sábado, 23 de marzo de 2024

DOCTORES DE LA IGLESIA

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


San Gregorio Nacianceno Sermón 45, 23-24 

Vamos a participar en la Pascua, ahora aún de manera figurada, aunque ya más clara que en la antigua ley (porque la Pascua de la antigua ley era, si puedo decirlo así, como una figura oscura de nuestra Pascua, que es también aún una figura). Pero dentro de poco participaremos ya en la Pascua de una manera más perfecta y más pura, cuando el Verbo coma y beba con nosotros la Pascua nueva en el reino de su Padre, cuando nos revele y nos descubra plenamente lo que ahora nos enseña sólo en parte. 

REFLEXIÓN

La Historia de Salvación, manifiesta en esta historia cronológica, tiene una figura oscura, otra más clara y una realidad definitiva. Estamos en un período intermedio se puede decir, precedidos pero en camino aún.

Porque siempre es nuevo lo que en un momento dado aprendemos. Qué cosa sea aquella bebida y aquella comprensión plena, corresponde a nosotros aprenderlo, y a él enseñárnoslo e impartir esta doctrina a los discípulos. Pues la doctrina de aquel que alimenta es también alimento. Nosotros hemos de tomar parte en esta fiesta ritual de la Pascua en un sentido evangélico, y no literal, de manera perfecta, no imperfecta; no de forma temporal, sino eterna. Tomemos como nuestra capital, no la Jerusalén terrena, sino la ciudad celeste; no aquella que ahora pisan los ejércitos, sino la que resuena con las alabanzas de los ángeles. Sacrifiquemos no jóvenes terneros ni corderos con cuernos y uñas, más muertos que vivos y desprovistos de inteligencia, sino más bien ofrezcamos a Dios un sacrificio de alabanza sobre el altar del cielo, unidos a los coros celestiales. Atravesemos la primera cortina, avancemos hasta la segunda y dirijamos nuestras miradas al Santísimo. Yo diría aún más: inmolémonos nosotros mismos a Dios, ofrezcámosle todos los días nuestro ser con todas nuestras acciones. Estemos dispuestos a todo por causa del Verbo; imitemos su Pasión con nuestros padecimientos, honremos su sangre  con nuestra sangre, subamos decididamente a su cruz. Si eres Simón Cireneo, coge tu cruz y sigue a Cristo. Si estás crucificado con él como un ladrón, como el buen ladrón confía en tu Dios. Si por ti y por tus pecados Cristo fue tratado como un malhechor, lo fue para que tú llegaras a ser justo. Adora al que por ti fue crucificado, e, incluso si tú estás crucificado por tu culpa, saca provecho de tu mismo pecado y compra con la muerte tu salvación. Entra en el paraíso con Jesús y descubre de qué bienes te habías privado. Contempla la hermosura de aquel lugar y deja que fuera muera el murmurador con sus blasfemias. Si eres José de Arimatea, reclama su cuerpo a quien lo crucificó y haz tuya la expiación del mundo. Si eres Nicodemo, el que de noche adoraba a Dios, ven a enterrar el cuerpo y úngelo con ungüentos. Si eres una de las dos Marías, o Salomé, o Juana, llora desde el amanecer; procura ser el primero en ver la piedra quitada y verás quizá a los ángeles o incluso al mismo Jesús.

REFLEXIÓN

Tomar parte en un sentido evangélico, es perpetrar una voladura del esquema del tiempo cronológico y migrar a la dimensión que es novedad en proceso. Es preciso un esfuerzo de actualización, no de imaginación, de convencimiento, no de ilusión, para participar como actores en los acontecimientos evangélicos que rasgaron la cotidianidad de la cruz, muerte y resurrección. No hay condición humana, aún pecadora y culpable que no pueda identificarse con la pascua, hacerla suya, y asumir lo propio.

viernes, 22 de marzo de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Viernes 5 de Cuaresma

Jeremías 20,10-13



REFLEXIÓN

Mis amigos acechaban mi traspié

En el transcurso de una misión del Señor, en la divulgación de su Palabra, se dan acechanzas de oposición.

