martes, 22 de marzo de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Martes 3 de Cuaresma

Daniel 3,25.34-43



REFLEXIÓN

no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia

Resulta difícil creer que un pueblo centre su fe en el Misericordioso Alá, pero tenga gentre inmisericorde entre sus creyentes, como los fundamentalistas radicales.

También en Israel se celebraba la misericordia del Señor, el de la Alianza eterna, pero con el enemigo no había perdón posible, aplicando la ley del talión.

Ni siquiera Jesús, que practicó la misericordia con el perdón al verdugo, lo ha logrado inspirar a la totalidad de sus seguidores.

Pero no hay otro medio, sistema o estructura sino el que se inspira en el perdón al enemigo y emprende la reconciliación.

Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas

Se invoca un memorial del Señor al Señor: si en varias ocasiones manifestaste tu bendición y favor como signo promisiorio de bienes mayores, de bien común, en este momento de prueba nos viene bien recordarlo para no desfallecer, y recordárselo al Señor para moverlo a misericordia y a una intervenciòn favorable.

No tenemos mucho más a nuestro haber para confirmar la fe, sino recordar la historia de intervenciones favorables, y haciendo pie en ellas mirar el horizonte futuro con esperanza. Así el  recuerdo se convierte en memorial y éste se carga de energía del Espíritu para mantenernos en pie esperando.

hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados

Nosotros somos responsables directos e indirectos del mal que nos aqueja.

Un primer fruto de la prueba es el nivel de conciencia responsable al que se accede.

No se rehuye la responsabilidad de pecadores. Más bien se reconoce que sus consecuencias y la red que forman van más allá de lo que se puede llevar, crecen solas y se vuelven contra nosotros nuestras iniquidades.

En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia

Israel vivía en el destierro el más grave de los momentos de su existencia, cuando a manos de los Neobabilonios sufren la destrucción de Jerusalén, el arrasamiento de Judá y la expulsión de su propia tierra a un lugar donde volverían a ser extranjeros.

Hemos vivido alguna frustración cuando perdemos cualquier punto de referencia en nuestra vida? Quizá sí.

La Palabra es pródiga en reflejar situciones humanas que lo muestran, como la historia de Job, la huída de Elías, la agonía de Jesús.

En su experiencia mística algunos espirituales como Ignacio de Loyola o Juan de la Cruz han  expresado su conciencia de desamparo y confusión.

No nos es ajeno algo así en medio de nuestro itinerario vital y entonces reconocemos que la única fuerza viene de la fe en el designio apropiado y la solidaridad de los demás.

La más grande postración y descalabro que los despojó de sus bienes apreciados en los que fundaban los valores de esa sociedad.

En el exilio fueron reducidos a la pobreza absoluta, desde la cual, desnudos, descubrían al Señor como única salida.

Para Isrel bíblico llegó un momento de extrema desnudez y orfandad. En la mirada de los otros pueblos, su desaparición implicaba también el descrédito de su divinidad. En cierta forma el descalabro de Israel había atraído el descalabro y muerte de su Dios Yavé.

En nuestro tiempo en ciertos momentos el pueblo de Dios y sus pastores han caído en el descrédito. Y las donaciones y la membresía ha disminuìdo. Se ve y suena mejor no pertenecer a ese grupo, para no verse humillado por la mirada arrogante de los no creyentes. Estamos humillados por nuestros pecados.

Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor

La Palabra nos puede acusar de escudarnos en la penuria para no reconocerla en su prestigio, cuando actúa en nuestro favor y salvación.

No somos tan generosos para dar gracias con corazón contrito  y espíritu humilde. Pronto nuestra memoria de agradecimiento se esfuma para dar paso al olvido y a otra cosa.

No sólo somos siervos inútiles, sino beneficiarios ingratos que precisamos cambiar de actitud.

acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde

Lo único que le quedó a Israel que ofrecer: un corazón arrepentido, era precisamente lo único que el Señor aceptaría. Había muerto la religiosidad del sacrificio de cualquier cosa y su aparato o estructura sustentante. Se iniciaba el eón de la adoración en Espíritu y en Verdad.

Salmo 24



REFLEXIÓN

Señor, enséñame tus caminos,

No te canses de enseñarnos porque somos duros para aprender.

haz que camine con lealtad

Porque leal no es sólo quien guarda las espaldas del amigo en las buenas y en las malas y defiende su causa, poniéndose de su lado, sino también quien reconoce la generosidad y el bien que el amigo derrama en la propia existencia.

Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas;

Y tu paciencia ante nuestra limitación es infinita.

Nuestro olvido y mezquindad para reconocer puede ser reconsiderado por la eternidad de la amistad del Señor.

Su lealtad eterna compensa nuestra infidelidad temporal.

Tenemos de nuestro lado su Palabra eterna, la cual nos protege de cualquier cambio adverso.

hace caminar a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes.

Humildes por la humillación padecida, pero humildes por la libertad profunda desarrollada desde la humillación.

Con lecciones cotidianas para afrontar la malicia de cada día.

Mateo 18,21-35



REFLEXIÓN

Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?

No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

No lo necesario sino muchísimo más. Ni lo cuentes, porque es más allá de cualquier límite cuando no hay límite.

