sábado, 9 de marzo de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Sábado 3 de Cuaresma

Oseas 6,1-6


REFLEXIÓN



Vamos a volver al Señor: él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos vendará. En dos días nos sanará; al tercero nos resucitará; y viviremos delante de él. Esforcémonos por conocer al Señor

Jesús es el revelador de Dios Padre. Nos induce su conocimiento entrañable, vivencial. Nos comunica su familiaridad porque la vivió y la vive en su eternidad de mediador.

Qué nos comunica? Que los sinsabores, conflictos, dificultades, frustraciones experimentados en nuestra apropiación del proyecto de vida, del Designio, son expresiones del amor del Padre, no son pruebas, ni torturas, ni opresión de un poder prepotente.

Y si nuestro ego los toma mal y se resiste, pero no se convierte a su amor, la pasará peor, aunque inicialmente parezca que va bien. Porque nos alejaremos de la fuente de vida y languideceremos.

Nos despedazamos nosotros, nos herimos nosotros. Él nos acompaña y respeta, aunque su voluntad difiera. 

Nuestras decisiones, condicionadas, enmarcadas, contextualizadas, situadas, engrendran consecuencias que se constituyen en nuevos contextos, que a su vez constreñirán o influirán, más o menos en las próximas decisiones.

Una maraña que no podemos eludir y con la que sensatamente debemos contar. Y frustrados culpamos al Señor, porque no nos sale la cosa.

Esta es nuestra esperanza: que lo que pasamos sea una prueba de amor, un gesto que lo acerca, una intervención que salva nuestra existencia. 

Vivenciarlo así es una muestra de la vitalidad de la fe, que lee las señales y los signos, más allá de su desgracia y calamidad. 

Es el esfuerzo por apoyarse más en Él, nuestro Señor, que en nuestro dolor y estupor.

Pero tiene fin, porque lo tuvo y se mantiene en Jesús de Nazareth y su Espíritu con nosotros.

Estamos llamados a vivir una responsabilidad de nuestras decisiones, que engendren condiciones favorables para mejores decisiones y en vez de dañar a terceros, los engrandezcan, con nostros.

Es la historia reversada, la contra-corriente, la contra-cultura, que hoy laboramos en el Reino de Jesús con dificultades, contrariedades y dolores, pero también con gozo y ánimo.

En breve tiempo, en muy poco tiempo. Porque la esperanza nutre el futuro de una realización, no de una realidad evaporada.

El amanecer se da, de tenue a palpable. La luz viene de suave a intensa. La lluvia temprana y tardía no es tormenta sino bajareque: va empapando, casi sin notarlo.

Es el amor-acción del Señor así: cumulativo, persistente, con imperceptible presión. Nos cerca sin descanso, como el can aguardando un gesto del amo.

Él es Señor y sin embargo lo trastorna todo actuando como siervo.

Dejándonos llevar por su Espíritu iremos a su profundidad y nos encontraremos con Él. 

Dejándonos moldear por sus comunicaciones, más allá de lo impensable, y aun contra nuestra aceptación, iremos gustando de su modo de ser, adquiriremos esa sabiduría, y reconoceremos su paso.

Vuestra piedad es como nube mañanera, como rocío de madrugada que se evapora

Por nuestra tendencia a la inconstancia y superficialidad, las señales del amor del Padre, que sentimos dolorosas, buscan madurar nuestro agape, hacernos mejores amantes.

Cuando nos tienes cercados, nos acercas a ti. No dejas que te olvidemos, porque sabes que olvidamos con facilidad darte gracias.

Quiero misericordia, y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos.

No hay que dar tantas vueltas, ni elaborar mucho protocolo para el verdadero sacrificio.

Sólo conocer al Padre al modo de Jesús de Nazareth.

Su pluriforme interpelación es para que seamos como Él. Quiere rescatar su creación, su imagen y semejanza como misericordia.

Que le queda a la misericordia cuando la impotencia no permite hacer mucho por otro?

