domingo, 20 de septiembre de 2020

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

Domingo, XXV semana
San Agustín Sermón sobre los pastores 46,13

No fortalecéis a las ovejas débiles, dice el Señor. Se lo dice a los malos pastores, a los pastores falsos, a los pastores que buscan su interés y no el de Jesucristo, que se aprovechan de la leche y la lana de las ovejas, mientras que no se preocupan de ellas ni piensan en fortalecer su mala salud. Pues me parece que hay alguna diferencia entre estar débil, o sea, no firme –ya que son débiles los que padecen alguna enfermedad–, y estar propiamente enfermo, o sea, con mala salud. Desde luego que estas ideas que nos estamos esforzando por distinguir las podríamos precisar, por nuestra parte, con mayor diligencia, y por supuesto que lo haría mejor cualquier otro que supiera más o fuera más fervoroso; pero, de momento, y para que no os sintáis defraudados, voy a deciros lo que siento, como comentario a las palabras de la Escritura. Es muy de temer que al que se encuentra débil no le sobrevenga una tentación y le desmorone. Por su parte, el que está enfermo es ya esclavo de algún deseo que le está impidiendo entrar por el camino de Dios y someterse al yugo de Cristo. Pensad en esos hombres que quieren vivir bien, que han determinado ya vivir bien, pero que no se hallan tan dispuestos a sufrir males, como están preparados a obrar el bien. Sin embargo, la buena salud de un cristiano le debe llevar no sólo a realizar el bien, sino también a soportar el mal. De manera que aquellos que dan la impresión de fervor en las buenas obras, pero que no se hallan dispuestos o no son capaces de sufrir los males que se les echan encima, son en realidad débiles. Y aquellos que aman el mundo y que por algún mal deseo se alejan de las buenas obras, éstos están delicados y enfermos, puesto que, por obra de su misma enfermedad, y como si se hallaran sin fuerza alguna, son incapaces de ninguna obra buena. En tal disposición interior se encontraba aquel paralítico al que, como sus portadores no podían introducirle ante la presencia del Señor, hicieron un agujero en el techo, y por allí lo descolgaron

COMENTARIO

La gracia no tiene hoja de ruta rígidamente precisada, y aún en condiciones malas es capaz de remover obstáculos en los alejados para inspirar su vuelta al Amor de Dios. Las condiciones de enfermedad o debilidad, aunque dificultan y aun gravemente impiden avanzar en la voluntad de Dios que es su reinado, no logran detener su crecimiento, el cual es imparable.  Por eso la exhortación a acercarse y hacer algún esfuerzo por el bien, es lo propio de quien sirve a los peregrinos de la fe. Ciertamente no hay un claro-oscuro en la disposición y la entrega del creyente, sino un gran diversidad y variedad, análoga a la creación.

sábado, 19 de septiembre de 2020

PALABRA COMENTADA

 

Sábado 24 de tiempo ordinario

1Corintios 15, 35-37. 42-49

35Pero alguien dirá: "¿Cómo resucitan los muertos? ¿Y con qué clase de cuerpo vienen?" 36¡Necio! Lo que tú siembras no llega a tener vida si antes no muere. 37Y lo que siembras, no siembras el cuerpo que nacerá, sino el grano desnudo, quizás de trigo o de alguna otra especie.42Así es también la resurrección de los muertos. Se siembra un cuerpo corruptible, se resucita un cuerpo incorruptible; 43se siembra en deshonra, se resucita en gloria; se siembra en debilidad, se resucita en poder; 44se siembra un cuerpo natural, se resucita un cuerpo espiritual. Si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual. 45Así también está escrito: "El primer HOMBRE, Adán, FUE HECHO ALMA VIVIENTE." El último Adán, espíritu que da vida. 46Sin embargo, el espiritual no es primero, sino el natural; luego el espiritual. 47El primer hombre es de la tierra, terrenal (hecho del polvo); el segundo hombre es del cielo. 48Como es el terrenal, así son también los que son terrenales; y como es el celestial, así son también los que son celestiales. 49Y tal como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.



