Viernes, XXVI semana
San Ambrosio Tratado sobre la carta a los Filipenses
Como acabáis de escuchar en la lectura
de hoy, amados hermanos, la misericordia divina, para bien de nuestras almas,
nos llama a los goces de la felicidad eterna, mediante aquellas palabras del
Apóstol: Estad siempre alegres en el Señor. Las alegrías de este mundo conducen
a la tristeza eterna, en cambio, las alegrías que son según la voluntad de Dios
durarán siempre y conducirán a los goces eternos a quienes en ellas perseveren.
Por ello, añade el Apóstol: Os lo repito, estad alegres. Se nos exhorta a que
nuestra alegría, según Dios y según el cumplimiento de sus mandatos, se
acreciente cada día más y más, pues cuanto más nos esforcemos en este mundo por
vivir entregados al cumplimiento de los mandatos divinos, tanto más felices
seremos en la otra vida y tanto mayor será nuestra gloria ante Dios. Que
vuestra mesura la conozca todo el mundo, es decir, que vuestra santidad de vida
sea patente no sólo ante Dios, sino también ante los hombres; así seréis
ejemplo de modestia y sobriedad para todos los que en la tierra conviven con
vosotros y vendréis a ser también como una imagen del bien obrar ante Dios y
ante los hombres. El Señor está cerca. Nada os preocupe: el Señor está siempre
cerca de los que lo invocan sinceramente, es decir, de los que acuden a él con
fe recta, esperanza firme y caridad perfecta; él sabe, en efecto, lo que
vosotros necesitáis ya antes de que se lo pidáis; él está siempre dispuesto a
venir en ayuda de las necesidades de quienes lo sirven fielmente
REFLEXIÓN
La calidad de vida en el
contexto del vivir en algún siglo pasado puede llamarnos la atención por el
ideal tan lejano de la actual ocurrencia de la convivencia humana en los diferentes espacios culturales
contemporáneos. Tal calidad y las recomendaciones para conservarla, contenidas
en las exhortaciones de los evangelizadores y predicadores, hoy quizás no nos
mueven tanto porque nos sentimos muy diferentes y estrenando otras categorías
mentales. Sin embargo, mirando más detenidamente, lo que llevaba al desenfreno
y abuso de todo tipo, será muy diferente a lo que nos mueve hoy, sabiendo como
lo hacemos, que nuestro fondo sigue sensible a la estimulación de la codicia,
lujuria, envidia, violencia, mentira …y traición.? Por qué entonces no nos
movemos tanto al los bienes imperecederos? Contra qué competimos que nos hace
tan duro el esfuerzo por la vida honesta y cristiana?
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