Las buenas palabras, los buenos deseos, la oración insistente y confiada en su intervención.

Salmo responsorial: 50

REFLEXIÓN 

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, / por tu inmensa compasión borra mi culpa; / lava del todo mi delito, / limpia mi pecado

Intentamos practicar ese tipo de borrón con algunas frases, como por ejemplo “Amor es nunca tener que pedir perdón”. 

Y dice mucho esa expresión de la generosidad del amor y aceptación que no hace cuenta de la ofensa.

Pero la propuesta del Señor en su Palabra va más allá, porque se trata de eliminar todo rastro de culpa, de modo que no retoñe como la mala hierba. Y no vuelva a intoxicar el futuro con la suspicacia, el miedo, el daño, la desconfianza.

Es como si el Señor hubiera diseñado una clima organizacional óptimo, auto-regenerable.

Los sacrificios no te satisfacen: / si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. / Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; / un corazón quebrantado y humillado, / tú no lo desprecias

Cuando estemos quebrados en la existencia sabremos de la oportunidad de hacernos sacrificio agradable.

El quebranto significa el descalabro de nuestra visión y nuestro control, para motivar la renuncia a nuestra conducta y la vuelta al modo del Señor.

Cuando algo dentro de nosotros, amargo como la confesión, sube a nuestra garganta, para que logremos exclamar: nos equivocamos. No atendimos las señales, y nos equivocamos.

Por aquí habría que comenzar todo: por la autocrítica honesta, valiente, generosa, dispuesta al cambio.

reconstruye las murallas de Jerusalén: / entonces aceptarás los sacrificios rituales

En el ágape convivido de la fraternidad se reconstruye el tejido social inicuo y victimario. Ahí se da el sacrificio que agrada al Padre de Jesús.

Porque nos habrás cedido tu espíritu, con el cual todo tendra sentido y justicia, la que  viene de ti.

Lucas 18,9-14





REFLEXIÓN 

a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás

Para determinar el sentido de la parábola, tal como está ubicada por el evangelista, conviene tener en cuenta el contexto en el que se crea. 

Probablemente es el de la comunidad contemporánea al evangelista, a quien se le quiere catequizar en una situación concreta.

Así a Jesús se le vive y recuerda en las comunidades de fe, en las fraternidades de ágape, reflexionando en problemas concretos y buscando la mente, la actitud, el Espíritu de Jesús, tal como si Él estuviera presente.

Las parábolas de Jesús como enseñanza son situadas frente a actitudes y necesidades concretas.

Mira y conoce su auditorio, como buen Maestro para darles la palabra oportuna que se convierta en oportunidad de cambio.

Por eso gusta ya que no se presta a mantener la existencia tal como la están concibiendo, sino que les hace trastabillar en su seguridad, que es falsa y defensiva.

Si aramos en nuestra conciencia, no es difícil encontrar la actitud de superioridad con la que nos empinamos sobre otros, y los menospreciamos. Nos sentimos más justos, más justificados, más salvados. 

De ese sentir emana una seguridad ofensiva al Señor, porque ya no lo necesitamos. Es como si la salvación fuera algo que por su posesión nos hace autosuficientes sin Él. Cuando la salvación es Él.

Uno era fariseo; el otro, un publicano

Dos íconos de ese momento: uno con prestigio y aura respetable; el otro con mala fama, pervertido por la corrupción y el colaboracionismo con el imperio.

porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano

El problema que se refleja en la comunidad es en este caso la discriminación entre hermanos, porque unos se creen más justos que otros. Se sienten mejores por lo que hacen.

Una situación que seguimos viviendo y es una peste de nuestras sociedades a todo nivel. Presumimos por situación social, económica, cultural, racial, religiosa, ideológica y por una lista interminable de razones.

Lo interesante es cómo por reinvindicarse frente a tales discriminaciones, se emprende una discriminación contraria, para sacarse el clavo.