COMENTARIO

¿Qué clase de cuerpo traerán?

No hemos cambiado. La muerte nos enfrenta a cuerpos sin vida y su corrupción hasta quedar en polvo. De ahí surge el bloqueo ante una novedad que depende de otro poder: el de la Palabra de Dios. No es asunto de percepción, sino de fe en la Palabra.

Lo que tú siembras no recibe vida si antes no muere

Muerte es lo que sembramos, cuando nos sepultan. Allí van nuestros sueños, esfuerzos, gozos y tristezas, lo bueno y lo mal hecho.

Solo la Palabra nos ha prometido rescatarnos, por más que nosotros nos aferremos a la supuesta reencarnación de la materia.

Solo la Palabra en Jesús de Nazareth, atestiguado como vivo, nos promete vida nueva para siempre.

al sembrar, no siembras lo mismo que va a brotar después

Somos diseños de un designio lo suficientemente rico para expresarse en una diversificación sin fin.

Lo que somos aparecerá. No exactamente al modo del homúnculo, más como el microcosmos que se expande como el macrocosmos.

Una realidad que vendrá despampanante, arrolladora, impactante, inefable y para eso nos entrena la naturaleza y la historia con sus fenómenos y acontecimientos inéditos y apabullantes.

se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual

En el caso de Pablo no habla de fantasías y deseos, no es rétorica hueca. Se fundamenta en su experiencia del Jesús vivo, cuando perseguía sus seguidores. Y en el testimonio de los otros apóstoles, de quienes se hizo colega. La fuerza de nuestra fe está en el testimonio recibido.

No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después

Así nos ha hablado la teoría de la evolución en sus diferentes variantes a lo largo de la historia de las ciencias. Solo que nuestra teoría de la evolución, la de los creyentes de la Palabra adjudica al poder de Dios la vida espiritual, cualitativamente diferente a la que desarrolle la materia, si lo hace.

Lo curioso es que las ciencias se confiesan teóricas no creyentes, pero sus axiomas son una especie de creencia, no de evidencia.

Salmo responsorial: 55

COMENTARIO

En Dios, cuya promesa alabo, / en el Señor, cuya promesa alabo

No nos quita ni un milímetro de dignidad humana reconocer que la promesa de nueva vida de la Palabra nos da esperanza.

Si no existiera esa Palabra se recortaría el horizonte de significado de nuestra existencia.

en Dios confío y no temo

Esta nueva realidad que late y se gesta en nuestro fondo debe y puede hacernos libres para amar sin debilidad; de amar con temor; con un amor convencido hasta los tuétanos que nada ni nadie nos separará del amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús.

Te debo, Dios mío, los votos que hice

Te los debemos porque nos desafiliamos una y otra vez.

La esperanza se cifra en haber guardado su semejanza. Y haber guardado algo de fidelidad, porque la lista de nuestras infidelidades es larga y recurrente.

porque libraste mi alma de la muerte, / mis pies de la caída; / para que camine en presencia de Dios / a la luz de la vida.

El salmista muestra el alivio de haber sido librado de un riesgo de muerte. Pero no es el alivio final. Toda intervención del Señor a favor de una liberación temporal nuestra, de un peligro de muerte, es un anticipo de la liberación final.

