viernes, 1 de enero de 2021

DOCTORES DE LA IGLESIA

Santa Madre de Dios
San Atanasio Carta a Epicteto 5-9

La Palabra tendió una mano a los hijos de Abrahán, afirma el Apóstol, y por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos y asumir un cuerpo semejante al nuestro. Por esta razón, en verdad, María está presente en este misterio, para que de ella la Palabra tome un cuerpo, y, como propio, lo ofrezca por nosotros. La Escritura habla del parto y afirma: Lo envolvió en pañales; se proclaman dichosos los pechos que amamantaron Señor, y, por el nacimiento de este primogénito, fue ofrecido el sacrificio prescrito. El ángel Gabriel había anunciado esta concepción con palabras muy precisas, cuando dijo a María no simplemente «lo que nacerá en ti» –para que no se creyese que se trataba de un cuerpo introducido desde el exterior–, sino de ti, para que creyésemos que aquel que era engendrado en María procedía realmente de ella. Las cosas sucedieron de esta forma para que la Palabra, tomando nuestra condición y ofreciéndola en sacrificio, la asumiese completamente, y revistiéndonos después a nosotros de su condición, diese ocasión al Apóstol para afirmar lo siguiente: Esto corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto mortal tiene que vestirse de inmortalidad.



REFLEXIÓN

Las precisiones Cristológicas y Trinitarias, hoy suenan algo extrañas, porque las confesamos fuera de una contexto histórico. Hubo momentos en los que Jesús fue desconocido como verdadero humano, y María como madre, fue la evidencia de su verdadera humanidad. En otros tuvo lugar la incomprensión de la Santísima Trinidad, cuya divinidad no fue desvirtuada por la encarnación del Hijo en una mujer verdadera para revestirse de un cuerpo verdadero. Tales defensas se hacían en medio de confrontaciones de comunidades a las que animaban intereses que no siempre eran relacionados con la fe y la devoción. No fueron días de devoción meramente individual y particular, en los que la fe podía vivirse de puertas adentro.

jueves, 31 de diciembre de 2020

PALABRA COMENTADA

 

Día 7 de la octava de Navidad

1Juan 2,18-21

Hijos míos, es el momento final. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es el momento final. Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros. En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo conocéis. Os he escrito, no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira viene de la verdad.



REFLEXIÓN

Hijos míos, es el momento final. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es el momento final

Es un momento final. Como muchos. Anticipo del final final.

Un día que artificialmente finaliza un periodo. Un momento que sirve de conclusión y relanzamiento. Un momento que quisiéramos contuviera la realización de las promesas no realizadas. O realizadas parcialmente.

Es el momento de la esperanza reafirmada en la intervención del Señor dueño de la historia y del designio. Es el abono al final completo: que deseamos feliz para siempre.

En este esjaton provisional gemimos y en nosotros el Espíritu, para vernos libres de la vanidad del mundo, enseñoreado por el pecado.

El gran pecado, el que sojuzga y domina, oprime e indignifica. El que nos habla constantemente al oído del insomnio sobre la ineficacia de la gracia y el sin sentido aparente del designio.

La Tentación de apostasía es el gran pecado, la que figura la serpiente del Génesis 3 y que odia la creación oponiéndole el mundo.

Los mil artilugios a su servicio intentan desfigurar su obra.

Por eso en este esjaton parcial, debemos reflexionar sobre nuestra misión de restauración, en seguimiento del evangelio del Señor Jesús.

Llega el final del año. No es el momento final apocalíptico, sino convencional, para una región del planeta, y eso a diferentes horas según el meridiano geográfico.

Pero somos litúrgicos los seres humanos, aunque sea una liturgia laica, no religiosa.

Necesitamos fraccionar el tiempo, detenernos y celebrar, resumir, evaluar, balancear, ubicarnos dónde estamos.

Quizás esta necesidad antropológica de muchas culturas la podamos ver asumida en la Palabra cuando nos habla del momento final, del juicio, del día del Señor, del día que vuelva Jesús.

Se expresa un deseo humano pero una –según la fe- voluntad divina. Este proceso llegará a un fin.

Y parece que es inevitable pensar que un fin es la muerte individual, cuando los individuos dejan de actuar históricamente y su ausencia es motivo de duelo, unos más prolongados que otros.

Entonces en previsión de ese fin, colectivo e individual, cuando probablemente no tengamos la misma conciencia, ahora celebramos anticipadamente un cíclico fin, reflexionando en nuestra cosecha parcial.