Esta maravilla de justicia mediática, incurría con facilidad en el juicio del desacreditado publicano. Qué más dá! Si ya es despreciado, tenerlo como despreciable e indigno de justicia no añade nada.

Porque a mí no me sucede lo que a otros, con lo cual me siento bendecido y justo, diría.

Incluso somos audaces y temerarios identificando a otros como pecadores, por las circunstancias que los envuelven.

El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador

Sin autocrítica, perdón y agape no hay solución definitiva. Ni podemos ser justos justificados.

Y mostraba la conciencia más pura de su indignidad. Había llegado muy lejos en el conocimiento de su ser pecador y esperaba el perdón, no la canonización.

La conciencia de ser pecador, de haber errado en el blanco, permite abandonar el derecho al reino de salvación. Entonces es posible entender que es gracia, amor gratuito.

Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido

Es la frase más escandalosa que pueda haber imaginado el evangelio de la realización y éxito humanos en los diferentes sistemas históricos del logro y la fama.

El publicano es el anti-héroe diseñado por el Señor para hacer morder el polvo al héroe que forja la prepotencia en la cultura humana alienada.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1507678811751604227?s=20&t=ChGqmuP2nfDw8rW5b7whEw

https://x.com/motivaciondehoy/status/1766569113327927348?s=20

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Oseas 6,1-6

Salmo responsorial: 50

Lucas 18,9-14

BEATO CARLO

BEATO CARLO


 
De las Disertaciones de san Gregorio de Nacianzo, obispo
(Disertación 14, Sobre el amor a los pobres, 38. 40: PG 35, 907. 910)

 

SIRVAMOS A CRISTO EN LA PERSONA DE LOS POBRES

 

Dichosos los misericordiosos -dice la Escritura-, porque ellos alcanzarán misericordia. La misericordia no es, ciertamente, la última de las bienaventuranzas. Y dice también el salmo: Dichoso el que cuida del pobre y desvalido. Y asimismo: Dichoso el que se apiada y presta. Y en otro lugar: El justo a diario se compadece y da prestado. Hagámonos, pues, dignos de estas bendiciones divinas. 

Ni la misma noche ha de interrumpir el ejercicio de nuestra misericordia. No digas al prójimo: Anda, vete; mañana te lo daré. Que no haya solución de continuidad entre nuestra decisión y su cumplimiento. La beneficencia es lo único que no admite dilación. 

Parte tu pan con el que tiene hambre, da hospedaje a los pobres que no tienen techo, y ello con prontitud y alegría. Quien practique la misericordia -dice el Apóstol-, que lo haga con jovialidad; esta prontitud y diligencia duplicarán el premio de tu dádiva. Pues lo que se ofrece de mala gana y por fuerza no resulta en modo alguno agradable ni hermoso. Hemos de alegrarnos en vez de entristecernos cuando prestamos algún beneficio. Si quitas las cadenas y la opresión, dice la Escritura, esto es, la avaricia y la reticencia, las dudas y palabras quejumbrosas, ¿qué resultará de ello? Algo grande y admirable. Una gran recompensa. Brillará tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana. ¿Y quién hay que no desee la luz y la salud?

Por esto, si me juzgáis digno de alguna atención, siervos de Cristo, hermanos y coherederos suyos, visitemos a Cristo siempre que se presente la ocasión, alimentemos a Cristo, vistamos a Cristo, demos albergue a Cristo, honremos a Cristo, no sólo en la mesa, como Simón, ni sólo con ungüentos, como María, ni sólo en el sepulcro, como José de Arimatea, ni con lo necesario para la sepultura, como aquel que amaba a medias a Cristo, Nicodemo, ni, por último, con oro, incienso y mirra, como los Magos, sino que, ya que el Señor de todo quiere misericordia y no sacrificios, y ya que la compasión está por encima de la grasa de millares de carneros, démosela en la persona de los pobres y de los que están hoy echados en el polvo, para que, al salir de este mundo, nos reciban en las moradas eternas, por el mismo Cristo nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos. Amén