El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda

Nos cuesta tener lástima, fundamentados en la presunción que en esa forma empequeñecemos su autoestima.

Tener lástima, sentir misericordia es el principio que mueve nuestras entrañas a la solidaridad.

La reacción del mundo contra tener lástima más bien puede ser porque nos quedamos en ese sentimiento sin hacer nada para cambiar la situación de la víctima.

Y además no queremos sentirla para que nuestras defensas del individualismo se vengan abajo y quedemos expuestos y vulnerables. Así creemos escapar a la posible manipulación de nuestra libertad.

Pero nunca tendremos certeza de si somos engañados por el otro que causa lástima.

Se trata de una decisión que solo puedo tomar de buena fe, arriesgándome incluso a ser tomado por tonto.

Un señor de aquel entonces, pero también de ahora, pudiente y rico, no lo llega a ser por ser débil como para tener lástima.

En este caso es un señor distinto que plantea una alternativa en el dominio del señorío: señorío con misericordia.

¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?"

Y así, no terminamos de aprender a orar el Padrenuestro en la actitud del mismo Jesús, teniendo lástima del que nos debe: dinero, reconocimiento, favores, amor…

El ángulo preferencial de nuestro enfoque interpretativo de la fraternidad y la igualdad, es la misericordia. Preferir ceder a asfixiar, conceder a negar, acceder a cerrar. Es la única forma permanentemente eficaz de volver carne al corazón de piedra.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1506231241733029891?s=20&t=egsqz3almS-wPi83Bze3xw

 

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


Martes III semana de Cuaresma

San Padre Crisólogo Sermón 43

Tres son, hermanos, los resortes que hacen que la fe se mantenga firme, la devoción sea constante, y la virtud permanente. Estos tres resortes son: la oración, el ayuno y la misericordia. Porque la oración llama, el ayuno intercede, y la misericordia recibe. Oración, misericordia y ayuno constituyen una sola y única cosa, y se vitalizan recíprocamente. El ayuno, en efecto es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Que nadie trate de dividirlas, pues no pueden separarse. Quien posee uno solo de los tres, si al mismo tiempo no posee los otros, no posee ninguno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca: que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído, a quien no cierra los suyos al que le suplica. Que el que ayuna, entienda bien lo que es el ayuno; que preste atención al hambriento quien quiere que Dios preste atención a su hambre; que se compadezca quien espera misericordia; que tenga piedad quien la busca; que responda, quien desea que le responda a el.

REFLEXIÓN

Nada santo y bueno lo es en sí para nosotros, si no produce fraternidad: la oración debe producir escucha, el ayuno debe producir solidaridad, la misericordia debe obtenerla para sí, se da a otros.

Es decir: nada santo es de consumo individualista o egocéntrico, sino que se desborda a otros que necesitan, como nosotros hemos necesitado.

Orar, ayunar y tener misericordia es un débito, mucho más que el conyugal, porque trata de lo profundo, no de la superficie del cuerpo.

Es un indigno suplicante quien pide para sí lo que niega a otro. Díctate a ti mismo la norma de la misericordia de acuerdo con la manera, la cantidad y la rapidez con que quieres que tengan misericordia contigo. Compadécete tan pronto como quisieras que los otros se compadezcan de ti. En consecuencia, la oración, la misericordia, y el ayuno, deben ser como un único intercesor en favor nuestro ante Dios, una única llamada, una única y triple petición.

REFLEXIÓN

Si fuera de otro modo, no se eliminaría la hipocresía, tan criticada a los fariseos, sino que más bien se prolongaría, corrompiendo la fe cristiana inspirada en el modelo Jesús de Nazareth.

Recobremos, pues, con ayunos lo que perdimos por el desprecio: inmolemos nuestras almas con ayunos, porque no hay nada mejor que podamos ofrecer a Dios, de acuerdo con lo que el profeta dice: Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias. Hombre, ofrece a Dios tu alma, y ofrece la oblación del ayuno, para que sea una hostia pura, un sacrificio santo, una víctima viviente, provechosa para ti y acepta a Dios. Quien no dé esto a Dios, no tendrá excusa, porque no hay nadie que no se posea a sí mismo para darse. Pero para que estas ofrendas sean aceptadas, tiene que venir después la misericordia; el ayuno no germina si la misericordia no le riega, el ayuno se torna infructuoso si la misericordia no lo fecundiza; lo que es la lluvia para la tierra, eso mismo es la misericordia para el ayuno. Por más que perfeccione su corazón, purifique su carne, desarraigue los vicios, y siembre las virtudes, como no produzca caudales de misericordia, el que ayuna no cosechará fruto alguno. Tú que ayunas, piensa que tu campo queda en ayunas si ayuna tu misericordia; lo que siembras en misericordia, eso mismo rebosará en tu granero. Para que no pierdas a fuerza de guardar, recoge a fuerza de repartir; al dar al pobre te haces limosna a ti mismo: porque lo que dejes de dar a otro, no lo tendrás tampoco para ti.

REFLEXIÓN

No se trata de un automatismo sino de una proporcionalidad, que dicta el Espíritu en el corazón.