Indicarlas puede ser visto además, como patología paranoica, narcisimo del supuesto perseguido. Se dan casos que dan pie a esas conjeturas.

Pero quien asume la Palabra para guardarla por la fe y practicarla, y la comparte fraternalmente, tenga por seguro que las acechanzas y conspiraciones vendrán. Porque el anti-reino no descansa.

No se trata de una culpabilización a ultranza de alguien. O por buscar culpable de situaciones indeseables. Porque hay quienes ante eso se encogen indiferentes como si fuera un producto de la coincidencia o el azar.

Se trata de que vivimos según la Palabra en un combate contra las fuerzas que se oponen a la salvación del Señor. 

Como se pone en los ejercicios ignacianos, estamos ante la decisión de acogernos a una de las banderas o causas que plantea la Palabra: la del reino de Dios o la del anti-reino.

Los estados de ánimo paranoides, con causa proporcionada o sin ella, aunque no sea por una causa de fe religiosa, pero sí por una lucha contra las fuerzas que halan para la injusticia, inequidad, hipocresía o perversión, son un motivo de oración humilde y acción de gracias, en medio del sufrimiento íntimo, que el Señor, en la tortura de su hijo, mira y acepta como holocausto de paz, de justicia y de amor. 

Asumir con fe y ejercitar la paciencia es un gesto de amor y acción de gracias a la comunicación del Padre, que misteriosamente desarrolla su designio y en él nos bendice.

examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón

Solo un tú Trascendente y absoluto escudriña la red de motivaciones, ocultas y explícitas, que nos impulsan en las decisiones rutinarias o solemnes. Y más allá tiene en cuenta las oscuras, que ni nosotros sospechamos de nosotros mismos.

libró la vida del pobre de manos de los impíos.

La Palabra del Señor se encarnó en un ethos que configuró un lenguaje, en el que los sentidos se obtienen por reflexión o meditación de entornos circunstanciales y coyunturales. 

Así hablan del aprendizaje recientemente los especialistas: como una interacción entre lo que viene donado en la subjetividad y lo que sale al encuentro desde la realidad circundante.

Justo y pobre son dos acepciones claves en la develación que hace el Señor de su proyecto. Y mientras el justo carga con énfasis de la individualidad personal, quizás por una matriz sapiencial, el pobre carga con un énfasis circunstancial poblado de adversidades y humillaciones.

Pero ambas no se confinan, sino que se intercambian porque los énfasis se revierten, el justo con lo circunstancial, el pobre con la subjetividad personal.

Sin embargo los tiempos, los horizontes históricos e ideológicos, suelen marcar o presionar más por un énfasis que en otro, de acuerdo a las necesitades más sentidas, o que se suponen así.

Porque en el diagnóstico que las diversas culturas hacen de sus necesidades perentorias a las cuales deben dar respuesta, no se excluye el interés egoísta de unas clases, grupos, élites sobre otros.

Y en el discernir de la Palabra encarnada se confronta el desafío de separar esos intereses egoístas grupales o colectivos, del núcleo del designio del Señor.

Como fuego abrasador y purificador, va el Señor abrasando todo lo que se opone al avance de su amor.

Salmo responsorial: 17



REFLEXIÓN

tú eres mi fortaleza

Hemos de dar gracias de corazón constantemente al Señor, por la persistencia que nos comunica con su gracia, para mantenernos peregrinando más y mejor, superando las acechanzas internas y externas, subjetivas y objetivas.

Porque nuestra subjetividad no se encuentra libre totalmente de los miedos, suposiciones, susceptibilidades y especulaciones que nos asaltan y atormentan, en nuestras relaciones con el mundo.

Con mucho esfuerzo, en ciertas coyunturas, podemos mantener una perspectiva positiva o constructiva, a pesar de nuestra desolación sicológica y espiritual.

Se ama a alguien valioso, que aporta un significado, que se traduce en bienestar de una existencia.

La vivencia a la que invita la oración sálmica inspirada por el Espíritu, tiene que ver con un posicionamiento en la seguridad que proviene de vivir al Señor como protector.

