jueves, 4 de mayo de 2023

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


San Agustín Tratados sobre el evangelio de San Juan 65,1-3

El Señor Jesús pone de manifiesto que lo que da a sus discípulos es un nuevo mandamiento, que se amen unos a otros: Os doy, dice, un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. ¿Pero acaso este mandamiento no se encontraba ya en la ley antigua, en la que estaba escrito: Amarás a tu prójimo como a ti mismo? ¿Por qué lo llama entonces nuevo el Señor, si está tan claro que era antiguo? ¿No será que es nuevo porque nos viste del hombre nuevo después de despojarnos del antiguo? Porque no es cualquier amor el que renueva al que oye, o mejor al que obedece, sino aquel a cuyo propósito añadió el Señor, para distinguirlo del amor puramente carnal: como yo os he amado. Éste es el amor que nos renueva, y nos hace ser hombres nuevos, herederos del nuevo Testamento, intérpretes de un cántico nuevo. Este amor, hermanos queridos, renovó ya a los antiguos justos, a los patriarcas y a los profetas, y luego a los bienaventurados apóstoles; ahora renueva a los gentiles, y hace de todo el género humano, extendido por el universo entero, un único pueblo nuevo, el cuerpo de la nueva esposa del Hijo de Dios, de la que se dice en el Cantar de los Cantares: ¿Quién es ésa que sube del desierto vestida de blanco? Sí, vestida de blanco, porque ha sido renovada; ¿y qué es lo que la ha renovado sin el mandamiento nuevo? Porque, en la Iglesia, los miembros se preocupan unos por otros; y si padece uno de ellos, se compadecen todos los demás, y si uno de ellos se ve glorificado, todos los otros se congratulan. La Iglesia, en verdad, escucha y guarda estas palabras: Os doy un mandato nuevo: que os améis mutuamente. No como se aman quienes viven en la corrupción de la carne, ni como se aman los hombres simplemente porque son hombres; sino como se quieren todos los que se tienen por dioses e hijos del Altísimo, y llegan a ser hermanos de su único Hijo, amándose unos a otros con aquel mismo amor con que él los amó, para conducirlos a todos a aquel fin que les satisfaga, donde su anhelo de bienes encuentre su saciedad. Porque no quedará ningún anhelo por saciar cuando Dios lo sea todo en todos. Este amor nos lo otorga el mismo que dijo : como yo os he amado, amaos también entre vosotros. Pues para esto nos amó precisamente, para que nos amemos los unos a los otros; y con su amor hizo posible que nos ligáramos estrechamente, y como miembros unidos por tan dulce vínculo, formemos el cuerpo de tan espléndida cabeza.

REFLEXIÓN

La novedad del mandato, sobre el antiguo y más allá de él, estriba en el “como yo los he amado”, en el modo Jesús de amar: dando la vida, por todos, para unirnos a sí en un solo cuerpo. Implica la encarnación de la divinidad que entre nosotros comparte su poderoso amor, implica la fraternidad porque urge a compartir esa calidad de amor, implica la nueva vida que genera el Jesús pascual con su amor ofertado.

miércoles, 3 de mayo de 2023

PALABRA COMENTADA

 San Felipe y Santiago apóstoles

1Corintios 15,1-8



REFLEXIÓN

el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando

El evangelio, la buena noticia de la salvación a los pobres y pecadores, se mantiene activa salvando.

La salvación, más allá de una liberación de cualquier tipo inmanente e intramundana, es una tránsito a la vida que no termina y que nadie nos puede quitar.

Toda experiencia de vida nos colma en el momento, por gloriosa que sea, pero deja o no deja un algo, un sentido permanente, estable.

Ese es nuestro dispositivo para comprender que vivimos una realidad más allá, no localizable, sin evidencias, confundida con el subjetivismo.

Por eso la fe en la buena nueva, inspira, alienta un estilo de vida, pero no lo demuestra, ni puede aportar evidencias sino señales para otra fe. De fe en fe.

La salvación en todos los ámbitos de la creación y la persona se mantiene como un generador activo, como fuente de energía limpia, pero puede ser malograda la fe que sostiene su fuerza, a menos que se conserve el evangelio puro, como fue transmitido y entregado.

