Viernes I
San Anselmo Proslogion 1
Ea, hombrecillo, deja un momento tus
ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus
pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti
tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un
momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto
Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas,
ve en pos de él. Di, pues, alma mía, di a Dios: «Busco tu rostro; Señor, anhelo
ver tu rostro». Y ahora, Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo
buscarte, dónde y cómo encontrarte. Señor, si no estás aquí, ¿dónde te buscaré,
estando ausente? Si estás por doquier, ¿cómo no descubro tu presencia? Cierto
es que habitas en una claridad inaccesible.
REFLEXIÓN
En la antigüedad estrenaban la subjetividad del
individuo y cómo lo que motivaba existencialmente era tomado por un valor
original genuino. Sentir las cosas internamente era señal de conciencia clara
de una evidencia. Se estaba seguro de sí mismo. Sin embargo, es una experiencia
posible a muchos que han alcanzado cierto grado de transparencia ante sí mismos,
y han logrado identificar sus auto-altero-engaños y gozan con su humilde
verdad.
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