Es un sentir como si fuéramos un fiel de la balanza: recto hacia tierra sin movernos a un lado o a otro, sensibles y disponibles a cualquier carga.

Sabernos en el Señor produce descanso profundo. Un abandono en manos de quien sabe mejor. Dejarnos conducir impregnados de serenidad, es una señal de la activa vitalidad del Espíritu en y desde nosotros.

torrentes destructores me aterraban

Se dan circunstancias conflictivas y potencialmente destructivas en nuestra vivencia de la existencia, de tiempo en tiempo. 

No sólo es un gozo vivir, sino que también a ratos cuesta vivir, con el cúmulo de preocupaciones, agonías, limitaciones o daños que nos sobrevienen.

Son los torrentes que nos apabullan, y obligan a reunir nuestras fuerzas para clamar en la confianza del Señor.

Entonces una voz dentro de nosotros puede irse amplificando. Una voz que nos conmina: Resiste! El Señor está cerca. Ya viene!

Juan 10,31-42



REFLEXIÓN

los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús

Jesús pudo morir en cualquier esquina, sumariamente, sin ningún tipo de proceso, por un arranque de pasión de una turba enardecida o manipulada.

Pero aun en el mayor refinamiento con el que se le procesa desde la religión judía y desde el poder de ocupación romana, hemos de advertir la distancia con la verdadera justicia que salva al inocente.

No importa si sumaria o procesualmente, por técnicas jurídicas, hoy ejerzamos el juicio en pos de la justicia, porque se siente y se vive la honda frustración e insatisfacción de la imperfección de la misma.

Más bien el clamor es porque se logre siquiera un mínimo de limitación a la arbitrariedad de quien ocupe el poder y se detenga, un poco el sinsentido de la venganza. Hasta por motivos baladíes.

Son tantos los que mueren, en una especie de aberración del sentido y valor de una vida humana.

Hasta esas honduras y escenarios tenebrosos se avino a abajarse el Señor Jesús por amor.

Quizás para que sintamos que hasta allí Él es roca y alcázar.

Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?

La recompensa de los humanos no es necesariamente la justificación comparable a la del Señor. Se queda en el exterior, en la apariencia, y no entra en la verdad completa.

No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios

Un barrunto de la peligrosidad de la acusación por blasfemia la tenemos en los casos de cristianos, que son minoría, en algunos países islámicos, cuando sus palabras son presentadas como blasfemia contra Mahoma.

Una acusación así es prácticamente una sentencia de muerte, emitida desde un linchamiento apasionado.

A la hora del ataque quién puede apostar que no se trata de una excusa esgrimida, y no más bien de la envidia del corazón, que mueve a atacar a los que bien obran.

quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios?

Se establece en Juan una diferencia cualitativa en la filiación de Jesús frente a la de quienes escuchan la palabra.

Esta diferencia aún entre sus seguidores no es aceptada unánimemente.

"¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses

No obstante la interpretación de que todos somos o estamos llamados a ser dios, a Jesús se le reconoce a fines del siglo primero una distinción cualitativamente superior: consagrado del Padre.

Por lo tanto si no sus palabras, al menos sus obras merecen ser creídas.

Así en el diálogo con los hermanos no cristianos, conviene hacer énfasis en cómo nos une asumir las obras buenas de Jesús, como un terreno común de creencia.

creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

No creer las obras es una ceguera injustificable. Cierra la puerta al reconocimiento del amor transformador en el mundo.

Sí! Efectivamente somos hijos del Padre, dioses como Jesús: si hacemos las buenas obras del Padre. 

En esto se muestra nuestra divinidad y filiación. Si nuestro ágape construye la fraternidad.

todo lo que Juan dijo de éste era verdad

Las palabras del testimonio de Juan vibran auncuando él no vive. Y señalan a Jesús.

La resurrección de Monseñor Romero y cualquier otro, en el pueblo, muestra persistencia de la vibración de este testigo a favor de Jesús, en los pobres.

La causa de Jesús en los pobres es la causa del reino de Dios, la muestra encarnada del amor de Dios que salva todo el ser humano.

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Jeremías 20,10-13

Salmo responsorial: 17

Juan 10,31-42