Domingo, XXIII semana
San León Magno Sermón sobre las bienaventuranzas 95,6-8
Después de esto, el Señor prosiguió, diciendo:
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán
saciados. Esta hambre no desea nada corporal, esta sed no apetece nada terreno;
el bien del que anhela saciarse consiste en la justicia, y el objeto por el que
suspira es penetrar en el conocimiento de los misterios ocultos, hasta saciarse
del mismo Dios. Feliz el alma que ambiciona este manjar y anhela esta bebida;
ciertamente no la desearía si no hubiera gustado ya antes de su suavidad. De
esta dulzura, el alma recibió ya una pregustación, al oír al profeta que le
decía: Gustad y ved qué bueno es el Señor; con esta pregustación, tanto se
inflamó en el amor de los placeres castos, que, abandonando todas las cosas temporales,
sólo puso ya su afecto en comer y beber la justicia, adhiriéndose a aquel
primer mandamiento que dice: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y
con toda el alma y con todas tus fuerzas. Porque amar la justicia no es otra
cosa sino amar Dios
REFLEXIÓN
Hay que empezar por el
fin, al menos alguna vez en la vida. Dónde queremos ir a parar con todo esto? A
qué fin le tiramos? El cielo, las moradas, que nos están esperando han de
movilizar desde el principio de todo para que nos sea claro que pretendemos. No
está de moda ser bueno, y hay todo tipo de caricaturas y burlas de lo que
tradicionalmente significaba seguir el buen camino. Más de uno esas burlas lo
han apeado, y avergonzado , y confundido. Pero está en nuestras manos mirar el
fin y de esa claridad recibir las fuerzas para seguir peregrinando.
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