Lucas 8, 4-15

4Habiéndose congregado una gran multitud y los que de varias ciudades acudían a Jesús, entonces les habló por medio de una parábola: 5"El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrarla, una parte cayó junto al camino, y fue pisoteada y las aves del cielo se la comieron. 6"Otra parte cayó sobre la roca, y tan pronto como creció, se secó, porque no tenía humedad. 7"Otra parte cayó en medio de los espinos; y los espinos, al crecer con ella, la ahogaron. 8"Y otra parte cayó en tierra buena, y creció y produjo una cosecha a ciento por uno." Al hablar estas cosas, Jesús exclamaba: "El que tiene oídos para oír, que oiga."
9
Sus discípulos Le preguntaban qué quería decir esta parábola, 10y El respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del reino de Dios, pero a los demás les hablo en parábolas, para que VIENDO, NO VEAN; Y OYENDO, NO ENTIENDAN.
11
La parábola es ésta: la semilla es la palabra de Dios. 12"Aquéllos a lo largo del camino son los que han oído, pero después viene el diablo y arrebata la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. 13"Aquéllos sobre la roca son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo; pero no tienen raíz profunda; creen por algún tiempo, y en el momento de la tentación sucumben. 14"La semilla que cayó entre los espinos, son los que han oído, y al continuar su camino son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y su fruto no madura. 15"Pero la semilla en la tierra buena, son los que han oído la palabra con corazón recto y bueno, y la retienen, y dan fruto con su perseverancia.

COMENTARIO

se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo.

En Jesús la gente percibía ese alivio premonitorio del último alivio: la vida plena que no termina.

Y por eso como un imán atrae el hierro, atraía los anhelos de liberación de su entorno: enfermedades, posesiones, carencias, aflicciones.

Quién que haga cosas buenas por la gente, ayude sus necesidades, alivie sus penurias, podrá ser dejado de lado? En esto Jesús, al atraer multitudes ávidas no estaba haciendo nada que otros no hayan experimentado.

Pero en él reconocemos, como también lo hacía la multitud, un discurso y una conducta reveladoras del misterio de Dios. El rostro inédito de un Dios Padre emergía en su accionar.

Y así Jesús atendía un hambre más profunda, y para la que el pan que perece era sólo un símbolo de una realidad eterna.

El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto el ciento por uno."

La pregunta es más bien qué significa exactamente esta parábola porque al escucharla en el contexto de la cantidad de gente que se le suma, parece que su sentido emerge automáticamente.

No todos son tierra buena aunque se sumen a seguir su camino.

Aun siguiéndolo somos capaces de ahogar, secar, esterilizar la semilla.

Ese sembrador que es Jesús puede, si somos lo que debemos ser para dar fruto.

Con la parábola daba a entender que no todo terminaba ahí: en el alivio temporal, sino que allí se depositaba una semilla de la Palabra, para que nos esforzáramos en hacerla germinar, crecer y fructificar. Porque como semilla no morimos para quedar estériles, según la Palabra.

Se achaca a un platonismo la preferencia a la realidad espiritual sobre la material. Esto por las consecuencias que puede acarrear de irresponsabilidad histórica.

Pero la materia puede ser apreciada, como lo es la semilla de una planta, y cuidada con responsabilidad para que se dé la transformación en el fruto de calidad.

La materia es así una realidad de paso en su presentación histórica, pero participante de la transformación que se va operando de un resultado esperado al final.

"A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan

Entre parábola y alegoría puede haber la separación histórica del enfoque unitario significante que dio Jesús a sus parábolas, según el sentido semítico del enigma, y por otro lado la posterior explicación de sus seguidores en las comunidades, en la que se acredita una catequesis y unos catequistas.

Separarlos y preferir aquél a costa de éste, es violentar el testimonio evangélico que entiende la palabra apostólica con la reverencia que se sentía por Jesús.

El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero con los afanes y riquezas y placeres de la vida se van ahogando y no maduran. Lo de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando".

Se dice que esta alegorización, en la que se le asigna a cada detalle de la narración un significado propio, es algo posterior en la historia de la redacción.

Al ser recogida por la primera generación de creyentes la parábola, quizá se perdió el mensaje nuclear que daba el contexto original y se subsanó con significados de detalle.

Para el conjunto de la fe con la que recibimos la Palabra de una tradición de comunidades creyentes, ambos métodos nos importan, y nos involucran en la rica dinámica de su interpretación.

El Espíritu va poniendo sensibilidades y acentos en la palabra que nos va llegando. Como lucecitas que van apareciendo en el firmamento, cuando en una primera mirada parecía que no las había.

La esperanza es que El da vida al universo.

Son dos actitudes básicas: escuchar con corazón noble y dar fruto perseverando, o no escuchar.

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