Sábado,
XXXIII semana
Santo Tomás de Aquino Conferencia sobre
el Credo
Adecuadamente termina el Símbolo,
resumen de nuestra fe, con aquellas palabras: «La vida perdurable. Amén».
Porque esta vida perdurable es el término de todos nuestros deseos. La vida
perdurable consiste, primariamente, en nuestra unión con Dios, ya que el mismo
Dios en persona es el premio y el término de todas nuestras fatigas: Yo soy tu
escudo y tu paga abundante. Esta unión consiste en la visión perfecta: Ahora vemos
confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. También consiste en la
suprema alabanza, como dice el profeta: Allí habrá gozo y alegría, con acción
de gracias al son de instrumentos. Consiste, asimismo, en la perfecta
satisfacción de nuestros deseos, ya que allí los bienaventurados tendrán más de
lo que deseaban o esperaban. La razón de ello es porque en esta vida nadie
puede satisfacer sus deseos, y ninguna cosa creada puede saciar nunca el deseo
del hombre: sólo Dios puede saciarlo con creces, hasta el infinito; por esto,
el hombre no puede hallar su descanso más que en Dios, como dice san Agustín:
«Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón no hallará reposo hasta que
descanse en ti». Los santos, en la patria celestial, poseerán a Dios de un modo
perfecto, y, por esto, sus deseos quedarán saciados y tendrán más aún de lo que
deseaban. Por esto, dice el Señor: Entra en el gozo de tu Señor. Y san Agustín
dice: «Todo el gozo no cabrá en todos, pero todos verán colmado su gozo. Me
saciaré de tu semblante; y también: El sacia de bienes tus anhelos».
1)
“Ofrezco todo el sufrimiento
que tendré que sufrir por el Señor, por el Papa y por la Iglesia para no tener
que estar en el Purgatorio e ir directo al Cielo”Beato Carlo
REFLEXIÓN
El anhelo inextinguible, nos hace ser los del anhelo extinguible hacia lo inextinguible. Porque nos colman los deseos, pero uno es el verdadero deseo que nos acompaña hasta el fin, en la esperanza de, por fin, ser saciado. Con la esperanza de compartir la saciedad propia y de otros, sin tristezas, comparaciones y envidias. Sabremos entonces vivir en coro de alabanza dirigida al totalmente y absolutamente Otro, para siempre.
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