martes, 26 de enero de 2021

PALABRA COMENTADA

 

Martes 3 de tiempo ordinario

Hebreos 10,1-10



REFLEXIÓN

La Ley, que presenta sólo una sombra de los bienes definitivos y no la imagen auténtica de la realidad, siempre, con los mismos sacrificios, año tras ano, no puede nunca hacer perfectos a los que se acercan a ofrecerlos.

Por la vida nueva y verdadera que contemplamos en Jesús resucitado estamos en  contacto con la realidad y no con la sombra.

Esto tiene que ver con toda ley, como emblema de cualquier creación de este mundo, que pretenda instaurar la realidad auténtica.

Los creyentes de Jesús Nazareno somos unos desquiciados de este mundo, porque nos mantenemos a distancia de la sombra que cualquier estructura nos presente como realidad.

Aunque suena a Platonismo o neoplatonismo, y su consiguiente menosprecio del mundo corruptible, los creyentes amamos el mundo nuevo que va emergiendo en la sombra de realidad del mundo viejo, cuya Ley se centra en la denuncia del pecado pero no en una nueva creación.

Así la fe nos lleva a una actitud y actuación paradójica: no amamos el mundo antiguo que se degenera, pero amamos el mundo nuevo que en sus entrañas se construye.

"No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias", que se ofrecen según la ley. Después añade: "Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.

Es nuestra punta de lanza para introducir en la corrupción la incorrupción de la vida nueva amanecida en Jesús Nazareno resucitado: celebrar el único sacrificio que él realizó más que en un rito, en la existencia de cada día.

Salmo responsorial: 39



REFLEXIÓN

en cambio, me abriste el oído; / no pides sacrificio expiatorio, / entonces yo digo: "Aquí estoy"

Toda espiritualidad como apropiación de la Palabra es un ejercicio de fe que la busca encarnar en la existencia cotidiana.

Los ejercicios ignacianos desde su presentación en las primeras anotaciones ubican el esfuerzo de fe que piden al ejercitante como una disponibilidad para hallar la voluntad de Dios.

Así los creyentes encontramos el sentido de la vida en la escucha, en abrir el oído, como lo hizo nuestro redentor y salvador.

Marcos 3,31-35



REFLEXIÓN

llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar

La institucionalidad del mundo, que es noble en su misión pero insuficiente respecto de la vida nueva.

La familia de Jesús probablemente no seguía complaciente sus andanzas, y más bien temería las consecuencias de su pretensión por el reino de Dios.

Quizás nos extraña que se pueda incluir a su madre en esta actitud, pero aún así María sigue siendo una guía porque no esconde sus propias dudas frente a la misión de su hijo.

Tener dudas no significa no tener fe, sino que pude significar una búsqueda más profunda de sentido para una apropiación más libre y entregada.

Este conjunto: madre y hermanos, pretendía cumplir en Jesús de Nazaret lo que todos los humanos en alguna forma experimentamos. A saber: el control social de la familia. Son los primeros que ejercen sobre nosotros el control de lo bueno y lo malo mientras crecemos. Y son quienes nos censuran si incurrimos en error, aunque no sea cierto.

Jesús desafía ese control, no por el gusto de rebeldía. Simplemente no es un rol apto para su misión que es controlada sólo por su Padre, quien lo envió.

"Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre."

En ese momento Jesús de Nazareth se pronuncia como hombre nuevo, y con él amanece la vida nueva del Padre.

Se trata de una nueva familia: la de los hijos de Dios y hermanos entre sí, sin más divisiones.

María ascenderá a esta visión y se considerará como madre de muchos hijos, una vez Jesús se transforme con la resurrección.

Ella también su une a la nueva familia de los que escuchan la Palabra y la ponen en práctica.

 

El costo será quedarse solo e incomprendido. Aunque no totalmente, porque la madre de Jesús en otros relatos le sigue fielmente hasta el final.

Señal que ella sí entendió su nueva maternidad como partícipe de la misión del Padre.

Y no porque el Padre suene a machismo, sino porque el Padre-Madre Dios, más allá de las categorías de género, en María llamó a una maternidad más allá de mujer, como colaboradora de una misión para un Reino novedoso.  

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1354035950070935554?s=20   

 

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

Martes, III semana
San Basilio Magno Regla mayor, respuesta 2,2-4

¿Qué lenguaje será capaz de explicar adecuadamente los dones de Dios? Son tantos que no pueden contarse, y son tan grandes y de tal calidad que uno solo de ellos merece toda nuestra gratitud. Pero hay uno al que por fuerza tenemos que referirnos, pues nadie que esté en su sano juicio dejará de hablar de él, aunque se trate en realidad del más inefable de los beneficios divinos; es el siguiente: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, lo honró con el conocimiento de sí mismo, lo dotó de razón, por encima de los demás seres vivos, le otorgó poder gozar de la increíble belleza del paraíso y lo constituyó, finalmente, rey de toda la creación. Después, aunque el hombre cayó en el pecado, engañado por la serpiente, y, por el pecado, en la muerte y en las miserias que acompañan al pecado, a pesar de ello, Dios no lo abandonó; al contrario, le dio primero la ley, para que le sirviese de ayuda, lo puso bajo la custodia y vigilancia de los ángeles, le envió a los profetas, para que le echasen en cara sus pecados y le mostrasen el camino del bien, reprimió, mediante amenazas, sus tendencias al mal y estimuló con promesas su esfuerzo hacia el bien, manifestando en varias ocasiones por anticipado, con el ejemplo concreto de diversas personas, cual sea el término reservado al bien y al mal. Y, aunque nosotros, después de todo esto, perseveramos en nuestra contumacia, no por ello se apartó de nosotros. La bondad del Señor no nos dejó abandonados y, aunque nuestra insensatez nos llevó a despreciar sus honores, no se extinguió su amor por nosotros, a pesar de habernos mostrado rebeldes para con nuestro bienhechor; por el contrario, fuimos rescatados de la muerte y restituidos a la vida por el mismo nuestro Señor Jesucristo; y la manera como lo hizo es lo que más excita nuestra admiración. En efecto, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo. Más aún, soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores, fue traspasado por nuestras rebeliones, sus cicatrices nos curaron; además, nos rescató de la maldición, haciéndose por nosotros un maldito, y sufrió la muerte más ignominiosa para llevarnos a una vida gloriosa. Y no se contentó con volver a dar vida a los que estaban muertos, sino que los hizo también partícipes de su divinidad y les preparó un descanso eterno y una felicidad que supera toda imaginación humana. ¿Cómo pagaremos, pues, al Señor todo el bien que nos ha hecho? Es tan bueno que la única paga que exige es que lo amemos por todo lo que nos ha dado. Y, cuando pienso en todo esto –voy a deciros lo que siento– , me horrorizo de pensar en el peligro de que alguna vez, por falta de consideración o por estar absorto en cosas vanas, me olvide del amor de Dios y sea para Cristo causa de vergüenza y oprobio.



REFLEXIÓN

Realmente no hay paga posible por este don en Jesús de Jesús. Hay eso sí, un ansia de correspondencia que no viene impuesta por ninguna ley, ninguna regla, ninguna manipulación sino que el don mismo incita y promueve desde lo más profundo de las conciencias. Y así se dice en las palabras del salmo: Cómo pagaré al Señor? Levantaré la copa de la salvación e invocaré su nombre…Sal 115 ,3-4