martes, 22 de agosto de 2023

PALABRA COMENTADA

 

MARTES 20 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

Jueces 6,11-24ª



REFLEXIÓN

"Perdón, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto?

La pregunta que ronda frecuentemente el corazón creyente, y no tiene respuesta definitiva. Solo en actitudes de rebeldía o mayor aceptación.

Es un proceso de fe, que dará sus frutos, en la paciencia del tiempo.

El Señor se volvió a él y le dijo: "Vete, y con tus propias fuerzas salva a Israel de los madianitas. Yo te envío.

En ocasiones la respuesta decanta hacia un envío, una misión, que no parece acorde a nuestras fuerzas ni disposición.

Entonces hay que crecer ante el desafío, y decidirse a dar respuesta tal como somos, creyendo que el Señor nos acompaña.

"Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien habla conmigo.

La confirmación es parte de la misión: un signo de que andamos por el camino elegido por el Señor.

Es un diálogo más allá de las palabras, para ir aumentando la convicción y la entrega.

una llamarada que los consumió

Fuego como elemento aniquilador y transformador.

Es un encuentro que recuerda, pero en forma diferente, la reunión y misión de Moisés y YHWH.

"Señor de la Paz"

Los encuentros con el Señor son para conversión y compromiso, no para temer y acobardarse. Son oasis de paz en medio de la guerra.

Salmo responsorial: 84



REFLEXIÓN

"Dios anuncia la paz / a su pueblo y a sus amigos / y a los que se convierten de corazón."

Una paz histórica pero espiritual se va dando en elipsis del tiempo, concéntricas, semejantes y desemejantes.

El Señor da lo nuevo y lo antiguo en niveles diferentes, enseñándonos a crecer y dar respuestas más sinceras cada vez.

Son oportunidades para irse despojando de ropajes y máscaras con los que hemos cubierto inútilmente nuestra desnudez vulnerable, con la ilusión de alejar el frío y el dolor.

En el mito del pecado original el Señor reprocha a la primera pareja que se hayan cubierto su desnudez.

Lo que siguió en el adelante histórico fue el fracaso sucesivo de cubrirse, pretendiendo que no existía la desnudez ni se era vulnerable.

Mateo 19,23-30



REFLEXIÓN

difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos

Por su apego a las riquezas.

Se observa que individualmente o como sistema, la acumulación es signo de codicia, aun cuando haya muestras de solidaridad poco comprometida.

Porque aun en la buena obra se pueden colar el cálculo y el interés de acumular riquezas.

"Entonces, ¿quién puede salvarse?"

En alguna forma todos somos ricos, y estamos apegados a alguna forma de riqueza

Este espanto no tiene sentido si los discípulos no tuvieran idea de las riquezas, al menos como proyecto de vida. Quién no quiere riquezas?

Se muestran como el brillo que alumbra la oscuridad de las existencias y resuelve la infelicidad.

Entonces el espanto tiene que ser por el sentido de ricos que es el ideal de la mayoría de las personas que no tiene el tesoro en el reino.

El reino no tiene que ver con acumulación como programa de vida, sino con lo contrario.

La riqueza divide, la solidaridad fraterniza y une.

Si el reino es fraternidad y comunión, la codicia se constituye en un obstáculo insalvable e irredimible.

Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo."

Porque si dependiera de nosotros nos quedaríamos ricos, pero sin Dios.

Con esta fuerza queremos itinerar, con la convicción de que en el camino vamos con la suma de las posibilidades, si le creemos más que a nosotros mismos y nuestros apegos.

Es su don mover el corazón del apego a la acumulación de bienes, a la riqueza.

De ahí que aun en el pobre y mísero, a quien nos debe preocupar ayudar a salir de su pobreza, se puede dar la codicia.

Y por descuidar ese enfoque sobre el apego a la riqueza ciertos proyectos de desarrollo y crecimiento material que acompañan la evangelización terminan en fracaso, desunión, y mayor apego a lo material.

dijo Pedro: "Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?"

Entre los seguidores hay quienes se han despojado de lo material y ya no tienen la acumulación y la codicia como meta existencial, como logro de la vida.

Son espontáneos y honestos los discípulos de Jesús en ese momento porque no esconden su ambición de ser ricos en bienes materiales junto a Jesús.

cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel

Como toda realidad evangélica implica una transformación de lo corruptible.

El poder de los que lo han abandonado todo por el Señor se verá al final.

El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna

La dependencia del Señor, como la de Jesús de Nazareth, se manifiesta aquí y ahora y al final también.

