miércoles, 14 de agosto de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Miércoles 19 de tiempo ordinario

Ezequiel 9, 1-7; 10, 18-22



REFLEXIÓN

Oí al Señor llamar en voz alta

Nuevamente, escucharte en los acontecimientos, pero entenderte o librarnos de las torceduras y desvíos para comprender y hacer que nuestros corazones débiles y sensibles, atiendan razones y cordura.

Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén y marca en la frente a los que se lamentan afligidos por las abominaciones que en ella se cometen

Son aquellos que saben identificarse con la causa del Señor y la del reino, aun en medio de sus propias aflicciones individuales.

pero a ninguno de los marcados lo toquéis

Marcas para protección de la vida definitiva donada por el Señor, no para la impunidad o la sensación de una seguridad falsa.

Salmo responsorial: 112



REFLEXIÓN

alabad el nombre del Señor

¿Quién como el Señor, Dios nuestro, / que se eleva en su trono / y se abaja para mirar / al cielo y a la tierra?

El salmo canta la grandeza de Dios y su trascendencia, pero no tiene por objeto empequeñecernos, sino alentarnos a seguir confiando en quien inició nuestra fe, porque Él comenzó en nosotros la obra buena de nuestra existencia y por lo tanto la perfeccionará.

Mateo 18,15-20



REFLEXIÓN

Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano

Si observáramos un procedimiento semejante para tramitar nuestras diversidades y desencuentros, quizá sería mayormente viable la armonía y el entendimiento en nuestras comunidades de vida, desde la familia hasta el trabajo.

Un procedimiento que nos aleja de las decisiones que se toman al calor de las pasiones y los prejuicios, y donde se respeta a los demás en su defensa.

Pero los medios nos tienen acostumbrados al juicio condenatorio fácil y ligero, basados en evidencias que no se comprueban, muchas veces.

Así la opinión pública y común va deslizándose a fundamentalismos y extremismos que conducen a la violencia.

todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo

Un adagio legal propio de la sabiduría israelita y que hace suya la comunidad cristiana judía.

Se muestra un cuerpo de quien se espera que defina y tome decisiones. Aunque no gusten las mismas.

La influencia de una mentalidad alternativa iconoclasta en nuestros días dificulta esta actitud de aceptación de las decisiones de cualquier cuerpo cuya misión sea la definición.

Esta mentalidad que mira malas intenciones y corrupción en toda decisión de autoridad corroe la estabilidad de las sociedades y comunidades y nos acerca a la anarquía.

donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos

En cambio una comunidad que se pone de acuerdo para orar, hace posible otros acuerdos y concertaciones. 

Porque al orar nos hacemos vulnerables en nuestro corazón a la fe y las buenas obras, signo de la presencia del Señor entre nosotros.

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Miércoles 19 de tiempo ordinario

Ezequiel 9, 1-7; 10, 18-22

Salmo responsorial: 112

Mateo 18,15-20

SAN CARLO ACUTIS DE ASIS


 


MIÉRCOLES, XIX SEMANA

De las cartas de san Maximiliano María Kolbe, presbítero y mártir
(Gli scritti di Massimiliano Kolbe eroe di Oswiecim e beato della Chiesa, vol. I, Città di Vita, Florencia 1975, pp. 44-46. 113-114)
El ideal de la vida apostólica es la salvación y santificación de las almaspage510image57259840 page510image57260672

Me llena de gozo, querido hermano, el celo que te anima en la propagación de la gloria de Dios. En la actualidad se da una gravísima epidemia de indiferencia, que afecta, aunque de modo diverso, no sólo a los laicos, sino también a los religiosos. Con todo, Dios es digno de una gloria infinita. Siendo nosotros pobres criaturas limitadas y, por tanto, incapaces de rendirle la gloria que él merece, esforcémonos, al menos, por contribuir, en cuanto podamos, a rendirle la mayor gloria posible.

La gloria de Dios consiste en la salvación de las almas, que Cristo ha redimido con el alto precio de su muerte en la cruz. La salvación y la santificación más perfecta del mayor número de almas debe ser el ideal más sublime de nuestra vida apostólica.

Cuál sea el mejor camino para rendir a Dios la mayor gloria posible y llevar a la santidad más perfecta el mayor número de almas, Dios mismo lo conoce mejor que nosotros, porque él es omnisciente e infinitamente sabio. Él, y sólo él, Dios omnisciente, sabe lo que debemos hacer en cada momento para rendirle la mayor gloria posible. Y ¿cómo nos manifiesta Dios su propia voluntad? Por medio de sus representantes en la tierra.

La obediencia, y sólo la santa obediencia, nos manifiesta con certeza la voluntad de Dios. Los superiores pueden equivocarse, pero nosotros obedeciendo no nos equivocamos nunca. Se da una excepción: cuando el superior manda algo que, con toda claridad y sin ninguna duda, es pecado, aunque éste sea insignificante; porque, en este caso, el superior no sería el representante de Dios.

Dios, y solamente Dios infinito, infalible, santísimo y clemente, es nuestro Señor, nuestro Creador y Padre, principio y fin, sabiduría, poder y amor: todo. Todo lo que no sea él vale en tanto en cuanto se refiere a él, creador de todo, redentor de todos los hombres y fin último de toda la creación. Es él quien, por medio de sus representantes aquí en la tierra, nos revela su admirable voluntad, nos atrae hacia sí, y quiere, por medio nuestro, atraer el mayor número posible de almas y unirlas a sí del modo más íntimo y personal.

Querido hermano, piensa qué grande es la dignidad de nuestra condición por la misericordia de Dios. Por medio de la obediencia, nosotros nos alzamos por encima de nuestra pequeñez y podemos obrar conforme a la voluntad de Dios. Más aún: adhiriéndonos así a la divina voluntad, a la que no puede resistir ninguna criatura, nos hacemos más fuertes que todas ellas. Ésta es nuestra grandeza; y no es todo: por medio de la obediencia, nos convertimos en infinitamente poderosos.

Éste, y sólo éste, es el camino de la sabiduría y de la prudencia, y el modo de rendir a Dios la mayor gloria posible. Si existiese un camino distinto y mejor, Jesús nos lo hubiera indicado con sus palabras y su ejemplo. Los treinta años de su vida escondida son descritos así por la sagrada Escritura: Y siguió bajo su autoridad. Igualmente, por lo que se refiere al resto de la vida toda de Jesús, leemos, con frecuencia, en la misma sagrada Escritura, que él había venido a la tierra para cumplir la voluntad del Padre.

Amemos sin límites a nuestro buen Padre: amor que se demuestra a través de la obediencia y se ejercita, sobre todo, cuando nos pide el sacrificio de la propia voluntad. El libro más bello y auténtico donde se puede aprender y profundizar este amor es el Crucifijo. Y esto lo obtendremos mucho más fácilmente de Dios por medio de la Inmaculada, porque a ella ha confiado Dios toda la economía de la misericordia.

La voluntad de María, no hay duda alguna, es la voluntad del mismo Dios. Nosotros, por tanto, consagrándonos a ella, somos también, como ella, en las manos de Dios, instrumentos de su divina misericordia.

Dejémonos guiar por María; dejémonos llevar por ella y estemos, bajo su dirección, tranquilos y seguros: ella se ocupará de todo y proveerá a todas nuestras necesidades, tanto del alma como del cuerpo; ella misma removerá las dificultades y angustias nuestras.