La sucesión de instantes vividos a los que llamamos tiempo cronológico puede cortarse artificialmente, arbitrariamente cuandoquiera. Es nuestra potestad y libertad proceder asi.

Lo hacemos por vivenciar un sentido unitario, global, un derrotero en un tiempo uniforme como el desierto o el océano, donde fácilmente nos desorientamos. Es nuestra brújula para el tiempo.

Son finales de periodos: semanas, meses, año que nos permiten recuperar memoria memorable, significativa y escudriñar lo posible del futuro.

Un anticristo es un falso mesías. Alguien o algo de quien se esperaba una salvación, pero resultó un fraude, un fiasco, un fracaso.

Reconocemos algo o alguien que describa esas condiciones? Probablemente se nos ocurren varios nombres, varias identidades, varios procesos.

En ese caso la lección que la Palabra nos induce y persuade es que un momento final llega a nuestra vida cuando una falsa esperanza cae.

Es posible que esto suceda hasta los más entregados a la Palabra, los cuales en su nombre habían discernido, sancionado, hasta santificado una causa, una persona. Pero no resultó según se esperaba.

Por eso la Palabra nos exhorta a guardarnos de falsas esperanzas y a poner nuestra confianza sólo en el Señor, el Trascendente.

Así hemos visto pasar de tiempo en tiempo varios anti-cristos: varios intentos de diferente tipo, para echar por tierra el reino de amor, justicia, verdad.

Convendría pues identificar cuál es es el anti-cristo más activo en nuestra existencia y dar gracias por la manera como el reino de Jesús ha ido superando la prueba: es lo que vale la pena.

Aunque se anunció uno han ido apareciendo muchos, porque el uno es figuración paradigmática de los muchos.

Y es que la última tentación  del gran pecado tiene su encarnación constante que fascina por su poder y eficacia según la carne.

Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros

Somos semillero para unos y otros Cristos y Anticristos. Jesús y Judas.

Está escrito y no debe haber sorpresas, aunque sí dolor.

El dolor que causa la actualidad de la traición al designio.

Late en nosotros la traición, crece como mala yerba junto con el maíz.

Y es nuestra tarea al servicio de la misión, auscultar constantemente el derrotero de la mala yerba para que no interfiera con el maíz.

Quizás no la podemos eliminar como sería nuestro gusto, para definir de una vez por todas los campos y la cosecha.

No nos toca sino trabajar sin descanso para vigilar que no se confundan y la siega se haga posible.

Puede ser que creamos y deseemos que alguien muy apreciado sea de los nuestros.

Pero no se puede forzar, sino que hay que respetar la libertad y responsabilidad personal.

Queda, eso sí, invitar y persuadir a ver sí se da la decisión favorable. Y orar insistentemente para que la decisión favorable permanezca, así como oramos por nosotros mismos para no desfallecer, mientras llega el gran final.

Jesús debió sufrir por la desviación del reino por parte de Judas. Era uno de los suyos. Alguien de confianza. Y lo tuvo que dejar partir para la traición del anti-reino.

Así nosotros a lo largo de nuestra vida vamos experimentando la vinculación con los que llamamos nuestros.

Y lloramos cuando llegamos a la conclusión que alguno termina por no serlo.

Porque la fidelidad absoluta nos la propone el Señor.

Estamos invitados a aceptar el Misterio del Señor, así como Él aceptó primero el nuestro.

Porque el Señor aceptó a Judas en su misterio y no sabemos si finalmente Judas lo aceptó a él.

En esto Jesús es nuestro Paradigma hermano, porque su muerte, aun rezumando desilusión de la misión a él encomendada por el Padre, siguió adelante en la aceptación del Misterio de su Designio.

Es quizá una conclusión de nuestro balance anual: estamos desilusionados de las expectativas no cumplidas, y de las esperanzas fallidas.

Pero seguimos invitados por el Misterio que nos aceptó y amó, a seguirlo aceptando y amando, hasta que el final absoluto llegue.

no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira viene de la verdad

Ahora parece que conocemos una verdad mejor que antes, y que la mentira se reduce.

Es una responsabilidad creciente ante la conciencia, para tomar una responsable decisión.

Ahora se sabe mejor dónde ha estado la mala yerba y posiblemente dónde el maíz.

Por ahora no queda sino seguir de cerca el proceso esperando y creyendo en la intervención del Señor para un bien mejor, más integral.

Salmo responsorial: 95

Cantad al Señor un cántico nuevo, / cantad al Señor, toda la tierra; / cantad al Señor, bendecid su nombre, / proclamad día tras día su victoria. R.

