San León Magno Sermón sobre las
bienaventuranzas 95,4-6
Después de hablar de la pobreza, que
tanta felicidad proporciona, siguió el Señor diciendo: Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados. Queridísimos hermanos, el llanto al que está
vinculado un consuelo eterno es distinto de la aflicción de este mundo. Los
lamentos que se escuchan en este mundo no hacen dichoso a nadie. Es muy
distinta la razón de ser de los gemidos de los santos, la causa que produce
lágrimas dichosas. La santa tristeza deplora el pecado, el ajeno y el propio. Y
la amargura no es motivada por la manera de actuar de la justicia divina, sino
por la maldad humana. Y, en este sentido, más hay que deplorar la actitud del
que obra mal que la situación del que tiene que sufrir por causa del malvado,
porque al injusto su malicia le hunde en el castigo, en cambio, al justo su
paciencia lo lleva a la gloria. Sigue el Señor: Dichosos los sufridos, porque
ellos heredarán la tierra. Se promete la posesión de la tierra a los sufridos y
mansos, a los humildes y sencillos y a los que están dispuestos a tolerar toda
clase de injusticias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario