martes, 19 de julio de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Martes 16 de tiempo ordinario

Miqueas 7, 14-15. 18-20



REFLEXIÓN

a las que habitan apartadas en la maleza

Por qué esa intensidad de la Palabra con el tema de los descarriados, los pecadores, los pobres, los enfermos, los fuera de la ley?

Tienen en común ser personas a quienes no alcanza la bendición del Señor, su felicidad, su designio.

Muchos de los que han caído en esa situación son responsables de las decisiones que les hicieron postrarse. Es que el Señor ampara la irresponsabilidad?

Mas bien el Señor es amor trascendente, un misterio de amor. Y misteriosamente nos enseña algo sobre el amar, cuando se muestra enfocado en los débiles, los vulnerables, los excluídos, sean o no responsables.

Porque si bien es cierto que en muchas historias de pobreza hay responsabilidades, también hay injusticias, opresión, corrupción, falta de solidaridad de los que permiten que existan esas lacras.

El amor de la Palabra obsesivo con la oveja perdida es un declaración de amor por aquél que necesita un valedor, un defensor, un amparo, un solidario, un prójimo: alguien que se aproxime y haga propia la desdicha del desventurado.

¿Qué Dios como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad? No mantendrá por siempre la ira, pues se complace en la misericordia

Porque el amor del Señor está en las antípodas del resentimiento y el señalamiento perpetuo de culpa.

Es interesante que en nuestro mundo lo que abunda en una investigación y en una denuncia es el señalamiento de culpa. Es como si cada uno estuviera más dispuesto a linchar que a reparar.

Pero la realidad que señala la Palabra es otra. Busca la dignificación de todos, en particular de los humillados. Y con ello nos recuerda que el juicio definitivo lo hace Él.

Salmo responsorial: 84



REFLEXIÓN

has frenado el incendio de tu ira.

El Señor nos inspira respeto porque no se deja llevar por su comprensible enojo sino que opta por el perdón y la reconciliación.

Todo un paradigma para nuestra fraternización.

¿No vas a devolvernos la vida, / para que tu pueblo se alegre contigo? /

Y la vida nos devolverá porque es la resurrección y la vida: al modo de Lázaro o al modo de Jesús de Nazareth.

Mientras no sucedió el acontecimiento pascual de Jesús, estábamos en la humanidad a oscuras sobre nuestra mortalidad. En él se inició una iluminación sobre la nueva vida y ya el tránsito no es incierto para el que cree. Por eso fe y vida se relacionan.

Mateo 12, 46-50



REFLEXIÓN

El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre

La familia de la Palabra, que cumple la voluntad del padre, rebasa toda familia humana, de cualquier tipo.

Se trata de la familia del amor universal desde los débiles.

Jesús es modelo y paradigma de tal novedad.

Tal familiaridad se compone de miembros que llegan desde los cuatro puntos cardinales del Espíritu, y en sus interacciones e interrelaciones tejen una fraternidad nueva.

Jesús es el hombre histórico que apuesta por el reino del Padre cada instante de su existencia y así nos señala la coherencia y densidad de una vida alternativa a la común.

En este relato rompe con sus ataduras familiares no por repudio sino por superación. Jesús expone la supremacía de la Palabra para convocar un nuevo género de familiaridad, de fraternidad.

Es como si dijera: hermanos seremos siempre en el único Padre. Los padres y hermanos de carne y sangre son figura de un mundo que pasa. El vínculo imperecedero como hermanos es nuestra escucha de la Palabra.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1549351922976555008?s=20&t=ulYr8EBJuriI4y_5LZprBg

BEATO CARLO

De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Magnesios.
                             (Cap. 10, 1--15: Funk 1, 199-203)


TENÉIS A CRISTO EN VOSOTROS

No permita Dios que permanezcamos insensibles ante la bondad de Cristo. Si él imitara nuestro modo ordinario de actuar, ya podríamos darnos por perdidos. Así pues, ya que nos hemos hecho discípulos suyos, aprendamos a vivir conforme al cristianismo. Pues el que se acoge a otro nombre distinto del suyo no es de Dios. Arrojad, pues, de vosotros la mala levadura, vieja ya y agriada, y transformaos en la nueva, que es Jesucristo. Impregnaos de la sal de Cristo, a fin de que nadie se corrompa entre vosotros, pues por vuestro olor seréis calificados.

Todo eso, queridos hermanos, no os lo escribo porque haya sabido que hay entre vosotros quienes se comporten mal, sino que, como el menor de entre vosotros, quiero montar guardia en favor vuestro, para que no piquéis en el anzuelo de la vana especulación, sino que tengáis plena certidumbre del nacimiento, pasión y resurrección del Señor, acontecida bajo el gobierno de Poncio Pilato, cosas todas cumplidas verdadera e indudablemente por Jesucristo, esperanza nuestra, de la que no permita Dios que ninguno de vosotros se aparte.

¡Ojalá se me concediera gozar de vosotros en todo, si yo fuera digno de ello! Porque si es cierto que estoy encadenado, sin embargo, no puedo compararme con uno solo de vosotros, que estáis sueltos. Sé que no os hincháis con mi alabanza, pues tenéis dentro de vosotros a Jesucristo. Y más bien sé que, cuando os alabo, os avergonzáis, como está escrito: Lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a sí mismo. Poned, pues, todo vuestro empeño en afianzaros en la doctrina del Señor y de los apóstoles, a fin de que todo cuanto hiciereis os resulte prósperamente, así en la carne como en el espíritu, en la fe y en la caridad, en el Hijo, en el Padre y en el Espíritu Santo, en el principio y en el fin, unidos a vuestro dignísimo obispo, a la espiritual corona tan dignamente formada por vuestro colegio de ancianos, y a vuestros diáconos, tan gratos a Dios. Someteos a vuestro obispo, y también mutuamente unos a otros, así como Jesucristo está sometido, según la carne, a su Padre, y los apóstoles a Cristo y al Padre y al Espíritu, a fin de que entre vosotros haya unidad tanto corporal como espiritual.

Como sé que estáis llenos de Dios, sólo brevemente os he exhortado. Acordaos de mí en vuestras oraciones, para que logre alcanzar a Dios, y acordaos también de la Iglesia de Siria, de la que no soy digno de llamarme miembro. Necesito de vuestras plegarias a Dios y de vuestra caridad, para que la Iglesia de Siria sea refrigerada con el rocío divino, por medio de vuestra Iglesia.

Os saludan los efesios desde Esmirna, de donde os escribo, los cuales están aquí presentes para gloria de Dios y que, juntamente con Policarpo, obispo de Esmirna, han procurado atenderme y darme gusto en todo. Igualmente os saludan todas las demás Iglesias en honor de Jesucristo. Os envío mi despedida, a vosotros que vivís unidos a Dios y que estáis en posesión de un espíritu inseparable, que es Jesucristo.