domingo, 17 de marzo de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 5º de Cuaresma

Jeremías 31,31-34



REFLEXIÓN

Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo

La ley sigue vigente, pero ahora vivirá desde dentro del corazón.

Se superará el vicio de la ley-norma, que obliga por la sanción de algún tipo, para abrir paso a un cumplimiento cordial, arraigado en lo profundo de las personas.

Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: "Reconoce al Señor.

El hermano puede enseñar, pero transitoriamente sobre el designio del Señor. Ya la voz profunda de su designio guiará a todos para hacerlos autónomos y autocontrolados.

No es la autonomía de la autosuficiencia, sino la introyección de un Tú amado, ni odiado ni repudiado ni que esclaviza con el sentido de culpa.

Hoy vivimos el espejismo del autocontrol, como la meta de la educación por forjar estudiantes que estudien solos. Sin darse cuenta que no es posible ni saludable eliminar el Tú, porque la base del individuo es el diálogo que logra el nosotros.

Salmo responsorial: 50



REFLEXIÓN

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, / renuévame por dentro con espíritu firme

No cansarse de la renovación entendida como un proceso de énfasis y descubrimientos.

Somos caminantes que nos entregamos por etapas en un proceso de generosidad.

Devuélveme la alegría de tu salvación

Vivir el gozo como señal de que asumimos en serio ese proceso.

Hebreos 5,7-9



REFLEXIÓN

Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer.

Es nuestro paradigma de la ley interna de la caridad. El amor discernido, discreto.

Juan 12,20-33



REFLEXIÓN

si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto

El espíritu del sacrificio de Jesús es la vida donada a través de la muerte para dar mucha vida. Un sentido de la parábola de la semilla que muere y da mucho fruto.

El sufrimiento, las angustias del conflicto, el triturarnos de las calamidades, la pobreza, la enfermedad, las circunstancias adversas, los padecimientos de una sociedad que gime por la violencia, se pueden asociar a la agonìa y muerte que por inspiración de Jesús buscan convertirse en mucha vida ofrecida.

No lo sienten muchos como una dimensión atrayente de la fe en Jesús, quizás por la pasividad frente a los desafíos del cambio. Pero esa impaciencia puede oscurecer el sentido profundo de la muerte que se va gestando para dar vida

Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre." Entonces vino una voz del cielo: "Lo he glorificado y volveré a glorificarlo."

Es preciso en este proceso atravesar las tinieblas, como una nave la tormenta, con la confianza depositada en el Padre.

La turbiedad del agua oculta el fondo, la agitación del alma oculta la misión y lo primero que nos brota es el clamor de liberación. Pero una vez emerge el fondo y hacemos conciencia dela misión amamos al Padre y su gloria, que también es nuestra.

En este pasaje ha incorporado Juan la agonía de Jesús que pasó por la turbiedad del pánico a lo que se le venía encima, pero orando encontró el fondo, su misión y puedo concluir: no se haga lo que yo quiero sino lo que tú.

Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera

Y con el gesto de acción de gracias de Jesús de Nazaret, que muere para dar fruto, se reemplaza la lógica de la agonía y la muerte como fracaso, derrota y final de todo.

En el mundo hay muchas víctimas de todo tipo. En ellas paradójicamente, si creemos al sacramento de Jesús de Nazareth, su comunidad seguidora, se da la agonía que desocupa el dominio del mal. No se da el aplastamiento del bien.

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Jeremías 31,31-34

Salmo responsorial: 50

Hebreos 5,7-9

Juan 12,20-33

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

V DOMINGO DE CUARESMA

San Atanasio Carta 14, 1-2 




El Verbo, que por nosotros quiso serlo todo, nuestro Señor Jesucristo, está cerca de nosotros, ya que él prometió que estaría continuamente a nuestro lado. Dijo en efecto: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Y, del mismo modo que es a la vez pastor, sumo sacerdote, camino y puerta, ya que por nosotros quiso serlo todo, así también se nos ha revelado como fiesta y solemnidad, según aquellas palabras del Apóstol: Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo; puesto que su persona era la Pascua esperada. 

REFLEXIÓN

La base de nuestra expectativa esperanzada por la cercanía de Jesús, es su promesa de estar a nuestro lado hasta el fin del mundo. Él que a su vez creyó en la promesa de los Padres de Israel, y en ellos del propio Dios Padre, quien ha venido prometiendo durante toda la historia de salvación.

Desde esta perspectiva, cobran un nuevo sentido aquellas palabras del salmista: Tú eres mi júbilo: me libras de los males que me rodean. En esto consiste el verdadero júbilo pascual, la genuina celebración de la gran solemnidad, en vernos libres de nuestros males; para llegar a ello, tenemos que esforzarnos en reformar nuestra conducta y en meditar asiduamente, en la quietud del temor de Dios

REFLEXIÓN

El júbilo es gratuito, pero recaba un reconocimiento y elicita un comportamiento congruo, proporcionado. No andan igual quienes esperan jubilosos que quienes viven sin esperanza. Por eso nuestro júbilo entraña una condescendencia con el desesperado o la desesperada, para intentar compartir nuestro júbilo pascual.

Así también los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como siempre estuvieran celebrando fiesta; uno de ellos, el bienaventurado salmista, se levantaba de noche, no una sola vez, sino siete, para hacerse propicio a Dios con sus plegarias. Otro, el insigne Moisés, expresaba en himnos y cantos de alabanza su alegría por la victoria obtenida sobre el Faraón y los demás que habían oprimido a los hebreos con duros trabajos. Otros, finalmente, vivían entregados con alegría al culto divino, como el gran Samuel y el bienaventurado Elías; ellos, gracias a sus piadosas costumbres, alcanzaron la libertad, y ahora celebran en el cielo la fiesta eterna, se alegran de su antigua peregrinación, realizada en medio de tinieblas, y contemplan ya la verdad que antes sólo habían vislumbrado. Nosotros, que nos preparamos para la gran solemnidad, ¿qué camino hemos de seguir? Y, al acercarnos a aquella fiesta, ¿a quién hemos de tomar por guía? No a otro, amados hermanos, y en esto estaremos de acuerdo vosotros y yo, no a otro, fuera de nuestro Señor Jesucristo, el cual dice: Yo soy el camino. Él es, como dice san Juan, el que quita el pecado del mundo; él es quien purifica nuestras almas, como dice en cierto lugar el profeta Jeremías: Paraos en los caminos a mirar, preguntad: «¿Cuál es el buen camino?»; seguidlo, y hallaréis reposo para vuestras almas. En otro tiempo, la sangre de los machos cabríos y la ceniza de la ternera esparcida sobre los impuros podía sólo santificar con miras a una pureza legal externa; mas ahora, por la gracia del Verbo de Dios, obtenemos una limpieza total; y así en seguida formaremos parte de su escolta y podremos ya desde ahora como situados en el vestíbulo de la Jerusalén celestial, preludiar aquella fiesta eterna; como los santos apóstoles, que siguieron al Salvador como a su guía, y por esto eran, y continúan siendo hoy, los maestros de este favor divino; ellos decían, en efecto: Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. También nosotros nos esforzamos por seguir al Señor no sólo con palabras, sino también con obras