1Juan 2,22-28
¿Quién
es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el
Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco
posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre. En cuanto a
vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si
permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros
permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos
hizo: la vida eterna.
Os he escrito
esto respecto a los que tratan de engañaros. Y en cuanto a vosotros, la unción
que de él habéis recibido permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os
enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas -y es verdadera
y no mentirosa- según os enseñó, permanecéis en él. Y ahora, hijos, permaneced
en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos
avergonzados lejos de él en su venida.
REFLEXIÓN
Si
permanece en vosotros lo que habéis
oído desde el principio, también vosotros permaneceréis
en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida
eterna.
Permanecer μένω lo escuchado, permanecer en la
comunión de Hijo y Padre. Un asunto de adhesión, pertenencia, fidelidad, y
referencia que dura.
Todas
las relaciones humanas que se forman y establecen, tienen la intención de
permanecer, durar: parejas, hijos, familia, amistad, alianzas políticas.
Y con
mucha frecuencia son ayes de dolor y amargura los que se escuchan porque la
relación entra en crisis, o se distancia, o se rompe y el saldo es la
infelicidad.
Lo
que abunda es el discurso que promete la duración de la relación. Una promesa
que se rompe con mucha facilidad.
Un
remedio a esta naturaleza deleznable se pretende con la obligación de la ley,
la fuerza que lo legal debe hacer cumplir.
Y el
saldo es que además de infieles se multiplican los delitos, los delincuente,
los ilegales, los proscritos.
Por
eso miramos esta Palabra que ofrece duración con esperanza. Una esperanza que
no se confunde con ilusión. Una cosa es ser esperanzado y otra iluso. La
esperanza de la permanencia en la comunión se construye en colaboración con el
Señor, porque Él tampoco quiere poder mucho sin nosotros.
Salmo responsorial: 97
Cantad
al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas: / su diestra le ha
dado la victoria, / su santo brazo. R.
El Señor da a
conocer su victoria, / revela a las naciones su justicia: / se acordó de su
misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel. R.
Los confines de
la tierra han contemplado / la victoria de nuestro Dios. / Aclama al Señor,
tierra entera; / gritad, vitoread, tocad. R.
REFLEXIÓN
se
acordó de su misericordia y su fidelidad
La misericordia del Señor activa
su fidelidad. Lo que ha prometido permanece, pero nosotros no. De nuestra parte
lo común es la infidelidad. Por su perdón regenerador la misericordia que nos
tiene, vuelve a mantener su promesa.
El Señor es un codependiente de
nuestra fragilidad. No quiere desvincularse de nuestra suerte, aunque lo
dejemos mal. Torna a insistir por misericordia en su fidelidad.
No teme como nosotros, que tanto
perdón lo haga parecer poco apreciado en su ofrecimiento. Su poderío consiste
en mantenerse a la espera de nuestra vuelta, de nuestra maduración, cuando nos
demos cuenta de su amor y lo tomemos en serio.
Juan 1,19-28
Éste
fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén
sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: "¿Tú quién eres?"
Él confesó sin reservas: "Yo no soy el Mesías." Le preguntaron:
"¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?" Él dijo: "No lo soy."
"¿Eres tú el Profeta?" Respondió: "No." Y le dijeron:
"¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado,
¿qué dices de ti mismo?" Él contestó: "Yo soy la voz que grita en el
desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta
Isaías."
Entre los
enviados había fariseos y le preguntaron: "Entonces, ¿por qué bautizas si
tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?" Juan les respondió:
"Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que
viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la
sandalia." Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba
Juan bautizando.
REFLEXIÓN
Yo
soy la voz que grita en el desierto:
Como el profeta seguidor de
Isaías, que lo revivía en el destierro, para consolación del pedazo de pueblo.
Una voz anónima que se deja
escuchar como un espontáneo, sin ninguna identificación o certificación de
alguna autoridad, como muestra de la soberanía y libertad del Espíritu, para
producir la comunicación salvífica de parte del Señor.
Ninguna de las etiquetas: Elías,
el Profeta, el Mesías, logra ubicar a Juan el Bautista. Él lo hace con una voz
que surge por impulso que viene del Señor. Su misión se desmarca de las
autoridades. Éstas son ilegítimas para el evangelista.
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