sábado, 13 de agosto de 2022

BEATO CARLO


 Del Sermón de san Paciano, obispo, Sobre el bautismo

(Núms. 6-7: PL 13, 1093-1094)

 

¿QUE DIOS HAY COMO TÚ, QUE PERDONAS EL PECADO.?

 Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seamos también imagen del hombre celestial; porque el primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo es del cielo. Obrando así, amadísimos, ya no moriremos más. Porque, aunque este nuestro cuerpo se deshaga, viviremos en Cristo, como afirma él mismo: Quien a mí se una con viva fe, aunque muera, vivirá.

 Tenemos la certeza, basada en el testimonio del Señor, de que Abraham, Isaac y Jacob y todos los santos de Dios están vivos, ya que, refiriéndose a ellos, dice el Señor: No es, pues, Dios de muertos, sino de vivos; en efecto, para él todos están vivos. Y el Apóstol dice de sí mismo: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; ansío partir para estar con Cristo. Y también: Mientras vivimos estamos desterrados lejos del Señor; caminamos sin verlo, guiados por la fe. Tal es nuestra fe, hermanos muy amados. Por lo demás, si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desdichados. La vida puramente natural, como vosotros mismos podéis comprobar, nos es común, aunque no igual en duración, con la de los animales, bestias y aves. Pero lo específico del hombre, lo que nos ha dado Cristo por el Espíritu, es la vida eterna, a condición de que ya no pequemos más. Pues así como la muerte viene por el pecado, así también nos libramos de ella por la práctica de la virtud; la vida, por tanto, se pierde con las malas acciones, se conserva con una vida virtuosa. El sueldo del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna en unión con Cristo Jesús, Señor nuestro.

 Él es, ciertamente, quien nos ha redimido, perdonándonos por pura gracia todos nuestros pecados -como dice el Apóstol- y borrando la nota desfavorable de nuestra deuda escrita sobre el rollo de los preceptos; él la arrancó de en medio y la clavó en la cruz. Con esto Dios despojó a los principados y potestades, y los expuso a la vista de todos, incorporándolos al cortejo triunfal de Cristo. Él liberta a los cautivos y rompe nuestras cadenas, como había predicho el salmista: El Señor hace justicia a los oprimidos, el Señor liberta a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego. Y también: Rompiste mis cadenas, te ofreceré un sacrificio de alabanza. Esta liberación tuvo lugar cuando, por el sacramento del bautismo, nos reunimos bajo el estandarte del Señor, quedando así liberados por la sangre y el nombre de Cristo.

 Así pues, amadísimos hermanos, de una vez para siempre somos purificados, somos libertados, somos recibidos en el reino inmortal; de una vez para siempre, dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado. Mantened con firmeza lo que habéis recibido, conservadlo con alegría, no pequéis más. Conservaos así puros e inmaculados para el día del Señor.

EJERCICIOS ESPIRITUALES

 


PRIMERA-SEMANA
[23] PRINCIPIO Y FUNDAMENTO.

El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo qual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo qual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados.

REFLEXIÓN

 [23] El ser humano, hombres y mujeres, con inclusión de sus diversidades, es criatura y no se hace a sí mismo. Definitivamente es posicionado por el Misterio de Dios como creador, se represente como se prefiera esta autoría. Y además tiene una misión: corresponderle tal cual se corresponde a su Misterio, con reverencia y servicio, lo cual denota un código de conducta propio de una corte, referente propio del Ignacio cortesano. La finalidad de la misión es la propia de una persona viviente, creyente y amante: salvar el alma. Una clave particular de la espiritualidad medioeval influída de antropología griega y tomista: el alma es inmortal.

Se establece un ordenamiento jerarquizado en el conjunto de la realidad, a disposición del ser humano como ayuda, como colaboración para el logro de la meta. El ordenamiento no avala una dominación ni un abuso sino colaboración en orden a la salvación del alma. Este concepto necesita un ajuste que tome en cuenta la corporalidad y la mundanidad, como partícipes de esa salvación. Ajuste que por otro lado se encuentra ya en la Palabra de Dios, donde se plantea la liberación de la opresión y el pecado de la creación y en el mensaje del resucitado glorificado, sobre la salvación integral del ser humano: cuerpo, alma y espíritu.

Se desprende una aplicación práctica de comportamiento orientado al fin de salvar el alma, el ser humano, la persona, la creación, la realidad. Se trata del criterio ético fundamental del Tanto Cuanto. El uso de todo está regido por el tanto cuanto. Un uso discrecional o discreto. No un abuso. O un evitar de lo que no ayuda. Esta regla fundamental es la arena de lucha del ser humano, para corresponder al Creador y conquistar la otra orilla.

Aplicar el Tanto Cuanto requiere una actitud, una disposición, una tendencia, un desapego, como condición sine qua non: hacernos indiferentes en aquello que podemos elegir y no se encuentra mandado, como los Mandamientos de la ley de Dios. Frente a lo que podríamos elegir: salud o enfermedad, riqueza o pobreza, honor o deshonor, vida larga o corta, etc. inicialmente se nos pide apertura, libertad, no condición previa, excepto lo más conducente a la salvación. Se puede entonces contar con un programa vitalicio y que aporta un sentido profundo a la existencia, para el cual debemos ejercitarnos. He aquí el por qué y para qué de los Ejercicios Espirituales en clave ignaciana. Construir una existencia en diálogo ininterrumpido con el Señor, buscando su querer.