La fraternidad de la comunidad, en vez de la división y egocentrismo de la sociedad sin Dios, es un bien que podemos disfrutar ya como realización anticipada del reino.

Es la prenda, el botón de muestra de lo que será en la plenitud.

No sólo dejar posesiones sino también personas. Dejar relaciones. Dejar apegos pecaminosos y desordenados.

Un despojo voluntario en el compartir engendra una fraternidad que multiplica con creces lo que se ha dejado.

El Señor no se deja vencer en generosidad.

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Martes 20ª semana de tiempo ordinario

Jueces 6,11-24a

Nos nos atrevemos a hacer el desafío que nos plantea Dios porque desconfiamos de nuestras fuerzas, pero también de Él. Despojarse de la seguridad de lo mucho o poco que tengo, es un don de Dios que nos impele a mostrar la gratuidad de su amar en plenitud.

Salmo responsorial: 84

Solo una comunidad justa en la distribución de su riqueza puede experimentar la paz como bendición

Mateo 19,23-30

Preguntará el rico bien intencionado: cómo le hago para no apegarme a mis riquezas, y tener la posibilidad de entrar en el Reino? Sólo repartiendo entre los pobres, como hicieron algunos que se despojaron para seguir al Señor? Posiblemente así, o en otra forma que implique despojo. Parece que Jesús da a entender que tal imposibilidad de salvarse con riquezas, la soluciona Dios con su omnipotencia. Podría ser algo engañoso, aguardar cómodamente a que ello ocurra. Y quizás como todo el mensaje evangélico nos urge, debemos buscar para hallar y pedir para que se nos de el desapego concreto de la riqueza, cuando sea y como sea el agrado de Dios, como el testimonio de un Dios que se da completo en sus bienes y bendiciones, sobre todo para los que menos pueden.

BEATO CARLO

 

De las Homilías de san Amadeo de Lausana, obispo
(Homilía 7: SC 72, 188. 190. 192. 200)


REINA DEL MUNDO Y DE LA PAZ

Observa cuán adecuadamente brilló por toda la tierra, ya antes de la asunción, el admirable nombre de María y se difundió por todas partes su ilustre fama, antes de que fuera ensalzada su majestad sobre los cielos. Convenía, en efecto, que la Madre virgen, por el honor debido a su Hijo, reinase primero en la tierra y, así, penetrara luego gloriosa en el cielo; convenía que fuera engrandecida aquí abajo, para penetrar luego, llena de santidad, en las mansiones celestiales, yendo de virtud en virtud y de gloria en gloria por obra del Espíritu del Señor.

Así pues, durante su vida mortal gustaba anticipadamente las primicias del reino futuro, ya sea elevándose hasta Dios con inefable sublimidad, como también descendiendo hacia sus prójimos con indescriptible caridad. Los ángeles la servían, los hombres le tributaban su veneración. Gabriel y los ángeles la asistían con sus servicios; también los apóstoles cuidaban de ella, especialmente san Juan, gozoso de que el Señor, en la cruz, le hubiese encomendado su madre virgen, a él, también virgen. Aquéllos se alegraban de contemplar a su reina, éstos a su señora, y unos y otros se esforzaban en complacerla con sentimientos de piedad y devoción.

Y ella, situada en la altísima cumbre de sus virtudes, inundada como estaba por el mar inagotable de los carismas divinos, derramaba en abundancia sobre el pueblo creyente y sediento el abismo de sus gracias, que superaban a las de cualquiera otra creatura. Daba la salud a los cuerpos y el remedio para las almas, dotada como estaba del poder de resucitar de la muerte corporal y espiritual. Nadie se apartó jamás triste o deprimido de su lado, o ignorante de los misterios celestiales. Todos volvían contentos a sus casas, habiendo alcanzado por la madre del Señor lo que deseaban.

Plena hasta rebosar de tan grandes bienes, la esposa, madre del esposo único, suave y agradable, llena de delicias, como una fuente de los jardines espirituales, como un pozo de agua viva y vivificante, que mana con fuerza del Líbano divino, desde el monte de Sión hasta las naciones extranjeras, hacía derivar ríos de paz y torrentes de gracia celestial. Por esto, cuando la Virgen de las vírgenes fue llevada al cielo por el que era su Dios y su Hijo, el rey de reyes, en medio de la alegría y exultación de los ángeles y arcángeles y de la aclamación de todos los bienaventurados, entonces se cumplió la profecía del Salmista, que decía al Señor: De pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de Ofir.