Alégrese el cielo, goce la tierra, / retumbe el mar y cuanto lo llena; / vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, / aclamen los árboles del bosque. R.

Delante del Señor, que ya llega, / ya llega a regir la tierra: / regirá el orbe con justicia / y los pueblos con fidelidad. R.





REFLEXIÓN

Cantad al Señor un cántico nuevo

Se puede decir que la novedad viene del Espíritu del Señor, que inspira desde su Palabra nuevos enfoques, nuevos abordajes, inéditas reflexiones.

Es una fuente igual pero distinta. Un fenómeno de eterna juventud, que colma de energía la espera hasta que llegue el esponsal.

vitoreen los campos

Los sembrados, porque llega la mayor conciencia de la mala yerba y es posible alejar la confusión que dañaría la cosecha.

Delante del Señor, que ya llega

Aceptemos el Misterio del Señor. Aceptemos su llegar: cómo, dónde y cuándo sea.

regirá el orbe con justicia / y los pueblos con fidelidad

Al llegar a uno de los cortes del tiempo que solemos hacer, y al captar el sentido salvífico que la historia nos va entregando de parte del Señor, podemos confiadamente exclamar que seguirá rigiendo el Señor .

Cuando Ignacio de Loyola llega al final de sus ejercicios, que es un corte en el tiempo de cuatro semanas, impulsa a la contemplación para alcanzar amor.

Como si de ahí en adelante sólo una contemplación del conjunto y totalidad de la realidad circundante y posible, nos pudiera dar la clave del amor divino que pulsa en sus entrañas.

Cuando contemplamos es como si nos reclinaramos en el pecho del amado o amada, para dejarnos adormecer por los latidos de su corazón.

Juan 1,1-18

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: "Éste es de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."" Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.



REFLEXIÓN

 

En el principio ya existía la Palabra

La Palabra nos habla de sí misma y nos confiesa que siempre estuvo con nosotros, que nunca estuvimos solos.

Siempre fuimos humanidad acompañada.

Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho

Y cuando vemos algo hecho o buscamos hacer, nos damos cuenta que sin palabra no se puede hacer.

Así ha sido el Señor Dios haciendo con su Palabra.

En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió

Sólo somos testigos. El que no lo es, anticristo es. Usurpador de la Vida y Luz es.

El protagonismo y el hacerse el foco, son tentaciones de nuestro tiempo mediático, que conspiran contra el proceso de la Vida-Luz, y erigen ídolos y estrellas que terminan como los anticristos, destrozando esperanzas, y hundiendo ilusiones.

Por eso la Palabra nos dice en el primer mandamiento de la Alianza: no tendrás otro Dios más que yo. No tendrás ídolos, anticristos.

Por nuestra fe formamos parte de los que proferimos palabras de vida y luz. Y experimentamos el rechazo de las tinieblas.

Es un sino, un destino, un itinerario. Hay que hacerlo.

No era él la luz, sino testigo de la luz

Este es nuestro servicio: indicar la luz, contagiándonos de ella.

No podemos dar servicio a la luz si no somos luminosos y escondemos la fuente que nos ilumina.

Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció

El mundo-cultura es un campo de batalla en las  que las palabras-vida y luz confrontan las tinieblas. Por eso vamos con todo haciendo contra-cultura.

a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre

Si reemplazamos el nombre etiqueta por el nombre identidad es posible leer en este versículo que los que reciben la palabra de vida son capaces por su poder de llegar a hijos de Dios.

No hay límite, ni cultural, ni religioso, ni de ninguna clase o diferencia que pueda inhibir ese poder porque es el designio del Padre.

En cambio la aceptación de su Misterio cambia todo y hace posible la ilusión y la esperanza y el sueño más querido: ser hijo de Dios, ser como Dios.

La tentación primera realizada a la manera del Señor, y por sus caminos.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad

El autor nos entrega su testimonio de contra-cultura fraguado en la contemplación.

Ignacio nos alienta a la contemplación para colaborar con Jesús en la edificación del reino del Padre.

Porque contemplar es un ejercicio de acompañamiento cotidiano, que permite irse transformando en lo que se contempla.

Es el proceso apostólico al desarrollar la misión de servicio al designio del Padre.

la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo

Con Moisés supimos del primer mandamiento: no hacer ídolos. Con Jesús supimos de ser hijos de Dios.

A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer

Al final de nuestro momento final del año damos gracias al Padre en su Hijo Jesucristo y con el amparo de su madre María, porque ha intervenido en nuestra historia, llamándonos sin cesar a su servicio, para el designio de Dios. Rogamos nos siga acompañando. Nos acompañe Dios.

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