lunes, 11 de marzo de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Lunes 4 de Cuaresma

Isaías 65,17-21



REFLEXIÓN

"Mirad: yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva: de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear. Mirad: voy a transformar a Jerusalén en alegría, y a su pueblo en gozo; me alegraré de Jerusalén y me gozaré de mi pueblo, y ya no se oirán en ella gemidos ni llantos; ya no habrá allí niños malogrados ni adultos que no colmen sus años, pues será joven el que muera a los cien años, y el que no los alcance se tendrá por maldito. Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos."

Qué proclama política de líderes contemporáneos, por decir algunos, vivos o muertos, puede equipararse ínfimamente a la propuesta espectacular de la Palabra?

Porque la novedad- no la innovación que nos ufanámos en etiquetar a nuestras obras cuando las queremos remozar- del Señor es tabula rasa de cualquier germen de antigëdad, vejez u obsolescencia que pueda contaminar lo nuevo.

Se trata de algo inédito, sin estrenar- sin que nada mediático pueda perforarlo por alguna filtración- para comunicar la primicia de la Palabra de Dios.

El gozo igualmente nace de la contemplación que esta misma revelación nos otorga con su comunicación, porque se  trata de un contraste agudo con nuestra cansada y rutinaria realidad envejecida, donde todo nos parece ya visto.

Nuestro lenguaje humano no está hecho por defecto para transmitir tal realidad, a menos que recurra la negación de nuestras tristes realidades: gemidos y lágrimas, enfermedad de niños, muerte prematura.

La contemplación silente de la novedad de la Palabra es la única capaz de inspirar el conocimiento adecuado a nuestra comprensión.

Como en el momento de postración de Israel, durante su ruina en el destierro, cuando todo lo acumulado se perdió, el consuelo de su Dios, el que nos ha elegido para amarnos, desafía la sabiduría que brota del sentido común ordinario, y llama a un horizonte consolador. 

Se requiere una fe profunda, animada por el Espíritu, para aceptar esa promesa en medio del dolor. La cual también es don del mismo Espíritu y hay que solicitarla.

Salmo responsorial: 29



REFLEXIÓN

al atardecer nos visita el llanto; / por la mañana, el júbilo

Cuando llega su liberación, cuando llega su consolación, toda la noche oscura queda atrás y casi parece que no existió.

Cambiaste mi luto en danzas

Es el único que transforma, no cambia simplemente.

Porque un cambio puede ser una sencilla re-distribución de lo que siempre hay, una reforma.

La transformación del Señor va más allá de la venerada revolución para muchos, que termina siendo en un cambio de unos por otros.

Lo que está en juego para la Palabra, su desafío es el siguiente: creemos en esta novedad?

Juan 4,43-54


REFLEXIÓN

El hombre creyó en la palabra de Jesús

Se propuso este modulo de creyente porque como funcionario real tenía un nivel de poder, como alguien al que no se le podía echar cuentos y fantasear.

Y éste termina creyendo en la novedad de Jesús de Nazareth, en su palabra sobre la curación de su hijo.

Porque eso es creer en Jesús: abrirse y contemplar la novedad de la creación que nos transmite. En ella no subsiste contaminación alguna de lo antiguo nuestro.

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Isaías 65,17-21

Salmo responsorial: 29

Juan 4,43-54

BEATO CARLO

BEATO CARLO

 De las Homilías de Orígenes, presbítero, sobre el Levítico
(Homilía 9, 5. 10: PG 12, 515. 523)


CRISTO, SUMO SACERDOTE, ES PROPICIACIÓN POR NUESTROS PECADOS

Una vez al año, el sumo sacerdote, dejando afuera al pueblo, entraba en el lugar donde se hallaban el propiciatorio, los querubines, el arca de la alianza y el altar de los aromas; lugar donde sólo al sumo sacerdote le estaba permitido entrar.

Pero fijémonos en nuestro verdadero sumo sacerdote, el Señor Jesucristo. Él, habiendo tomado la naturaleza humana, estaba con el pueblo todo el año, aquel año, a saber, del cual dice él mismo: Me envió a evangelizar a los pobres y a proclamar el año de gracia del Señor. Y, una vez durante este año, el día de la expiación, entró en el santuario, es decir, cuando, cumplida su misión, penetró en los cielos, entró a la presencia del Padre, para hacerle propicio al género humano y para interceder en favor de todos los que creen en él.

El apóstol Juan, conocedor de esta propiciación que nos reconcilia con el Padre, dice: Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es propiciación por nuestros pecados.

También Pablo alude a esta propiciación, cuando afirma de Cristo: A quien Dios ha propuesto como instrumento de propiciación, por su propia sangre y mediante la fe. Por lo tanto, el día de nuestra propiciación continúa hasta el fin del mundo.

Dice la palabra de Dios: Pondrá el incienso sobre las brasas delante del Señor, para que el humo del incienso cubra el propiciatorio que está sobre el documento de la alianza, y así él no muera. Después tomará sangre del novillo y rociará con el dedo el lado oriental de la placa o propiciatorio.

Este texto nos recuerda el modo como en el antiguo Testamento se celebraba el rito de la propiciación ante Dios; pero tú que has venido a Cristo, verdadero sumo sacerdote, que con su sangre te hizo a Dios propicio y te reconcilió con el Padre, trasciende con tu mirada la sangre de las antiguas víctimas y considera más bien la sangre de aquel que es la Palabra, escuchando lo que él mismo te dice: Ésta es mi sangre, que será derramada por vosotros para el perdón de los pecados.

El hecho de rociar el lado oriental tiene también su significado. De oriente nos viene la propiciación, pues de allí procede el varón cuyo nombre es Oriente, el que ha sido constituido mediador entre Dios y los hombres. Ello te invita a que mires siempre hacia oriente, de donde sale para ti el sol de justicia, de donde te nace continuamente la luz, para que no camines nunca en tinieblas, ni te sorprenda en tinieblas aquel día último; para que no se apodere de ti la noche y oscuridad de la ignorancia, sino que vivas siempre en la luz de la sabiduría, en el pleno día de la fe, bajo la luz de la caridad y de la paz