El decaimiento que observamos en la vida actual, su desolación, decepción y desesperanza que se comunican con multitud de gemidos y protestas, como la del pueblo itinerante en el desierto bajo el liderazgo de Moisés, denota decaimiento de la fe, por impureza del evangelio.

Es importante a la luz de la Palabra revisar constante y humildemente qué hace impuro el evangelio para que nuestra fe se muestre tan mortecina y poco alentadora.

que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras

En la cultura del judaísmo del primer siglo se leían las escrituras antiguas, testimonio de un pueblo creyente en Yavé.

Para ellos el verdadero obstáculo para la fe en Yavé era el pecado, manifiesto en secuelas de injusticias y desviaciones de lo recto.

Decir que Jesús muerto en cruz fue un sacrificio por el pecado tenía sentido porque la cultura que escuchaba el mensaje le hallaba sentido.

Quizá para los no judíos, los helenos o helenizados la significación de pecado debía ser explicada y profundizada.

Así también nosotros que la mayoría del tiempo nos entretenemos con la denuncia de las injusticias pero no nos convertimos del pecado. Porque al pecado no le encontramos sentido actual.

Hasta que no abramos nuestra compresión a la injusticia que radica en la negación del Señor, no seremos radicales en nuestra conversión y por ende no podremos remontar la corriente de injusticias, pobrezas e inequidades.

El credo al que Pablo se adhiere y que transmite es muestra de su fidelidad y fe pura. Una fórmula que nos puede dejar fríos porque nuestras culturas a través del tiempo han reasignado significados a una palabras y desgastado otras.

Es así que “pecados” no sugiere de por sí algo que deba ser evitado, perdonado, convertido, purificado. No parece una realidad cotidiana que nos afecta existencialmente.

Salmo responsorial: 18



REFLEXIÓN

Sin que hablen, sin que pronuncien, / sin que resuene su voz, / a toda la tierra alcanza su pregón, / y hasta los límites del orbe su lenguaje

Estamos en excelentes manos, las del Señor, porque el nos mantiene como a la creación, acompañados de su Espíritu, quien susurra la buena nueva sin desmayo.

El Señor en su amor generoso nos asocia a la misión de proclamar su designio.

Aunque no estemos a la altura, por muchas maneras el hace llegar su mensaje.

Porque hoy en diversas latitudes y escenarios los anhelos humanos y creaturales que parecen ensordecernos, tienen sintonía con el evangelio del Reino.

La tierra se ha ido llenando de sus exigencias. Y debemos escuchar y actuar discerniendo sus demandas.

Juan 14,6-14



REFLEXIÓN

El Padre, que permanece en mí, hace sus obras

Muchos Felipes se encuentran en nuestro camino. Son aquellos que no reconocen al Señor porque nuestro estilo de vida, nuestras obras lo opacan.

Difícilmente podrá el mundo llegar a confesar al Señor al unísono, si no cambiamos nuestro estilo de vida, y los Felipes vean al Padre en nosotros, cuerpo de Cristo.

La comunión de Jesús y su misión que manifiesta es del Padre, transmite al Padre, en su voluntad de salvación.

Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí.. Si no, creed a las obras.

Hoy la experiencia de manipulación y demagogia enardece la mentalidad de sospecha y las obras no se creen porque se sospecha de la intención.

Sin embargo esta puede ser otra treta del anti-reino. No hacer para no ser mal juzgado o mal reconocido. Más bien hay que hacer, discerniendo y en prudencia.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1653710626617798659?s=20

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1Corintios 15,1-8

Buena nueva, Evangelio, es la misión encarnándose generacionalmente apostólicamente para alcanzar hasta donde debe ir. Una corriente imparable de Espíritu Santo viabilizando, moviendo, traspasando corazones, levantando débiles, consolando apachurrados, otorgando contemplación de lo profundo en la historia, otorgando la paciencia con el tiempo del Señor.

Salmo responsorial: 18

La transmisión de la buena nueva con menos palabras y más escucha, con menos discursos y más solidaridad.

Juan 14,6-14

Creer es asunto de amplio espectro que abarca toda las dimensiones de la persona. La persona debe transparentarse en lo que hace, mientras más mejor. La persona hijo de Dios, identificada con Jesús y su misión, pone su intención y obrar al ese servicio. Si es así el logro de la buena nueva irá más lejos de lo pensado. Será Dios todo en todos.