuando, como dice Isaías, aquel que ha concebido del temor de Dios engendra su propia salvación con los dolores de parto del alma. Somos, en cierto modo, padres de nosotros mismos cuando, por la buena disposición de nuestro espíritu y por nuestro libre albedrío, nos formamos a nosotros mismos, nos engendramos, nos damos a luz. Esto hacemos cuando aceptamos a Dios en nosotros, hechos hijos de Dios, hijos de la virtud, hijos del Altísimo. 

REFLEXIÓN

Autores de nuestro destino podemos ser si nos auto-concebimos en fe, porque fe y libertad van de la mano. Y lo mismo cuando vamos gestando su crecimiento.  Hasta que por fe rendimos nuestra vida en acción de gracias por la muerte.

Por el contrario, nos damos a luz abortivamente y nos hacemos imperfectos y nacidos fuera de tiempo cuando no está formada en nosotros lo que el Apóstol llama la forma de Cristo. Conviene, por tanto, que el hombre de Dios sea íntegro y perfecto. Así, pues, queda claro de qué manera nacemos a su tiempo y, en el mismo sentido, queda claro también de qué manera morimos a su tiempo y de qué manera, para san Pablo, cualquier tiempo era oportuno para una buena muerte. Él, en efecto, en sus escritos, exclama a modo de conjuro: Por el orgullo que siento por vosotros, cada día estoy al borde de la muerte, y también: Por tu causa nos degüellan cada día. Y también nosotros nos hemos enfrentado con la muerte. No se nos oculta, pues, en qué sentido Pablo estaba cada día al borde de la muerte: él nunca vivió para el pecado, mortificó siempre sus miembros carnales, llevó siempre en sí mismo la mortificación del cuerpo de Cristo, estuvo siempre crucificado con Cristo, no vivió nunca para sí mismo, sino que Cristo vivía en él. 

REFLEXIÓN

Hubo un momento en el pensar cristiano que se sobrevaloró la carne como representativa del pecado, en su versión erótica. Más otra línea nos lleva a la carne como debilidad, que requiere fortaleza, y así el pecado es sinónimo de debilidad para cosas del Espíritu, quien fortalece.

REFLEXIÓN

Ésta, a mi juicio, es la muerte oportuna, la que alcanza la vida verdadera. Yo –dice el Señor– doy la muerte y la vida, para que estemos convencidos de que estar muertos al pecado y vivos en el espíritu es un verdadero don de Dios. Porque el oráculo divino nos asegura que es él quien, a través de la muerte, nos da la vida.