sábado, 4 de diciembre de 2021

BEATO CARLO

 Del tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre el bien de la paciencia.

(núms. 13 y 15: CSEL 3, 406-408)


ESPERAMOS LO QUE NO VEMOS


Éste es el precepto de nuestro Señor y Maestro: El que persevere hasta el fin se salvará. Y también: Si permanecéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos míos, llegaréis al conocimiento de la verdad y la verdad os librará de la esclavitud.

Es necesario, hermanos muy queridos, tener paciencia y perseverar, para que, después de haber sido admitidos a la esperanza de la verdad y de la libertad, podamos alcanzar esa misma verdad y libertad; porque el hecho de ser cristianos nos exige la fe y la esperanza; pero, para que esta fe y esta esperanza puedan obtener su fruto, nos es necesaria la paciencia.

Pues nosotros no buscamos la gloria presente, sino la futura, conforme a lo que el apóstol san Pablo nos enseña, diciendo: Sólo en esperanza poseemos nuestra salvación; porque la esperanza que ve a su alcance el objeto no es esperanza. ¿Cómo puede alguien esperar lo que tiene ya a su alcance? Pero si esperamos lo que no vemos, lo aguardamos con anhelo y constancia. La esperanza y la paciencia son necesarias para llevar a buen término lo que hemos empezado, y para alcanzar lo que esperamos y creemos apoyados en la promesa divina.

Finalmente, en otro lugar el mismo Apóstol exhorta a los justos, a los que obran el bien y acumulan tesoros en el cielo que les producirán intereses en bienes divinos, a que sean perseverantes, diciendo: Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los miembros de la Iglesia. No nos cansemos de practicar el bien; que a su tiempo cosecharemos.

Recomienda aquí que nadie, por impaciencia, deje de obrar el bien, que nadie, vencido o desanimado por las tentaciones y las dificultades, se detenga en la mitad del camino de la justificación y de la gloria, para que no pierda el mérito de las buenas acciones por no haber llevado a su fin la obra comenzada.

En otro lugar el Apóstol, al hablar de la caridad, une inseparablemente con ella la constancia y la paciencia: La caridad es comprensiva, la caridad es servicial y no tiene envidia; la caridad no presume ni se engríe; no es mal educada ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. Muestra así que la caridad sólo puede subsistir si sabe soportar todas las cosas.

Y en otro lugar dice: Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. De esta manera demuestra que es imposible mantener la unión y la paz si los hermanos no se toleran mutuamente y si no conservan el vínculo de la unión fraterna mediante la virtud de la paciencia.

viernes, 3 de diciembre de 2021

PALABRA COMENTADA

 

Viernes 1 de Adviento

Isaías 29,17-24



REFLEXIÓN

Pronto, muy pronto

Este sentido del tiempo del profeta nos sienta como ironía desde la perspectiva de nuestas angustias.

Por eso hay una bienaventuranza que se relaciona con los que sin ver creen.

Cuál es la felicidad de la esperanza desnuda que sin recibir aparententemente anticipaciones de cumplimiento puede mantenerse erguida y sustentadora?

Debe ser una gracia del Señor que mantiene en su presencia a los espíritus vivificados por su Espíritu, sin alicientes, ni recompensas, ni dádivas, como se sostiene un siervo que hace lo que tiene que hacer, sin ningún reconocimiento.

Algo escandaloso de oir y pensar en nuestro tiempo, cuando el reconocimiento mínimo es condición sine qua non de crecimiento personal.

Estaríamos entrando en la fe desnuda, que se fía como Abraham, aunque las condiciones no dan visos de ningún tipo de cumplimiento.

De qué se trata todo esto? De alguna forma esto tiene que ver con su Nombre, con su Gloria, con su Misterio.

Éste brillará en tiempo oportuno. Y entonces comprenderemos.

Hay un llamado de testigos que nos precedieron en ese sentido: hallar la felicidad en el despojo y abandono absolutos, donde sólo queda Él.

Es la noche oscura del Espíritu, es la tercera manera de humildad, es la soledad de la montaña.

aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos

Israel bíblico aprendió a escuchar a su Dios, primero en la voz de sus enviados y después en la voz y palabras grabadas en escritos. Un proceso de guardar, asumir, repetir en circunstancias distintas, e intentar obedecer. Respetó y aceptó el proceso humano de comunicación como inspirado por el Señor y le dio culto.

En nuestros días, tras años de escrutinio del legado bíblico, alejados de la voz de los enviados del Señor Jesús, se da lugar a criterios minimalistas y maximalistas sobre esa inspiración de Dios.

Sin embargo para el creyente sincero y transparente, su fidelidad a la palabra no entra en angustias, dudas e increencia porque algunos eruditos investiguen el carácter de esa inspiración hasta quedar en nada, y la Palabra se reduzca a un vestigio cultural de épocas anteriores.

Las palabras de la Palabra no se leen.Se escuchan.

