San Agustín Sermón 34 1-3. 5-6
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles. Se nos ha exhortado a cantar
al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo conoce el cántico nuevo. Cantar es
alegría y, si nos fijamos más detenidamente, cantar es expresión de amor. De
modo que quien ha aprendido a amar la vida nueva, sabe cantar el cántico nuevo.
De modo que el cántico nuevo nos hace pensar en lo que es la vida nueva. El
hombre nuevo, el cántico nuevo, el Testamento nuevo: todo pertenece al mismo y
único reino. Por esto, el hombre nuevo cantará el cántico nuevo y pertenecerá al Testamento nuevo.
REFLEXIÓN
Por la experiencia de
muchos, el tiempo que vivimos es agobiante por los conflictos globalizados,
mediatizados, cuya significación es debatida y discutida, con resultados de
incertidumbre, confusión y tristeza. Así la afirmación de novedad, hombre
nuevo, canto nuevo, testamento nuevo, después de 21 siglos de proclamación, es
posible que parezca a los tales muchos una broma cruel, una afirmación
entusiasta infantil, un peligroso ejercicio de evasión de la realidad, una
incapacidad de empatía con el mundo. Será así?
Todo hombre ama; nadie hay que no ame;
pero hay que preguntar qué es lo que ama. No se nos invita a no amar, sino a
que elijamos lo que hemos de amar. ¿Pero, cómo vamos a elegir si no somos
primero elegidos, y cómo vamos a amar si no nos aman primero? Oíd al apóstol
Juan: Nosotros amamos a Dios, porque él nos amó primero. Trata de averiguar de
dónde le viene al hombre poder amar a Dios y no encontrarás otra razón sino que
es porque Dios le amó primero. Se entregó a sí mismo para que le amáramos, y
con ello nos dio la posibilidad y el motivo de amarle. Escuchad al apóstol
Pablo que nos habla con toda claridad, de la raíz de nuestro amor: El amor de
Dios, dice, ha sido derramado en nuestros corazones. Y, ¿de quién proviene este
amor? ¿De nosotros tal vez? Ciertamente no proviene de nosotros. Pues, ¿de
quién? Del Espíritu Santo que se nos ha dado. Por tanto, teniendo una gran
confianza, amemos a Dios en virtud del mismo don que Dios nos ha dado. Oíd a
Juan que dice más claramente aún: Dios es amor, y quien permanece en el amor
permanece en Dios y Dios en él. No basta con decir: el amor es de Dios. ¿Quién
de vosotros sería capaz de decir: Dios es amor? Y lo dijo quien sabía lo que se
traía entre manos. Dios se nos ofrece como objeto total y nos dice: «amadme, y
me poseeréis; porque no os será posible amarme si antes no me poseéis».
REFLEXIÓN
El primer paso hacia la
novedad se da cuando nos hacemos conscientes que Dios nos ama, que nos ha
venido amando antes de hacernos de ello conscientes. Es el arbusto que hace
dulce el agua amarga que no podemos o apenas beber (Ex 15,25). A partir de ahí
en vez de gemir cantamos la novedad con un canto nuevo y abrazamos el
testamento nuevo. Cómo se prepara ese primer paso?
¡Oh, hermanos e hijos, vosotros que sois
brotes de la Iglesia universal, semilla santa del reino eterno, los regenerados
y nacidos en Cristo! Oídme: Cantad por mí al Señor un cántico nuevo. «Ya
estamos cantando», decís. Cantáis, sí, cantáis. Ya os oigo. Pero procurad que
vuestra vida no dé testimonio contra lo que vuestra lengua canta. Cantad con
vuestra voz, cantad con vuestro corazón, cantad con vuestra boca, cantad con
vuestras costumbres: Cantad al Señor un cántico nuevo.
REFLEXIÓN
Ni cantar, ni orar, ni
alabar, ni dar gracias en la novedad es creíble, testificable, sin un cambio de
costumbres. No ya por temor, por prohibición, por censura, por comercio o algo
menos desinteresado sino porque somos conscientes del amor de Dios no podemos
ser indiferentes para amar hacia la novedad.
¿Preguntáis qué es lo que vais a cantar de
aquel a quien amáis? Porque sin duda queréis cantar en honor de aquel a quien
amáis: preguntáis qué alabanzas vais a cantar de él. Ya lo habéis oído: Cantad
al Señor un cántico nuevo. ¿Preguntáis qué alabanzas debéis cantar? Resuene su
alabanza en la asamblea de los fieles. La alabanza del canto reside en el mismo
cantor. ¿Queréis rendir alabanzas a Dios? Sed vosotros mismos el canto que vais
a cantar. Vosotros mismos seréis su alabanza, si vivís santamente.
REFLEXIÓN
Viviendo santamente.
Por ejemplo:
una señora va al mercado a hacer las compras, encuentra a una vecina y comienza
a hablar, y vienen las críticas. Pero esta mujer dice en su interior: «No, no
hablaré mal de nadie». Este es un paso en la santidad. Luego, en casa, su hijo
le pide conversar acerca de sus fantasías, y aunque esté cansada se sienta a su
lado y escucha con paciencia y afecto. Esa es otra ofrenda que santifica. Luego
vive un momento de angustia, pero recuerda el amor de la Virgen María, toma el
rosario y reza con fe. Ese es otro camino de santidad. Luego va por la calle,
encuentra a un pobre y se detiene a conversar con él con cariño. Ese es otro
paso. GAUDETE ET EXSULTATE 16