Jueves I
San Efrén Diatesarón
18,15-17
Para atajar
toda pregunta de sus discípulos sobre el momento de su venida, Cristo dijo: Esa
hora nadie la sabe, ni los ángeles ni el Hijo. No os toca a vosotros conocer
los tiempos y las fechas. Quiso ocultarnos esto para que permanezcamos en vela
y para que cada uno de nosotros pueda pensar que ese acontecimiento se
producirá durante su vida. Si el tiempo de su venida hubiera sido revelado,
vano sería su advenimiento, y las naciones y siglos en que se producirá ya no
lo desearían. Ha dicho muy claramente que vendrá, pero sin precisar en qué
momento. Así todas las generaciones y todas las épocas lo esperan
ardientemente. Aunque el Señor haya dado a conocer las señales de su venida, no
se advierte con claridad el término de las mismas, pues, sometidas a un cambio
constante, estas señales han aparecido y han pasado ya; más aún, continúan
todavía. La última venida del Señor, en efecto, será semejante a la primera…
REFLEXIÓN
No acobardarnos, en cualquier época y más, después de 21 siglos como nosotros actualmente, frente a las continuas marejadas y tormentas que se levantan, sin la fecha exacta de la aparición del Señor. La definitiva. Ha sido piedra en el camino esta inquietud que provoca dudas, indiferencia, volverse a lo tangible. Es la verdadera prueba cotidiana de la fe que permanece fiel a la venida constante del Señor en su Iglesia y sus pobres. Aquellos que se han despojado de toda seguridad que haga olvidar la única seguridad-insegura que viene del Espíritu.
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