Escuchar implica más que mirar o leer. Se puede leer y no escuchar. Leer y no comprender. Si no que lo digan los educadores.

El Señor sabía que se toma un riesgo al dejar que su Espíritu en forma de voz se escribiera.

Se trataba de pasar de una cultura oral a otra escrita. Cosas del progreso que no siempre traen exclusivamente cosas buenas.

Por eso, y para preservar su Palabra viva, envió profetas que devolvían el aliento a su Palabra, y por fin en un acto exagerado de compromiso envió a su Hijo para encarnar su Palabra.

Por lo tanto escuchar la Palabra no puede pasar de moda, porque es la única forma de sintonizar con el designio del Señor.

Escucharla es también poner atención a las encarnaciones que reflejan en la historia en curso a Jesús de Nazareth, el hombre Palabra.

Porque no obstante el cansancio que tenemos de hacerle caso a los planes y propuestas mesiánicos, nos mueve todavía la persona que encarne valores.

Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor, y los más pobres gozarán con el Santo de Israel; porque se acabó el opresor, terminó el cínico; y serán aniquilados los despiertos para el mal, los que van a coger a otro en el hablar y, con trampas, al que defiende en el tribunal, y por nada hunden al inocente."

Sara la mujer de Abraham se reía de la Promesa de descendencia, por su edad.

La mujer de Job le echa en cara su lealtad tras el infortunio.

Así le puede suceder al creyente que al vivir la opresión y la injusticia, le cuesta creer que algo bueno pueda advenir para los postrados en el mal: sus víctimas.

Así ocurre con algunos apóstoles que se identifican con las víctimas cuando las acompañan en su sufrimiento, y pierden la esperanza junto con ellas.

Es algo crucial: creemos o no, esperamos o no, estamos en una actitud de adviento, de advenimiento de la salvación, de la liberación?

Quizás debamos ponernos serios en preguntarnos y no dejarnos adormecer por tanto rito y devoción rutinaria, cíclica y mercantilizada.

Son los más pobres los mayormente interesados en sentir y vivir la Palabra como propia palabra del Señor, porque allí radica su esperanza de justicia y verdad.

Son ellos quienes mantienen la vigilia de la presencia de la voz del Señor y no los eruditos que la minimizan, e incluso se predican a sí mismos.

De este riesgo nos previene Pablo cuando pide a sus comunidades no hacer caso de predicaciones contrarias.

Quizás con mente culta, pluralista y relativizadora el erudito actual pretende disminuir todo poder que no sea el suyo, pero el atentado no es contra una pieza de museo, que lo parece este mensaje milenario, sino contra la supervivencia de la justicia al oprimido en esta tierra enseñoreada de opresores.

ya no se sonrojará su cara, pues, cuando vea mis acciones en medio de él, santificará mi nombre,

Un fruto de la lectura y escucha de la palabra inspirada es ver las acciones del Señor en el acontecer de la historia, donde otros sólo ven eventos ideológicamente concatenados.

Este es el fruto: un conocimiento más profundo del Señor; en fin de cuentas: lo único verdaderamente necesario.

La captación existencial y vivencial del Principio y Fundamento.

Salmo responsorial: 26



REFLEXIÓN

Espera en el Señor, sé valiente, / ten ánimo, espera en el Señor

Valor! Es la recomendación del Espíritu en estas festividades.

Ánimo! Es la exhoración de la Palabra que trae la esperanza.

Rebusquemos en la memoria los cumplimientos parciales de salvación, para que no caigamos en la desconfianza.

Dar testimonio del Señor en este mundo no trata sólo de concertar, ni de sinergia, sino también de discrepar y afirmar la identidad sentida como auténtica.

Mateo 9,27-31



REFLEXIÓN

dos ciegos seguían a Jesús

Jesús les dijo: "¿Creéis que puedo hacerlo?"

Para responder que sí, que creemos que puede Jesús hacer por nosotros, se requiere que caigamos en cuenta de nuestra necesidad, no de lo que suponemos que es.

Porque nuestra ceguera puede ser tal que tomemos por necesidad en nuestra existencia algo que es una consecuencia de la verdadera necesidad.

Así podemos pedir salud, pero no necesitaremos más bien saber vivir saludablemente? Porque de qué vale sanar, si vivo insalubremente y vuelvo a enfermar?

Así podemos pedir bienestar económico, pero si la necesidad es más bien saber vivir con mi capacidad económica, volveré a la pobreza si vuelvo a derrochar.

Por eso la pregunta de Jesús es muy importante: creen que puedo curar su ceguera?

Bautizados en la pascua de Jesús los seguidores de su evangelio del Reino pedimos ver, cuando accedemos a su palabra.

Ver la vida, ver la historia, ver el universo y ver su justicia a los empobrecidos, víctimas indefensas.

Sólo sí creemos en esa posibilidad, por Jesús de Nazaret y con él.

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