¿Qué es lo
que Carlo nos regaló a todos en estos días que hizo que los recientes
acontecimientos se “viralizaran” tan rápidamente y llegaran a impactar en
tantos corazones? ¿Qué fue lo que hizo que la atención de tantos creyentes se
fijara en su vida y en las celebraciones en torno a su beatificación? ¿Cómo
puede ser que unas pocas frases que nos quedaron de él, algunas imágenes y
videos hayan atraído tan fuertemente la atención de quienes lo miraban? Para
mí, la respuesta es que Carlo nos regaló por un instante poder poner la
mirada en el Cielo. Sí, en medio de la peor pandemia que pudiéramos haber
imaginado alguna vez, en medio de un encierro que nos asfixia, de un
aislamiento que nos arrojó a la más profunda soledad, las nubes de
nuestro cielo se abrieron y por un tiempito pudimos vislumbrar a lo que estamos
llamados: ¡al Cielo!
Y es que cuando logramos poner nuestra mirada en el Cielo, todo se transforma porque nos llenamos de alegría y esperanza. Porque cuando miramos al Cielo miramos a Dios, cuando miramos al Cielo miramos lo que realmente importa. Cuando miramos al Cielo una misteriosa certeza nos invade. Nos vuelve la dulce seguridad de saber que en realidad todo tiene un sentido, recordamos que finalmente Jesús siempre triunfa, que nuestros sueños aún pueden volverse realidad y volvemos a decirnos que seguir a Jesús vale la pena, que no todo está perdido y que todo pasará
Cuando miramos al Cielo, todo lo que tiene que ver con las preocupaciones de este mundo se desintegra, se pulveriza, desaparece. Tantas cosas que llenan nuestra vida, nuestra mente o nuestras horas se vuelven relativas, pasan a segundo plano o incluso dejan de existir. Y queda lo esencial, que es el AMOR, el amor que no pasará jamás. Por eso nos emocionamos, por eso nos vuelve la alegría, por eso nos volvemos a llenar de esperanza, porque nos quitamos ese peso de encima que nos hace creer que esto para nosotros no es posible
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