BEATO CARLO ACUTIS
Carlo daba mucha importancia a la oración. Oraba todos los días. A menudo, le gustaba estar a solas con el Señor sin pronunciar una sola palabra. Se sentía como el apóstol Juan en la última cena, cuando recostó su cabeza sobre el pecho de Jesús. Nuestro joven creía de todo corazón que podía descansar en el Señor, abandonarse y poner toda su esperanza en Él
De las catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo
(Catequesis 1, 2-3. 5-6: PG 33, 371. 375-378)
RECONOCE EL MAL QUE HAS HECHO, AHORA QUE ES EL TIEMPO PROPICIO
Si hay aquí alguno que esté esclavizado por el pecado, que se disponga por la fe a la
regeneración que nos hace hijos adoptivos y libres; y así, libertado de la pésima esclavitud
del pecado y sometido a la dichosa esclavitud del Señor, será digno de poseer la herencia
celestial. Despojaos, por la confesión de vuestros pecados, del hombre viejo, viciado por
las concupiscencias engañosas, y vestíos del hombre nuevo que se va renovando según el
conocimiento de su creador. Adquirid, mediante vuestra fe, las arras del Espíritu Santo,
para que podáis ser recibidos en la mansión eterna. Acercaos a recibir el sello
sacramental, para que podáis ser reconocidos favorablemente por aquel que es vuestro
dueño. Agregaos al santo y racional rebaño de Cristo, para que un día, separados a su
derecha, poseáis en herencia la vida que os está preparada.
Porque los que conserven adherida la aspereza del pecado, a manera de una piel
velluda, serán colocados a la izquierda, por no haberse querido beneficiar de la gracia de
Dios, que se obtiene por Cristo a través del baño de regeneración. Me refiero no a una
regeneración corporal, sino al nuevo nacimiento del alma. Los cuerpos, en efecto, son
engendrados por nuestros padres terrenos, pero las almas son regeneradas por la fe,
porque el Espíritu sopla donde quiere. Y así entonces, si te has hecho digno de ello,
podrás escuchar aquella voz: Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor, a saber, si tu
conciencia es hallada limpia y sin falsedad.
Pues, si alguno de los aquí presentes tiene la pretensión de poner a prueba la gracia de
Dios, se engaña a sí mismo e ignora la realidad de las cosas. Procura, oh hombre, tener
un alma sincera y sin engaño, porque Dios penetra en el interior del hombre.
El tiempo presente es tiempo de reconocer nuestros pecados. Reconoce el mal que has
hecho, de palabra o de obra, de día o de noche. Reconócelo ahora que es el tiempo
propicio, y en el día de la salvación recibirás el tesoro celeste.
Limpia tu recipiente, para que sea capaz de una gracia más abundante, porque el
perdón de los pecados se da a todos por igual, pero el don del Espíritu Santo se concede a
proporción de la fe de cada uno. Si te esfuerzas poco recibirás poco, si trabajas mucho,
mucha será tu recompensa. Corres en provecho propio, mira, pues, tu conveniencia.
Si tienes algo contra alguien, perdónalo. Vienes para alcanzar el perdón de los pecados:
es necesario que tú también perdones al que te ha ofendido.